La idea de que dejar de consumir carne podría transformar al mundo en una sociedad vegetariana es una simplificación que no captura la complejidad de este asunto; para comprender mejor la problemática es fundamental considerar los diversos factores y consecuencias de esta posibilidad.
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Se estima que más del 80% de las tierras agrícolas a nivel global se destinan a la obtención de productos de origen animal, ya sea mediante el pastoreo directo o para la producción de piensos. Las cadenas de suministro de ganado son responsables de más del 40% de la deforestación en bosques tropicales y contribuyen con más del 14% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero (GEI), de las cuales aproximadamente el 9,5% proviene de la ganadería bovina.
Cuando observamos las emisiones regionales calculadas por el Modelo de Evaluación Ambiental de la Ganadería Mundial (Gleam), se evidencia que América Latina y el Caribe (ALC) se destacan en emisiones de GEI en comparación con otras regiones del mundo. Modelos desarrollados en la Universidad de Oxford que simulan una situación en la que todos los seres humanos adoptan una dieta vegetariana para 2050 revelan que la eliminación de la carne roja reduciría las emisiones relacionadas con la producción de alimentos en un 60%.
En el caso de que toda la población mundial se volviera vegana, es decir, sin consumir ningún producto de origen animal, la disminución alcanzaría el 70%. Es importante señalar que este escenario no es realista, y en la realidad, muchas personas continúan consumiendo carne roja a pesar de conocer su impacto en la huella de carbono.
El impacto de las emisiones generadas en el medio ambiente por el sector agropecuario, en particular la ganadería, ha ejercido una influencia significativa en la conciencia de los consumidores. Como resultado, muchos de ellos han desarrollado una mayor concienciación sobre este tema, lo que ha dado lugar a un cambio en la tendencia de consumo. Cada vez más consumidores optan por dietas vegetarianas, lo que a su vez impulsa la búsqueda de alternativas de productos relacionados con una menor huella de carbono durante su producción.
La evaluación de la industria ganadera debe también considerar la influencia que teóricamente tendría la eliminación de los productos animales en la dieta, especialmente aquellos de origen bovino. Más de un billón de personas a nivel mundial dependen del sector ganadero, y aproximadamente el 70% de las personas en situación de pobreza en zonas rurales dependen en parte de la ganadería para su subsistencia.
En ALC, la ganadería bovina representa cerca del 46% del Producto Interno Bruto (PIB) agropecuario. Este sector ha experimentado un crecimiento en su contribución a la economía regional a un ritmo superior al promedio mundial, además de desempeñar un papel significativo en la generación de empleo en la región. Por esta razón, los sistemas de producción pecuaria son considerados estratégicos y constituyen una fuente de sustento y seguridad alimentaria para diversas comunidades en la región. En caso de no proporcionar alternativas claras y subsidios a las personas involucradas en la industria ganadera, es probable que enfrentemos un aumento significativo del desempleo y posibles desórdenes sociales, especialmente en las comunidades rurales que mantienen estrechos lazos con este sector.
ALC, a pesar de representar tan solo el 13,5% de la población mundial, es responsable de producir aproximadamente una cuarta parte de la carne bovina y más del 21% de la carne de ave a nivel mundial. En cuanto a la producción de huevos y leche, la región contribuye con más del 10% y algo más del 11% respectivamente. En las últimas décadas, la industria ganadera ha experimentado un crecimiento significativo, especialmente en el Cono Sur, impulsado por la expansión de la demanda a nivel mundial. Este rápido crecimiento ha llevado a que América Latina se convierta en la región líder en la exportación de carne bovina y carne de ave. Es importante destacar que, según los informes más recientes de la FAO, se proyecta que el consumo mundial de alimentos de origen animal, que ha aumentado cinco veces en las últimas seis décadas, continuará en aumento hasta el año 2031.
Si bien estos datos pueden brindar confianza al sector, es de vital importancia comprender las tendencias actuales. En la actualidad, se está llevando a cabo un intenso debate sobre los hábitos alimentarios de las personas y su impacto en la salud y el medio ambiente. En este contexto, los últimos años se han caracterizado por un notable aumento en la demanda de proteínas alternativas. Esta tendencia es particularmente pronunciada entre los “millennials” y los miembros de la Generación Z, como lo destaca un informe de McKinsey en 2018.
