En su campo en Machagai, a la familia Gullar le carnearon seis terneros; los ganaderos de la zona advierten de que se trata de bandas organizadas que actúan sin control
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“El golpe a la alegría de producir”. Ese fue el título que eligió María Fogar de Gullar para una carta que publicó en las redes sociales, luego de que el sábado a la madrugada en el campo que su familia posee en Machagai, Chaco le carnearan seis animales.
La carta comienza con una descripción de cómo fue la llegada de sus familiares inmigrantes, cuando decidieron venir desde Italia a la Argentina. “En 1875 partía de Génova un barco que en su bodega llevaba a inmigrantes de la ciudad de Goritzia, ubicada en el norte de Italia, cerquita de lo que ahora es Eslovenia. Desembarcaron directamente en Avellaneda, provincia de Santa Fe, que era el límite del territorio ocupado por la bandera celeste y blanca”, empieza su relato.
“Con el arado mancera y cuarteto de burros, fueron labrando esas tierras vírgenes, en jornadas de más de 12 horas diarias. El abuelo, que entonces era solo un niño, manejaba una yunta de bueyes, cinchando el cachapé del arriero de la zona; y con ello procuraba los diez centavos diarios, que alcanzaba para comprar el kilo diario de harina. Eran calores iguales a los de ahora, sin luz, sin carreteras y brindados tan solo a la protección divina. Pero cuando oscurecía se reunía la familia y disfrutaba con alegría la jornada, en la que cada uno había regado con sudor y abonada la esperanza hacia el futuro de argentinidad que ya se había adueñado de los corazones italianos” continúa.
Luego, la mujer describe cuando su familiares emprende camino hacia la provincia vecina del Chaco. “En 1914 emigraron al Chaco, donde renacieron las esperanzas de un futuro promisorio detrás del capullo de algodón. Quien les habla, sus hermanas y hermanos doblaron su cintura recolectando ese oro blanco, en los feroces veranos quitilipenses. Ahora las circunstancias nos llevaron a transformarnos en ganaderos y nuevamente la alegría de producir, de ver a la vaca parir y criar su ternero. De asistir con la mamadera, día a día, al ternerito que quedó huérfano de su madre. Del rodeo anual para marcar y castrar. El asadito compartido con los peones criollos y nativos, con los vecinos que se juntan a ayudar y brindar con ginebra tempranera”, relata.
Su escrito se pone duro, comienza a describir cómo cambió la rutina de los ganaderos de la zona por los delitos de abigeato. “De repente, las tareas más importantes dejaron de ser las de curar los terneros, vacunar las vacas, desparasitarlas, darles vitaminas a las más débiles. Ahora la tarea más importante, es la recorrida nocturna con reflectores. Es no dormir y estar atentos a los maleantes que circulan por los campos cortando alambrados, tiroteando a los rodeos. Enlazando terneros y llevándolos a la rastra. O degollándolos en los campos y apropiándose de la carne, que luego la reducen con los carniceros cómplices”, se lamenta.
“Mi esposo y mi hijo se transformaron en vigilantes nocturnos. Yo esperando a que vuelvan, con ese miedo de que no les pase nada y no cometan una locura, ya no es vida. Todos los vecinos, ante un llamado, salen a cualquier hora a defender lo poco que cada uno tiene y tanto cuesta mantener. El sábado fue y creo que Dios no quiso que se encuentren, porque quizás hoy estaríamos llorando algo mucho mas feo. Todos en la zona sufrieron robos y cada vez se acrecientan; no hay Justicia, les roban estando sus propietarios en su casa, con total impunidad. El domingo regresó mi hijo con las fotos siniestras de seis terneros degollados, descuartizados en el campo, añade.
Por último, Fogar señala que “no es solo el golpe de los terneros perdidos, sino el golpe a la esperanza y a la alegría de producir”. “A esa alegría que siempre mantuvieron mis abuelos y mis padres. Caras largas y rostros serios, cabezas mirando el piso. Sueños sobresaltados. Disculpen mis quejas y que les exprese mis dolores y temores. Es la angustia de una esposa y madre de productores ganaderos. Nosotros, solo queremos producir con alegría”, finaliza su carta.
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