En los últimos diez años el uso de fertilizantes se incrementó un 50% en el país. Lejos de ser un crecimiento paulatino, marcado por las mejoras tecnológicas o por el empobrecimiento de los suelos, el aumento de consumo muestra saltos impulsados por el contexto de rentabilidad del productor agropecuario. Esto es entendible ya que el fertilizante es una inversión importante para la economía del productor, que se anima a incrementar su uso en ventanas que considera favorables. En estas etapas, el campo incorpora todos los conocimientos desarrollados en los ensayos y rápidamente da cuenta del tiempo perdido.
Luego de un largo período de estancamiento, la etapa entre 2016 y 2019 fue marcada por un impresionante incremento en el uso de fertilizantes, que demostró ser una estrategia clave en los distintos planteos para lograr altos rendimientos y la intensificación de la producción. Este crecimiento es aún más llamativo ya que el período abarca la sequía 2017/18 que golpeó duramente a los cultivos de verano. El driver de crecimiento fue la rentabilidad que otorgaban el potencial de respuesta y la relación insumo producto.
El fertilizante es un insumo fundamental para lograr rendimiento, calidad, rentabilidad y sustentabilidad, trabajando con una adecuada estrategia de nutrición para cada cultivo. Y la experiencia de los últimos años lo demuestra. El caso del trigo es quizá el más exitoso de la agroindustria en los últimos años: se duplicó la cosecha y se multiplicó la exportación.
Trabajando correctamente las dosis se solucionaron los problemas de calidad que se expresaron fuertemente en la campaña 2015/16. En el maíz se corrigió la fertilización de las siembras tardías y su manejo fue clave para lograr cosechas récord con este cultivo. En soja queda quizá la mayor oportunidad de mejora. La respuesta en este cultivo ha aumentado considerablemente en la medida que la oferta de nutrientes del suelo se va alejando cada vez más del potencial genético de los cultivares.
Inoculación y fertilización son dos herramientas que deben ir de la mano y que se potencian. Al no haber solucionado positivamente la fertilización del cultivo de mayor superficie, no podemos solucionar aún el balance de nutrientes, especialmente de fósforo y azufre.
Debido a la ya larga historia agrícola de nuestros suelos y a la extracción de nutrientes que se da naturalmente en la agricultura, debemos cambiar de paradigma. El análisis del suelo es perentorio en todo el país y los indicadores a monitorear hoy son variados. A las deficiencias de nitrógeno y fósforo se han sumado las de azufre y zinc. El trabajo de Fertilizar junto al INTA Balcarce permitió además anticiparnos a la deficiencia de potasio, que zonas de Entre Ríos y Corrientes han mostrado lotes con respuesta importante a la fertilización.
Esta campaña mantiene aún las buenas relaciones insumo producto que marcaron la última etapa de crecimiento. Transformar nutrientes en cosechas sigue siendo clave para aumentar la rentabilidad de nuestros cultivos. Además, es una herramienta fundamental para mejorar la sustentabilidad de los suelos. Esto se produce por dos vías, mejorando los nutrientes que quedan disponibles en el lote luego de la cosecha y aumentando, con el rendimiento, el carbono que ingresa al sistema.
Capitalizar como sector y como sociedad lo aprendido en las últimas campañas es fundamental para encarar esta nueva etapa.
El autor es presidente de Fertilizar AC
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