El stock ganadero de nuestro país esta estancado en promedio en 54 millones de cabezas hace décadas. Las diferentes sequías, el avance la frontera agrícola, y las sendas intervenciones mal realizadas, no dejaron que creciera y expresara su potencialidad.
Ganadería es sinónimo de equilibrio sectorial, de rotación de cultivos con pasturas y verdeos, de sostenibilidad ambiental, pero sobre todo es sinónimo de ocupación territorial y generación de empleo genuino, directo e indirecto.
Es por ello que considero que el país necesita de un gran Programa Ganadero Nacional, que apunte a incrementar su stock, buscando superar los 60 millones de cabezas, pero que además logre mejorar de una vez por todas la eficiencia del rodeo (terneros logrados por unidad productiva), e incrementar el peso promedio de faena. No necesitamos más “plancitos ganaderos coyunturales” que solamente intentaron disminuir tensiones circunstanciales, o posicionamientos políticos individuales. Se necesita un nuevo escenario, donde la ganadería, con un programa de desarrollo y crecimiento, pase a ser política de Estado, no solo de Gobierno.
Para lograr estos objetivos es necesario que su diseño, propuestas y seguimiento surjan de la interacción publico-privada. Existe mucha gente valiosa y conocedora, hay gente joven en cada rural o confederación del interior, en muchas cooperativas, o en grupos de trabajo de medianos productores. Es hora de cambiar ciertas caras y visibilizar nuevos actores que modernicen los aportes y la mirada. Es momento donde los argentinos empecemos a encontrarnos desde las coincidencias, abandonando prejuicios y diferencias. Y, sobre todo, búsqueda del bien común.
Este programa que propongo debería ser técnico (Inta y Senasa debieran sus pilares técnicos), y de mediano plazo: apuntando a las inversiones en pasturas y verdeos, inversiones productivas o mejora genética, sanidad, y hasta retención de vientres, para aumentar el stock ganadero y mejorar sus índices productivos así como duplicar las exportaciones de carne bovina en pocos años. El objetivo de mediano plazo debiera ser superar entonces los 60 millones de cabezas y el millón de toneladas de exportación.
Queda claro que el financiamiento, las políticas activas de promoción de la actividad, y los incentivos fiscales, debieran ser los instrumentos necesarios para su concreción.
Hay una grave situación en la cadena de las carnes, caracterizada por una enorme informalidad, y una lamentable competencia desleal en lo sanitario, fiscal, laboral y hasta ambiental.
Un programa de esta envergadura debiera tener también un segundo componente importante que apunte al ordenamiento, modernización y sinceramiento fiscal de la industria frigorífica.
Es inviable que coexistan plantas con tan disimiles requisitos y estándares sanitarios, determinando una severa competencia desleal, falta de equilibrio y ecuanimidad, así como falta de controles sanitarios mínimos que garanticen la inocuidad de los alimentos. Además, una nueva ley Federal de Carnes es la herramienta necesaria para que en el mediano plazo se logre su ordenamiento y la garantía de estándares sanitarios mínimos. En este punto, el aspecto ambiental también es materia pendiente.
El sector de ganados y carnes en la Argentina es reconocido por su potencial, por la calidad de nuestras carnes, por la evolución permanente de la genética del rodeo, pero lamentablemente es vapuleado por la fuerte informalidad del mismo. Esta situación no es de ahora: basta leer o recordar artículos de los últimos 50 años para encontrar estas referencias y abordaje de la problemática.
Se necesitan coraje, decisión política y conocimiento, y en poco tiempo podemos corregirlo. Pero para lograrlo primero debemos sincerarnos y estar dispuestos a hacerlo, empezando por sincerar al último eslabón minorista. Producto de la presión fiscal, de las retenciones acumuladas, entre otros aspectos, este sector muchas veces no quiere recibir la factura por la mercadería recibida, iniciándose así un desequilibrio fiscal manifiesto que distorsiona toda la cadena. Quizás un monotributo especifico, y una alícuota baja y unificada de Ingresos Brutos sea una alternativa inicial.
No es imposible el camino, pero para avanzar se requiere el fuerte sinceramiento de todos los actores de la cadena, tanto carniceros, supermercados, industriales, matarifes, consignatarios y productores. Es momento de decirnos la verdad si queremos ordenar y crecer, y se requiere además coraje y voluntad política para llevarlo adelante. Quienes se animen a hacerlo serán reconocidos por mucho tiempo por avanzar en el ordenamiento sanitarios, laboral, fiscal y ambiental, tantas veces añorado.
El autor es productor agropecuario y fue vicepresidente del Senasa
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