SAN NICOLÁS.- El viaje de 200 kilómetros desde Arequito hasta Expoagro fue insignificante para los Ratti, acostumbrados a viajar cientos de horas por el país por el oficio de contratistas agrícolas.
Así fue la vida de Ademar Roberto Ratti, que con 87 años, por primera vez, recibió un reconocimiento a su trayectoria como contratista. Fue en el marco de Expoagro, que distinguió a los contratistas agrícolas. Los contratistas son los responsables de recolectar más del 75% de la cosecha a nivel país.
"Pipi", como le dicen, fue acompañado a recibir el galardón con dos de sus cuatro hijos, Juan Carlos y Miguel, porque Nelson y Mario estaban cosechando maíz en Escalante, Córdoba. "Qué bueno que se le dio un reconocimiento a una persona común, casi desconocido", dijo emocionado a LA NACION, Juan Carlos, en alusión al premio que recibió su padre.
"Pipi" a la vida de gitanos la conoce bien, ir deambulando por las rutas argentinas para cosechar distintos cultivos, "que la gruesa acá, que la fina allá". Así pasaron los años, las anécdotas y la vida.
Su vida laboral comenzó en otro rubro. A los 18 años, por la mañana repartía leche en un carrito con un caballo por las calles de tierra de su pueblo, por la tarde hacía de albañil y por la noche de mozo en el Club Social Arequito. "No tenía ni fines de semana libres, porque los domingos era jockey", recordó su hijo Juan Carlos, de 62 años.
En 1960 decide cambiar el rumbo de su vida y subirse a una cosechadora de la nunca más se bajó, en casi 60 años. Con un socio, compró con plazo una cosechadora Rotania, la primera marca que hizo una cosechadora autopropulsada.
En 1961 encaró una segunda compra de otra maquinaria. Con esa cosechadora nueva, "Pipi" comenzó ir a trabajar más lejos, a La Pampa y a la provincia de Buenos Aires . Empezaron los viajes largos y su mujer Gladys, hoy con 86 años, lo acompañaba, donde no solo hacía la comida,sino que muchas veces era ella la que se subía a cosechar. "En familia, dormíamos en una casilla, sin heladera pasábamos fuera de casa más de tres meses", contó Juan Carlos.
Agregó: " Recuerdo las navidades en el campo de Horacio Araya en Coronel Suárez, al que le cosechamos más de 52 años, donde papá para las fiestas hacía un pozo y lo revestía con paja de trigo y bolsas de arpillera vacías y colocaba la barra de hielo un tipo de heladera para tener bebidas frescas".
El clima durante las cosechas era duro. Veranos muy calurosos en la cosecha de la fina (trigo) e invierno de mucho frío en Córdoba y San Luis en la cosecha gruesa. "En invierno papá iba solo porque nosotros, cuatro hermanos, teníamos que ir a la escuela y mamá debía quedarse en el pueblo", contó.
En 1967 "Pipi" fue a cosechar por primera vez a Salta en Rosario de la Frontera. Eran siete días de viaje con la máquina andando por rutas de tierra para cosechar poroto y maíz durante tres meses.
Eran 1100 kilómetros andando a 20 kilómetros por hora sin cabina en pleno invierno. Era la propia Gladys la que cosía la ropa de abrigo para hacer frente a los crudos inviernos arriba de la cosechadora.
La comunicación se hacía por carta, pero si surgía alguna urgencia era por telegrama. Gladys se sentaba por las noches, luego de acostar a sus hijos, para escribirle a "Pipi" y contar las novedades que pasaban en la familia y en el pueblo.
Un día, cuando todavía no había terminado el segundo año de la secundaria, Juan Carlos decidió no estudiar más, entonces su padre lo llevó a cosechar alpiste. "Ese cultivo, al cosecharlo, pica mucho en el cuerpo, por eso me llevó papá, como forma de que vuelva a estudiar pero nunca lo logró. Ser contratista es una pasión, como un maestro ama enseñar, así lo mamamos y así lo vivimos", dijo.
Es hora de la palabra de "Pipi", que dice: "Estoy feliz y emocionado. Es una gran alegría porque toda la familia tira del mismo carro". Agregó: "Todavía recuerdo ese primer año que fuimos a La Pampa y trabajábamos de corrido 22 horas por día, donde solo se paraba para cargar combustible e ir al pueblo a comprar carne, pan y agua".
El año pasado cosecharon 50 mil hectáreas y fue el récord para ellos, pero ya hace más de 15 años, a los 70, que Pipi "colgó los botines". Se bajó de la cosechadora y les tiró la pelota a sus cuatro hijos, porque "todos siguieron su camino".
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