María Inés Di Nápoli desarrolló dos firmas, en una de las cuales lanzó al mercado argentino la primera calculadora de huella de carbono del país.
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“Voy a estudiar agronomía y tener una empresa con el mismo nombre que la que tenía mi padre”. Esa fue la promesa que hizo María Inés Di Nápoli cuando a sus seis años murió su papá, Hugo Alberto, quien en sus primeros años de vida le transmitió el amor por el sector y por el cuidado del medio ambiente. Un sentir que se terminó de germinar durante el tiempo que vivió en Copetona, un pueblo agropecuario ubicado en el partido de Tres Arroyos, al sudeste bonaerense. Allí el que no hace ganadería hace agricultura.
Ese amor floreció y hoy a sus 50 años recuerda con orgullo a esa niña, que a tan corta edad, soñó con ser la mujer en la que se convirtió. Fundadora una empresa que lleva el mismo nombre que la que tenía su padre y fundó, junto a su amiga María Laura Roberto, una compañía que lanzó al mercado argentino la primera calculadora de huella de carbono del país.
“Cuando empezás a emprender imaginas todo lo que querés ser, pero hasta lograrlo, tenés que transitar diferentes etapas. Realizás de todo y eso hice yo”, reflexiona la empresaria sobre el camino que recorrió hasta lograr su propósito.
Como primer paso se anotó en la Universidad Nacional de Balcarce para estudiar agronomía. Hacía dos años se había ido a vivir a Mar del Plata, su madre temía quedarse sola el día en que María y su hermano comenzarán la universidad. “Ella sabe que soy testaruda, que no iba a cambiar de idea y nos mudáramos ahí para que pueda estudiar”, detalla.
Con el título en la mano empezó a trabajar en la municipalidad de Mar del Plata, en donde se desempeñó cinco años. “No me adaptaba a los tiempos, estaba con mucha energía y no se podían hacer las cosas que a mí me gustaban y me fui”, cuenta.
Las ganas de emprender no le faltaban, pero lo único que tenía era una bicicleta. Con ayuda de su familia se compró una camioneta y empezó a ofrecer servicios. Primero hizo muestreos de suelo, mediciones, después con un GPS en cuatriciclo hasta que en 2003 su sueño se hizo realidad. Fundó Surco fértil, una empresa que brinda servicios vinculados a la agricultura de precisión y que tiene el mismo nombre que la firma de acopio de cereales de su padre.
“En la medida que fuimos creciendo nos fuimos dando cuenta que se generaba muchísima información, que debía ser geolocalizada y que para eso debíamos generar herramientas que le facilitaran la vida al productor”. Así, en 2016 fundó su segunda empresa, Puma, una plataforma que le permite al productor almacenar toda la información que se genera durante el proceso productivo.
El nacimiento de la AgTech se dio en un momento en que el sector vivía una especie de revolución digital y los productores comenzaban a adoptar esta tecnología. Eso hizo que fuera difícil sobrevivir los primeros años. “No teníamos clientes porque todavía había mucho desconocimiento sobre el tema”, cuenta.
Sin embargo, no bajó los brazos: ella sabía que al igual que había ocurrido en otros sectores, la digitalización de los datos y procesos en algún momento iba a llegar al agro. Luego se sumó a la sociedad su amiga Maria Laura Roberto, que es licenciada en empresas, a quien ella había conocido durante el tiempo en que trabajó en la municipalidad. “No podría haber hecho lo que hice sin Laura”, aclara.
La compañía dio un salto tras lanzar en 2021 la primera calculadora de huella de carbono de la Argentina, para que los productores y empresas agropecuarias puedan medir el impacto ambiental de su producción. “Superó ampliamente nuestras expectativas. Nunca imaginamos que íbamos a tener contrataciones de empresas globales y que los productores iban a querer empezar a medirse”, indica.
Actualmente, solo de productores clientes directos de Puma se está midiendo la huella de carbono de 500.000 hectáreas. Aunque aclaran que son más porque en ese relevamiento no se tiene en cuenta a las compañías que contrataron. A su vez, Di Nápoli cuenta que esta va a ser la primera campaña con datos de huella de carbono de trigo y de cebada a nivel de lote en diferentes zonas del país.
La Calculadora tiene como base de medición los estándares internacionales, y está acreditada y validada por la multinacional Control Union Certification, que garantiza la confiabilidad y veracidad de los resultados obtenidos.
“Es una herramientas que le permiten a las empresas medirse y a su vez aprender. Antes era muy complejo saber el impacto real que tiene en el sistema productivo por ejemplo el uso de fertilizantes, las aplicaciones de productos protectores de cultivos. En cambio, ahora nosotros le brindamos la posibilidad de saber cómo impacta en un maíz, en una soja, en un trigo o en una cebada y tener tus emisiones a nivel de lote”, detalla.
Por otro lado, explica que te permite saber qué ocurre con el carbono suelo. “El mercado de bonos de carbono es algo nuevo y notamos mucho interés de los productores por empezarse a medir. El problema es que muchas veces no saben cómo”.
Según Di Nápoli los productores argentinos y otros lados quieren mostrar lo bien que hacen las cosas, pero requieren de herramientas simples. “Hicimos una encuesta y nos sorprendió el resultado. Las métricas indican que arriba del 90% de los encuestados decía que se quería medir. Cuando le preguntaba por qué no lo hacían, decían que no tenían con que o qué implicaba costos muy altos”.
En la campaña de trigo y cebada, que prácticamente está terminada, va a ser la primera con datos de huella de carbono de dichos cultivos a nivel de lote en diferentes zonas del país y están terminando el desarrollo para poder escalar este producto a diferentes regiones. “Estamos muy avanzados y creemos que a medidos de febrero estamos terminando para poder entregar la huella de carbono en Brasil, Paraguay y Bolivia”, cuenta.
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