Se trata de Huberto Bourlon, conocido en redes sociales “El guiso de bagre”, que emprendió un proyecto de hacer mermeladas artesanales
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SAN NICOLÁS.- Hay una anécdota en el noroeste argentino que dice que, si se prueba agua del río Bermejo, siempre se va a regresar. A punto de cumplir 45 años, Huberto Bourlon sabe que los grandes amores no se olvidan así nomás. De esa manera lo siente cuando recuerda su vida en el campo familiar en el norte salteño, cerca de Embarcación. Ese padre llegado de joven desde Francia en 1969 y afincado allí y, esa madre campera oriunda de esa provincia imprimirían en él ese querer, ese afecto al terruño, a las costumbres norteñas.
“Sin saber nada mi padre se instaló en el 1971 en un campo en Salta que pudo comprar con unos pagarés y, de a poco con su socio comenzó a producir ganado y porotos. En el 1979 empezó mi historia de amor con la vida rural hasta la adolescencia”, dice a LA NACION, luego de una actividad de degustación de sus productos artesanales con sommeliers, organizada por “Agrocultura, el campo en tu vida”, en Expoagro edición YPF Agro.
Sin embargo, no todo sería color de rosas, verlo a su padre lidiar con una situación económica que lo golpeaba una y otra vez, lo desencantó y lo alejó del sector, al menos por un tiempo: “Lo veía sufrir a papá por los bajos precios que tenían lo que producía, por un clima y políticas que no acompañaban”.
Entonces fue ahí que decidió estudiar economía y alejarse. Una vez recibido empezó a trabajar en una automotriz en Buenos Aires. Pero un día de 2012 llegó su papá y contó que el panorama había mejorado en el campo y que de a poco estaba retomando la producción.
“Me dice ‘venite que armamos algo con ganadería’ y renuncié a mi trabajo y me fui. Lo de ‘hacemos ganadería’ tardó bastante. Pensé que al estar recibido iba a ser más fácil pero llegué y me metieron de peón al principio. A los dos años, comenzamos a armar ganadería de la nada en un pedazo de campo que no estaba explotado con 17 vacas y de a poco me fui transformando en productor agropecuario con 600 animales”, cuenta.
“Me aburría y quería innovar, probar otras cosas, entonces un año me puse a sembrar soja que fue muy bien, después me fundí, luego me fue de vuelta bien, después también sembré chía y zapallo. Fueron 15 años lindísimos viviendo en el norte con mi mujer y mis hijas. Pero, al ser un lugar tan rústico, ellas decidieron volver y yo al tiempo me volví también”, añade.
Ahí nomás llegó la pandemia. Y, encerrado, aburrido y sin trabajo en Buenos Aires, para ocupar su tiempo libre, comenzó a cocinar todo el día. Entre todo lo que hacía, encontró un gusto particular por las mermeladas y los dulces ya que tenía una buena frutería a dos cuadras de su casa, distancia permitida para moverse en tiempos de covid-19.
Con las redes sociales como coequiper y, con su seudónimo “El guiso de bagre”, en el que se denomina como emprendedor, hombre de la tierra y artesano, empezó a publicar uno a uno los dulces caseros que fabricaba en su cocina, sin saber que se convertirían rápidamente en un boom de pedidos.
“Me di cuenta que en el mercado faltaban mermeladas artesanales de buena calidad. Un día compré unos boniatos y unos membrillos y subí a Twitter los dulces y fue una explosión de pedidos. El emprendimiento empezó así: a dos cuadras de casa. Y pensé que si vendía seis dulces por semana, esto va a ser un hit para mí”, describe.
Y fue mucho más que eso: a los dos días ya tenía 40 días de espera de pedidos de seguidores que quería probar sus dulces. “Fue mágico, la gente se copó”. Y lo que empezó en su casa, al tiempo encontró un socio, se mudó a una cocina de una sinagoga, durante un tiempo, para terminar en una fábrica más grande. Y fue mezclando e innovando productos para sumar sabores.
Pero, como ese amor por la querencia siempre permanece en algún lugar de su corazón, ahora, sin dejar este emprendimiento gastronómico que es el que le da de comer, quiere volver: “Es un poco el amor por la tierra, por su lugar, por las cosas que hizo, es un montón de recuerdos, de cariño. Y ahora hay la oportunidad de volver con mi viejo y mi hermano. con un montón de proyectos nuevos, como agroturismo. Extraño estar en contacto con la tierra, tener otros tiempos, quiero volver a producir”, finaliza.
Agrocultura
La campaña “AgroCultura: el campo en tu vida” invita a sumergirnos en el mundo del campo argentino para conocer más de cerca a quienes trabajan en él y cómo lo hacen. “Busca tomar conciencia de que todos tenemos un pedacito de campo en nuestra vida aunque no lo veamos, por ejemplo en un mate o incluso en las mermeladas de Huberto”, destacan.
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