El engorde a corral generó un círculo virtuoso con la agricultura; un ejemplo de agregado de valor
La producción de carne ha transformado la cadena del maíz en los últimos años. Sin duda alguna, cuando nos ponemos a analizar el agregado de valor para la producción de cereales y oleaginosas, rápidamente vinculamos con este proceso toda la ganadería, producción de huevos, leche y carnes. Ahora bien, cuando profundizamos en la incidencia que la ganadería de carne bovina tiene en este proceso virtuoso, no podemos explicarlo sin comprender el gran cambio que la producción de carne vacuna experimentó en los últimos 20 años en el país: la intensificación.
De la mano del crecimiento de los precios de los commodities, de los grandes avances tanto en genética de semillas como en protección de cultivos y maquinaria, el uso de suelos en nuestro país se fue modificando. Todos esos avances, junto a precios internacionales excepcionales, permitieron aumentar el área sembrada en la Argentina en 13 millones de hectáreas. El incremento de la superficie destinada a la agricultura y los cambios tecnológicos mencionados, que permitieron un notable crecimiento de los rindes, lograron que en los últimos 20 años el país pasara de una producción de 45 millones de toneladas a los más de 130 millones estimados por el Ministerio de Agroindustria para este año.
Este cambio de escenario presentó un desafío para la ganadería, que a paso firme dejaba superficie en los campos que pasaban a ocupar cereales y oleaginosas. Fue de esta manera que la herramienta del engorde a corral comenzó a difundirse en nuestro país, con una historia de crecimiento, aprendizaje y mejora en todos sus aspectos (instalaciones, nutrición, sanidad, etc.). Asimismo, la actividad de cría también transitó en muchos casos un proceso de intensificación.
Sí sabemos que el feedlot le permitió al país mantener una producción de carne estable al mismo tiempo que la agricultura se desarrollaba fuertemente. De la misma manera, la cría logró estabilizar la producción de terneros.
Pero ¿cuál es el impacto de la intensificación ganadera en la cadena del maíz? La producción de carne bovina es hoy el principal consumidor de este cereal, al transformar cerca de 3,5 millones de toneladas en carne. Pero el aporte al agregado de valor en la cadena del maíz no es solo el consumo del grano. La incorporación de subproductos de la industrialización del maíz en las dietas de las recrías y engordes es una pata importante para estas industrias, que encuentran en los feedlots el canal para la comercialización de estos derivados. Moliendas y destilerías aportan hoy productos importantes en las dietas de los animales. El último gran cambio que vimos en este sentido es el uso de la burlanda de maíz, derivada de la producción de bioetanol. El año pasado, 1,4 millones de toneladas de maíz se destinaron a la producción de alcohol y la ganadería consumió la misma cantidad de burlanda húmeda incorporada en las dietas.
El agregado de valor está de moda, pero no es solo eso. Pensemos por un rato en el desarrollo que todo este proceso genera. Incorporación de mano de obra en fletes, tecnología, servicios, bienes, investigación y otros rubros. Desarrollo y arraigo en el interior, tan importante para el crecimiento de nuestro país.
El crecimiento de la producción nos plantea un desafío, buscar nuevas alternativas de agregado de valor para lograr que no solo generemos más disponibilidad de un commodity exportable, sino también poder seguir creciendo en el proceso de transformación y desarrollo.
La intensificación ganadera y el rol del maíz en ese proceso generan un vínculo virtuoso para el crecimiento de las dos producciones y las personas relacionadas directa e indirectamente con todo el movimiento que se genera alrededor.
El autor es gerente de la Cámara Argentina de Feedlot
Fernando Storni
LA NACION