El ganadero Pablo Etcheberry inventó una vela automática y un tranquerón a control remoto para maximizar el día de trabajo en el campo; se asoció a su amigo Nicolás Schroeder para comercializarlo
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“No dejes de soñar. Todo lo que se te venga a la cabeza, creéme que se puede hacer. Si no existe, hagámoslo para el mundo”, le dijo en ese encuentro su amigo y luego socio Nicolás Schroeder al productor Pablo Etcheberry cuando este le contó de sus dos innovaciones para la ganadería.
Etcheberry se crió en el campo en el partido de Pellegrini, al oeste bonaerense. Allí, la familia de su madre tenía una cabaña de Angus llamada “Estancia Santa Marta”, a unos 13 kilómetros del pueblo. Su bisabuelo, Isaac, había llegado de Galicia y se instaló a trabajar en la región. Luego puso un almacén de ramos generales y de a poco fue comprando hectáreas en la zona que luego pasaron de generación en generación.
Tras concurrir como pupilo a un colegio agrotécnico en Darregueira, donde pudo conseguir una buena formación sobre manejo de ganado y de un paso fugaz por facultades de agronomía de Buenos Aires, decidió partir. Por cinco años trabajó en un campo en el estado de Montana, en los Estados Unidos.
“Afuera aprendí a trabajar de manera empresarial en la actividad agropecuaria y, sobre todo, me enseñaron el gran valor que tenía el tiempo y cómo siempre había que optimizarlo”, cuenta a LA NACION.
En 2014, con un gran bagaje de la actividad y algunos ahorros encima, regresó al país. “Con lo justo”, en julio de ese año decidió invertir y poner una planta de alimentos balanceados. Hacía tiempo que la cabaña de la familia, con más de 80 años de vida, había sido abandonada y la hacienda enviada a un campo alquilado en la provincia de La Pampa.
Fue ahí cuando ya instalado en el país y se terminó el arrendamiento, le propuso a su madre traer las vacas de nuevo al campo de Pellegrini y ser él quien se encargue de su manejo.
“Sabía que para que funcione había que hacerlo con un concepto intensivo y distinto del que se había trabajado en otros tiempos, más parecido a un manejo tambero, potreros más chicos y cambios de parcelas en el pastoreo”, describe.
Sin personal que lo ayude en el cambio de lotes, entendió que no iba a poder solo porque se le superponía con su emprendimiento de los alimentos balanceados. “Ahí recordé la importancia del tiempo. Eran horas y dinero que perdía entre ir y volver de un lugar a otro. Debía ir a la mañana temprano a largar las vacas y volver a la planta de balanceado y después a la tarde regresar para un nuevo cambio de parcelas. Asimismo, cada vez que tenía que dar rollos debía abrir más de cuatro tranqueras. Esa pérdida de tiempo y combustible hacía inviable el negocio”, detalla.
Así que surgió el primer invento: “La vela automática es un caño que se usa para levantar el eléctrico para que las vacas pasen de un potrero a otro, que tiene un dispositivo electrónico que permite cronometrarlo para que suba de manera automática. Este implemento me permite ahorrar tiempo y combustible. Me sacó un viaje de una hora y media, entre ida y vuelta, de los dos que realizaba por día al campo”, dice.
Su otra creación fue un tranquerón de cinta que tiene un control remoto, donde ya no hay que bajarse de la camioneta para abrir y cerrar. “Uno no tiene idea el tiempo que se pierde entre subir y bajar para abrir cada tranquera. Esta idea nos brindó una gran solución. Como damos rollos que los trasladamos con el tractor, el control remoto permite que la tranquera baje y suba sin que el tractorista tenga que descender”, relata.
Los prototipos comenzaron a funcionar y fue ahí cuando le comentó a Schroeder lo que estaba ideando. Se asociaron y de manera rápida comenzaron a fabricar en serie. Por último, crearon la marca Pensagro, la combinación de sus iniciales, para lanzarlo comercialmente.
“Hacemos productos simples y fáciles para hacer que los trabajos de la ganadería sean también más simples y fáciles, donde se gane tiempo”, dice Schroeder.
Con un gran impulso a través de las redes sociales, donde comenzaron a mostrar sus productos y su manejo de la ganadería, hace tres años que no paran de crecer. “La vela tiene un costo de $30.000 que se amortiza en 20 viajes. Hoy también tenemos una jeringa telescópica para tratar animales en el campo y no tener llevarlos a la manga”, señala.
Ya exportaron a 24 países y tienen un representante comercial en Estados Unidos y un distribuidor en Australia y en Nueva Zelanda. Con 45 años, Etcheberry siempre pensó cómo crecer de manera práctica en ganadería. “Con creatividad, innovación y entusiasmo se puede mejorar su productividad, al igual que en la agricultura”, finalizó.
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