La búsqueda de alternativas sostenibles para reducir las emisiones de GEI, ha destacado la importancia de reducir el consumo de carne y adoptar dietas equilibradas que incluyan alimentos de origen vegetal en combinación con alimentos de origen animal producidos de manera sostenible en sistemas de baja emisión de GEI. Estos cambios han transformado la producción de proteínas alternativas en un mercado de nicho disruptivo que ofrece oportunidades significativas para empresas e inversores.
Durante 2020 esta industria creció tres veces más rápido que en años anteriores. Se observa que las industrias relacionadas con la producción de alimentos están desarrollando tecnologías para producir carne cultivada, alternativas de origen vegetal, así como proteínas derivadas de insectos, algas y la fermentación de hongos.
Las industrias que se dedican a desarrollar estas tecnologías para producir proteínas alternativas lograron recaudar en el 2020 más del 70% de lo que habían recaudado en los cinco años previos. Diversos informes económicos pronostican un crecimiento acelerado del mercado de proteínas vegetales que supera los US$160.000 millones. Estas cifras muestran un mercado emergente que despierta un gran interés entre empresas innovadoras e inversores, aunque aún representa un pequeño porcentaje en comparación con el mercado de la carne, alcanzando solo el 2% del mercado total de proteínas de origen animal.
La producción agropecuaria en general, y en particular la ganadería, ha sido identificada como un contribuyente significativo al cambio climático debido a sus emisiones de GEI, como, así como por su participación en la degradación de suelos y la deforestación.
Además, los efectos del cambio climático empujan al sector a operar en un entorno caracterizado por una variabilidad climática severa, lo que lo vuelve extremadamente vulnerable. Esto, debería impulsar a los ganaderos y a todo el sistema alimentario a buscar la mejora en la eficiencia y calidad de la producción mediante la adopción de prácticas y tecnologías que mitiguen el efecto del cambio climático.
Según datos de la FAO, la ganadería tiene el potencial de reducir inmediatamente las emisiones de GEI en un 30% a través de la búsqueda de soluciones inteligentes, como el reciclaje de subproductos de otras industrias y la contribución a la reducción de incendios, entre otros. Gran parte de las emisiones de GEI en el ganado bovino se originan en la fermentación de los alimentos en el sistema digestivo de estos animales.
Por lo tanto, el sector ganadero debe desarrollar estrategias efectivas para reducir estas emisiones a través de la implementación de prácticas y tecnologías que mejoren la digestibilidad de los alimentos. Esto significa, enfoques que optimicen la eficiencia nutricional, al mismo tiempo que minimizan su impacto ambiental y mejoran la eficiencia productiva.
En el contexto de sistemas de producción basados en el pastoreo extensivo, se hace necesaria una gestión precisa de los recursos pastoriles para mejorar la eficiencia y evitar el sobre o subpastoreo. Es relevante destacar que, en los últimos años, la alternativa de producir y certificar carne como “carbono neutral” garantiza a los consumidores que las emisiones de GEI asociadas a cada kilo de carne consumida serán compensadas en el medio ambiente mediante la implementación de bosques que capturan una parte del dióxido de carbono liberado en la atmósfera.
Esta iniciativa asegura que el consumo de esta carne no contribuye al aumento de la capa de ozono en la atmósfera. Además, es crucial que se aplique esta estrategia a lo largo de toda la cadena de producción, abarcando aspectos como el proceso en el frigorífico, el transporte y otros eslabones de la cadena alimentaria.
La proteína animal continúa siendo una fuente fundamental de alimentos para garantizar la seguridad alimentaria de la población. La inclusión de proteína animal en la dieta puede desempeñar un papel eficaz y equilibrado en la lucha contra la malnutrición y la desnutrición, aportando nutrientes valiosos y beneficiosos para la salud.
A pesar de que un mundo completamente vegano podría reducir significativamente las emisiones de carbono, no sería una solución sostenible, dado que más de 1000 millones de personas en todo el mundo dependen de la ganadería para su subsistencia. Reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en la ganadería y al mismo tiempo seguir produciendo alimentos de manera sostenible para una población en crecimiento representa un desafío complejo. Este desafío requiere que todos los actores del sector se comprometan a realizar cambios significativos para lograr sistemas de producción que sean sostenibles tanto desde el punto de vista ambiental como económico.
El autor es ingeniero agrónomo, con una maestría en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Fue parte del Servicio de Extensión Rural perteneciente al Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural de Israel, actualmente ocupa el cargo de Director del Departamento de Relaciones Exteriores y Cooperación Internacional
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