Un plan genético de largo plazo genera un ordenamiento de las distintas etapas productivas, que permite incrementar la rentabilidad de la empresa pecuaria con los mismos recursos forrajeros, humanos y de infraestructura
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Cuando se les pregunta a muchos criadores por las herramientas de selección genética que emplean en sus campos, generalmente contestan que compran toros mejoradores y que descartan las hembras de peor conformación. Estos recaudos básicos son necesarios pero no suficientes. Hay otros aspectos que deberían considerarse para lograr una población de animales con características productivas deseables, adaptadas al tipo de actividad de la empresa y al mercado donde se comercializarán los productos.
La meta debería ser armar un Plan Genético de Largo Plazo. ¿En qué consiste? En la utilización de un conjunto de herramientas que la ciencia pone a disposición de los productores, para utilizar en el mejoramiento de las vacas y toros del rodeo.
“Un plan genético es mucho más que la elección de un toro para servicio. Es un proceso de planificación de toda la empresa ganadera, un plan de negocios con objetivos claros, que parte de una pregunta integral: ¿dónde quiero ver a mi empresa en 5, 10 o 15 años”, define Alfonso Cebral, gerente de la división Carnes de Select Debernardi.
La pregunta funciona como un disparador de otras que tienen que llevar necesariamente al armado de un plan de trabajo, un ejercicio clave en cualquier empresa, no solo de las ganaderas o agrícolas. “Toda empresa debe ser sustentable, rentable y, sobre todo, capaz de sobrellevar los vaivenes de la macroeconomía del país; el primer paso es hacer un relevamiento de dónde está en el momento de comenzar la planificación”, propone el técnico.
Luego define que “un plan genético debe tener como objetivo principal un ordenamiento general de las distintas etapas productivas de un planteo ganadero”. Así, es vital partir de las bases de todo sistema: analizar dónde está ubicado, qué limitantes y qué ventajas tiene el campo; es decir, realizar un mapeo de situación. Una vez cumplida esa etapa, hay que plantear cuáles son los objetivos productivos y económicos de la empresa: cría, ciclo completo, mixto, cabaña, etc.
Pasos del mejoramiento genético
Posteriormente corresponde preguntarse: ¿a quién se le van a vender los productos de la empresa? “Esta pregunta suele no ser tan usual porque a muchos ganaderos la actividad los apasiona. No se les ocurre hacer otra cosa. Y en muchos casos, esto viene de generaciones. Y está muy bien que así sea, ya que nada más fuerte para un proyecto que estar convencido de llevarlo adelante”, afirma Cebral. Pero ese entusiasmo no alcanza. “Estamos en 2023 y tenemos que saber que, como ganaderos, somos un eslabón de la cadena de la carne; estamos en la industria de los alimentos. Premisa importante a la hora de definir qué tipo de producción se va a encarar, qué negocio se desarrollará, quiénes son los potenciales clientes y qué buscan. Son preguntas básicas de cualquier estudio de mercado”, plantea Cebral.
“Los ganaderos estamos en el mercado de la carne, así que hay que empezar a mirar qué quiere quien demanda el producto final (sea un bife de chorizo, vacío o costilla), haga la compra a 50, 1000 o 15.000 kilómetros de la empresa, dentro y fuera del país”, agrega.
Después de ese ordenamiento, hay que incorporar tecnología, es decir aprovechar todos los avances en información, técnicas, herramientas, software, etc. disponibles. “Resistirse al uso de nuevas tecnologías es ponerse el freno de mano y una linga atada a un objeto inamovible. El uso de nuevas tecnologías y los avances de la ciencia se ven todos los días: en los teléfonos celulares, en los tractores, en las sembradoras, en las computadoras… y la lista es larguísima. ¿Cómo no vamos a aplicar el mismo enfoque para la ganadería?”, se pregunta el asesor.
Una vez cumplidos los pasos anteriores, hay que armar el plan de trabajo, es decir, la hoja de ruta para avanzar, que incluye:
- Definición de cuáles van a ser los objetivos del mejoramiento genético.
- Determinación de qué datos se necesitan para hacer el relevamiento y después ir midiendo el progreso (por ejemplo, porcentajes de preñez, destete, etc.).
- Definición de los criterios de selección. Consiste en marcar los puntos por trabajar para ir avanzando en el mejoramiento. Por ejemplo, en un rodeo de cría, los rasgos por seleccionar en la vaca madre podrían ser las características de la ubre, precocidad, peso y tamaño adulto, etc.
- Selección de apareamientos y predicción de cuáles van a ser sus respuestas; es un ensayo necesario para ajustar el plan estableciendo prioridades.
- Multiplicación del programa. Para esto se puede poner como ejemplo que si el semen (la genética) que se usa para inseminar las vacas modera el tamaño adulto, el toro de repaso también debe cumplir esa premisa; si no, la homogeneidad de la población producida para reposición se pondrá en jaque.
Para cerrar el proceso, es clave la etapa de evaluación de cada ciclo -en uno, dos, cinco o diez años- que requiere ser lo más objetivo e imparcial posible. Así se van a aplicar los ajustes que todo plan requiere a medida que avanza.
Las vacas, clave del negocio
Cebral afirma que “en el mejoramiento genético de rodeos comerciales, la inseminación artificial juega un rol clave” porque:
- Concentra la parición y da mayor porcentaje de terneros “cabeza”.
