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Profundo pesar en el agro provocó el fallecimiento del ingeniero agrónomo y docente Alberto Eduardo Etiennot, ayer, a los 78 años.
Recibido en la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires, desarrolló una intensa actividad educativa a lo largo de más de 40 años. Cubrió todas las categorías docentes en la UBA, desde ayudante honorario de segunda hasta profesor titular en la cátedra de Sanidad Vegetal.
Fue también decano de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UADE y se desempeñó, además, como director nacional de Educación Agropecuaria del Ministerio de Educación.
Apasionado por su trabajo, se especializó y convirtió en uno de los máximos referentes regionales en aspersiones agro aéreas. Fue experto contraparte de Naciones Unidas para la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) y dictó innumerables cursos de grado y de postgrado, además de experiencias en campo que le valieron de un enorme reconocimiento en Argentina, Brasil y Uruguay.
Ha dirigido grupos de investigación y publicó trabajos en el país y en el exterior con comité evaluador.
Fue miembro del Consejo Profesional de la Ingeniería Agronómica. Socio Fundador del capítulo Argentino del The International Agribusiness Management Association (IAMA), integró también la Comisión de Tecnología de Aplicación de productos Fitosanitarios de la Secretaría de Agricultura, Pesca y Alimentación y del Instituto Argentino de Sanidad y Calidad Vegetal (Iascav).
En los últimos años de su vida profesional, Etiennot se desempeñó como asesor externo de la Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes (Casafe), con quienes trabajó denodadamente en la divulgación de las buenas prácticas agropecuarias para el uso responsable de los agroquímicos durante todo su ciclo de vida.
“Más allá de sus innegables y reconocidos pergaminos como profesional, fue un hombre honesto y de bien. Generoso, amigo y familiero a más no poder, siempre tenía una humorada para compartir con quienes lo rodeaban”, destacaron su mujer e hijos. Casado con Mercedes Rigo, tuvo cuatro hijos y ocho nietos.
LA NACION