Se realizó la última subasta en el tradicional mercado del barrio de Mataderos; las operaciones seguirán en un nuevo predio en Cañuelas
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“Esto es muy triste, fue como nuestra casa”, dijo con resignación José Luis, al que todos en el Mercado de Hacienda de Liniers conocen como “El Vasco”. Se trata del presidente de la tradicional consignataria de hacienda que porta su apellido: Casa Usandizaga. Tras haber comenzado como vendedor de cerdos en 1958, hoy fue la última vez que su compañía operó en el lugar que se convirtió en el mayor centro de comercialización ganadera de la Argentina, un emblemático predio que cerró sus puertas tras 121 años en el barrio de Mataderos, empujado hace años por una ley que pasó a impedir el ingreso de ganado bovino en pie a la Ciudad de Buenos Aires, salvo para exposiciones y ciertas actividades.
La jornada comenzó alrededor de las 8 cuando un martillero encargado dio lugar a la última serie de una subasta de novillos. Por las características pasarelas, corrales y casillas de cemento y madera se congregaron socios, productores, matarifes, clientes y amigos de diversas regiones del país, que dieron el adiós definitivo a este complejo de 33 hectáreas. Desde la semana que viene, toda la actividad de los consignatarios se trasladará en su totalidad al nuevo Mercado Agroganadero (MAG), sobre la ruta 6, en el partido bonaerense de Cañuelas, que comprende 110 hectáreas y tiene una capacidad para 12.000 cabezas de ganado vacuno diarias.
“Vamos a extrañar levantarnos a las 5 de la mañana, hacer el trayecto desde el centro de la ciudad hasta Mataderos, encontrarnos con los capataces y los peones de cada casilla, el rato de tomarnos unos mates y contar con la tranquilidad de que siempre estaba todo el trabajo terminado, y la amistad que logramos por nuestro servicio tanto con los empleados como con los consignatarios y compradores de hacienda. Eso es algo que no se va a olvidar nunca”, expresó Oscar Subarroca, quien pasará a la historia como el último presidente del Mercado de Hacienda de Liniers. Además, destacó que “pese a que se han vivido momentos difíciles en el último tiempo, ha quedado todo saneado”.
Si bien las tareas de faena de animales, las carnicerías y la industria vinculada ya eran parte de la zona de manera informal, el Mercado de Liniers abrió oficialmente el 1° de mayo de 1901. Desde entonces, los gauchos a caballo, los mugidos de las vacas y el olor desde los corrales dieron forma al paisaje del barrio. Dadas sus avanzadas instalaciones (55.000 metros cuadrados de pisos de hormigón para la hacienda, cuatro hectáreas de techo de acero para 450 corrales de venta y 2750 metros de pasarelas aéreas), fue comparado con los principales mercados de hacienda de la época. Por ejemplo, el famoso Mercado de Chicago de los Estados Unidos, razón por la cual a la zona del mercado también se denominó “Nueva Chicago”.
La fama del lugar se extendió por el mundo, lo que lo convirtió en un atractivo turístico. Los fines de semana, para atender a ese público en búsqueda de las tradiciones y raíces argentinas, se llevaban a cabo carreras de sortijas, había desfiles, se vendían prendas gauchas y comidas típicas. “Esto es un pedazo de historia. Acá venían turistas de todo el mundo a conocerlo. Algunos llegaban a la Argentina exclusivamente para conocer el Mercado de Liniers”, rememoró Usandizaga.
El comienzo del fin
Con el tiempo, sin embargo, los sucesivos vaivenes económicos y la tecnificación del campo hicieron mella en el predio. Gustavo Servini, que vino al mercado desde 1959 -“fue lo mejor que me pasó en mi vida”, indicó- y compartió un último asado con patrones, capataces y peones en otra famosa casa como Sáenz Valiente, Bullrich & Cía., recordó que “entre los años cincuenta y ochenta entraban 20.000 y 25.000 cabezas. Un día hubo un récord de 36.000. Hoy, en cambio, no llega a los 10.000 porque hay mucha venta directa. El productor le vende al frigorífico sin pasar por el mercado”.
Pese a que se concretó recién ahora, el final para el Mercado de Hacienda de Liniers comenzó en 2006, con la ley 622 de la Ciudad de Buenos Aires, que prohibió el ingreso de ganado en pie a su territorio. Desde entonces, hubo 17 postergaciones de mudanza hasta hoy. Para Usandizaga, el traslado significa el fin de la vieja escuela. “Habrá que habituarse, pero es una lástima perderlo así”, indicó.
Según él, pese a que el predio de Cañuelas cuenta con 110 hectáreas (frente a las 33 actuales) y una capacidad para 12.000 cabezas de ganado vacuno, “aún faltan alrededor del 30% de las instalaciones. Hay consignatarios que todavía no tienen corrales, faltan caballerizas, no tenemos estacionamiento para los coches, los capataces tienen que caminar 600 metros con la montura al hombro. La gente trabajadora no está contenta”.
Subarroca, en cambio, expresó una mirada más optimista sobre Cañuelas, un espacio sobre el que se proyectan nuevas oportunidades para la actividad. “Fue un día muy emotivo para nosotros, donde el sentimiento supera toda razón. He transitado durante 45 años este mercado. Atravesamos tiempos maravillosos, pero también difíciles, como cuando los frigoríficos no podían pagar las haciendas y nosotros debimos responderles a los vendedores. Confiamos en que el nuevo complejo de Cañuelas y en todas las nuevas posibilidades que nos va a dar, pero nuestro espíritu va a seguir en el Mercado de Liniers acá por siempre”.
Temor de comerciantes
En tanto, hay comerciantes y vecinos que coinciden en que el fin del Mercado de Hacienda de Liniers tendrá consecuencias negativas. En especial, aquellos radicados frente al complejo, sobre Lisandro de la Torre.
Desde que el cierre había pasado a ser una posibilidad, muchos venían temiendo que la falta de movimiento en la zona derive en usurpaciones e inseguridad, pese a que el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires proyecta construir en reemplazo un nuevo espacio verde y recreativo.
“No sabemos qué va a ocurrir a partir del próximo lunes. Si pondrán seguridad o no, o si va a quedar abandonado”, se lamentó Jorge Echegoyen, cocinero de una parrilla a metros de la entrada principal del lugar, que opinó que también impactará económicamente: “Los trabajadores del mercado pedían o venían a comer a nuestro restaurant, también turistas o taxistas. Perdemos clientes de muchísimos años”.
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