- Ordena el manejo del rodeo (pasar por los animales por la manga ayuda a recopilar información sobre estado corporal, sanidad, vacas repetidoras, falladoras, de mal temperamento, etc.).
- Si se aplica un protocolo de inseminación artificial a tiempo fijo (IATF), saca a las vacas y a las vaquillonas del anestro. No hay que olvidar que solo hay 45 días para lograr 90% o más de preñez luego del parto.
Distintos ensayos muestran que, en rodeos bien manejados, la IATF más toro versus el servicio exclusivo con toros eleva el porcentaje de preñez y la “cabeza” de parición, lo que se refleja positivamente en más kilos destetados.
Por otro lado, al pensar en mejoramiento genético de rodeos comerciales siempre se habla de los toros. Pero también se deberían seleccionar las vacas, que son las que, en definitiva, dan forma al negocio ganadero. “Son las buenas vacas las que dan buenos terneros, buenos novillos y buenos toros, a través de altos porcentajes de preñez, destetes pesados, mejores hembras de reposición, etc.”, destaca Cebral.
“La vaquillonas de reposición que entran a servicio son la exposición del trabajo en el rodeo; deben ser mejores que las madres que las produjeron: más precoces que las vacas generales de generaciones anteriores, más femeninas, con mayor profundidad en las costillas, mejor ubre y alta fertilidad”, agrega. Para conseguir eso se puede recurrir a las características fenotípicas, que se pueden apreciar visualmente, y a las genotípicas, que no se ven, como la fertilidad, la facilidad de parto, la precocidad, la longevidad, la docilidad, etc.
Alfonso también resalta que “el criador debe tener en cuenta el tipo de carne que demanda el mercado y producir los terneros que, que luego de la recría y de la terminación, den el corte que requiere el supermercado o el bife de chorizo que compra un restaurante”.
Por último, recomienda que “para que los animales seleccionados puedan expresar todo su potencial genético hay que asegurarles correcta alimentación, sanidad y manejo en el ambiente que ofrece el campo”.
El toro como mejorador del rodeo
“Para elegir el toro por incorporar al rodeo, el foco tiene que estar puesto en determinar cuál es la madre ideal que se quiere generar, a partir de la vaca actual”, define el especialista. Para lograr ese cometido, la decisión debe tener en cuenta cinco puntos: los aspectos fenotípicos, el pedigrí, la producción, el origen del toro y los DEP. La suma de estos parámetros tiene un efecto multiplicador.
Los aspectos fenotípicos son los más fáciles de evaluar con la estructura, aplomos, circunferencia escrotal, lomo o cuartos. Por su parte, los registros de pedigrí establecen las bases de cada raza y posibilitan conocer como ha producido un reproductor, para predecir lo que puede esperarse de sus descendientes. “Es una información importante, que se usa desde hace mucho tiempo y está muy legitimada, que permite conocer con qué líneas de sangre se trabajará y cuáles son sus características (tamaño adulto, performance, etc.).
La producción posibilita analizar la performance de las crías a partir de un toro probado incluido en un catálogo. El origen permite saber qué vaca produjo el toro; se asocia a la cabaña que vende el reproductor, en la cual hay que evaluar la genética, sanidad y manejo que lleva a cabo. “Por ejemplo, si estoy buscando un toro de bajos requerimientos para un planteo pastoril, y voy a un campo de origen y veo que las vacas madres pesan 800 kilos y producen novillos terminados de 750 kilos, me estaría equivocando en la elección”, indica Cebral.
Los DEP (Diferencias Esperadas entre Progenies), apuntalados con la genómica, permiten predecir el potencial comportamiento de la descendencia de un toro en facilidad de parto o ritmo de crecimiento, por ejemplo. Son indicadores numéricos que predicen la calidad genética de las futuras crías respecto de una base de comparación. Los hijos de un toro pueden tener diferencias positivas o negativas en distintos rasgos como peso al nacer, peso al destete, peso al año, capacidad materna, docilidad y grado de marmoreo de la carne, entre otros. “Trabajar con DEP no suplanta la evaluación visual de los reproductores, sino que la complementa; permite ser más preciso en la búsqueda y en la selección de los padres que se necesitan para cada planteo productivo”, sintetiza Cebral.
No obstante, el especialista advierte que “aunque se trabaje con un toro superador en un rodeo, los cambios no son de 180° de una generación a otra; hay que tener una consecuencia que permita que, en dos o tres generaciones, se observen cambios notables y consistentes”.
Todo el proceso de mejoramiento genético descripto hasta aquí solo es posible “si hay un equipo de personas comprometidas, desde la cabeza de la empresa, en la punta de la pirámide, hasta su base. Todos alineados con los objetivos planteados y tirando para el mismo lado, desde los recursos humanos directos, como el personal de campo, como los indirectos, como el veterinario, el ingeniero, el asesor genético y el administrador”, recomienda el consultor.
Y concluye diciendo: “Desarrollar un plan genético de largo plazo en el rodeo utilizando un conjunto de herramientas de selección da lugar a un aumento de la productividad año tras año, con los mismos recursos forrajeros, humanos y de infraestructura. Como adicional, también dispara un ordenamiento y una mejor organización de las distintas etapas productivas de la empresa ganadera con nuevos datos, que también suman resultados a lo anterior”.
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