En estos últimos meses se fueron consolidando una serie de factores y nuevas realidades, que determinan que la ganadería argentina estaría ante una gran oportunidad.
Si bien los efectos de la sequía del año pasado determinaron una baja de un millón y medio de cabezas, la merma fue menor de lo que se esperaba, y se encuentra en un proceso de recuperación producto del cambio del escenario climático reinante a partir de la primavera. Si bien la zafra de terneros será inferior, la calidad y estado de los mismos es de destacar.
Todos quienes de una u otra manera tenemos que ver con la actividad, entendemos que el incremento de los índices reproductivos, y una suba en el peso de faena son los indicadores necesarios para producir más carne en el país. Y ello tendría aparejado: mayor oferta para el consumo, mayores exportaciones, más divisas al país, y seguramente mayor rentabilidad a las empresas agropecuarias. Pero para lograrlo se necesitarían no solo señales claras al sector, sino ciertas medidas de incentivo que lo dinamicen. Mejorar los índices de producción solo se logra con más pasto y eso significa amortización acelerada de pasturas, beneficios a la fertilización de pasturas, verdeos o campos naturales y financiamiento acorde a la actividad ganadera.
Por otro lado es de suma importancia que desde el Indec se esté proponiendo un cambio en el IPC. La última encuesta de hogares sobre la cual se determina el IPC es de 2008, donde los hábitos y volúmenes de consumo de carne bovina eran muy diferentes que los actuales. En estos años el consumo de proteínas de origen animal se fue diversificando, duplicándose el consumo de carne aviar, e incrementándose el de carne fresca de cerdo. Este cambio reducirá la presión permanente sobre el sector de ganados y carnes.
Para que esta oportunidad se consolide es necesario un ordenamiento y sinceramiento fiscal de la industria frigorífica y la cadena en general. Es inviable que coexistan plantas frigoríficas con tan disimiles requisitos y estándares sanitarios. Así hay una severa competencia desleal y una falta de controles sanitarios mínimos que garanticen la inocuidad de los alimentos. Por ello es de destacar la voluntad expresada por el Gobierno y muchos legisladores en avanzar en una nueva Ley Federal de Carnes. Sería la herramienta necesaria para que en el mediano plazo se logre su ordenamiento y la garantía de estándares sanitarios mínimos, dándole al Senasa la responsabilidad de control de la cadena. Es una verdadera dicotomía que el Senasa pueda actuar sobre la sanidad de todas las vacas pero no sobre toda la carne.
La ganadería argentina se encuentra ante una gran oportunidad, pero para avanzar se requiere del fuerte sinceramiento de todos los actores de la cadena. Es momento de decirnos la verdad si queremos ordenar y crecer; y además se requiere coraje y voluntad política para llevarlo adelante.
Es hora de cambiar ciertas caras, abandonar esas mesas numerosas de magros resultados, y visibilizar nuevos actores que modernicen el abordaje con nuevos aportes. La ganadería debería estar en la agenda tanto pública como de todo el sector agropecuario.
El autor es productor agropecuario y ex vicepresidente del Senasa
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