Se trata de ejemplares de Bashkir Curly y desde Maquinchao, en la provincia de Río Negro, los Rodríguez-Sede los crían de hace más de 14 años y quieren que no desaparezcan
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Por casualidad, la familia Rodríguez-Sede se convirtió en la única criadora de Sudamérica de una raza equina casi desconocida y, por poco, extinta. Se trata de los Bashkir Curly, los llamados caballos con rulos y, desde la Patagonia, buscan preservarlos.
Todo comenzó cuando el veterinario Gerardo Rodríguez, luego de trabajar en diferentes haras y en el área equina del Ejército durante muchos años, en el 2008 decidió volverse a su pueblo natal, Maquinchao, ubicado en el centro sur de la provincia de Río Negro. Allí ingresó en el Senasa como profesional.
En un principio, su labor era recorrer algunas zonas de la provincia y hacer diferentes relevamientos de productores. En uno de esos viajes que realiza, en un pequeño establecimiento ganadero en la meseta de Somuncurá encuentra un caballo que parecía “sudado” y, cuando preguntó qué le sucedía, el dueño le respondió: “Mis caballos tienen rulos todo el invierno que luego en el verano se les va”.
Entusiasmado por esa particular característica y como amante de los caballos, enseguida Rodríguez dijo para sus adentros: “Yo quiero algunos para armarme de una tropilla”.
De a poco, empezó a comprar a diferentes vecinos de la región y llevarlos a su pequeña chacra de Maquinchao, sin imaginar que ese primer encuentro casual iba a derivar en la crianza de una raza misteriosa. Pasaron los años y, en la medida que la manada crecía, aumentaba su curiosidad de saber por qué en solo esa zona había este tipo de caballos cimarrones.
En 2016, junto a su mujer Andrea Sede decidió contactarse con dos organizaciones internacionales de equinos para averiguar si existía en el mundo alguna raza de caballos con esa particularidad. “Nos dijeron que sí, que se llamaba Bashkir Curly y que había ejemplares en Estados Unidos, en Rusia y también algo en España. Pero que en Sudamérica no tenían datos de la existencia de alguno. Cuando nos contactamos con esta gente para decirles que nosotros habíamos encontrado estos caballos que estaban sueltos no nos creían. Nos pidieron fotos, muestra de pelo, de sangre y ahí empezó toda la investigación”, cuenta Sede a LA NACION.
Al año siguiente, mandaron las muestras pero no llegaron bien a destino, por lo que en 2019 el biólogo Mitch Wilkinson, de la Universidad de A&M, en Texas, llegó a Maquinchao para ver los caballos y tomar las muestras de pelo y de sangre.
De esos estudios descubrieron algo “rarísimo”: la mutación que genera los rulos en los caballos en la Argentina no es la misma de la de Rusia ni la de Estados Unidos. “Es única en el mundo, o sea que son únicos no solo en Sudamérica sino en el mundo. La mutación del gen es distinta. Lo sorprendente es que los pobladores no sabían que tenían esa raza en sus campos, solo veían que año a año cada vez había menos. No los usaban, solo estaban ahí”, describe.
Según detalla, hay tres teorías que tratan de entender cómo llegaron estos caballos al país. “Una es una expedición realizada por el obispo Trejo, la otra es cuando llegó don Pedro de Mendoza en el año 1536 y la última que los templarios, al traer el Santo Grial a la meseta de Somuncurá, lo hicieron montando estos caballos. No sabemos cuál de ellas, la que más se acerca es la de Pedro de Mendoza, porque en las muestras también sale que tienen sangre española. Pero pasó el tiempo y quedaron perdidos en la meseta patagónica hace más de 500 años. Es una raza muy antigua que queremos conservarla”, dice.
Pero no es una tarea fácil, sobre todo en la Patagonia, con recursos escasos por la zona donde los crían, sumado a los económicos. Allí, con mucho esfuerzo, los Rodríguez llevan adelante la actividad ganadera ovina. La idea es mantener y proteger la raza pero les encantaría que, habiendo tan pocos ejemplares, se sumen criadores a la movida. Hoy la familia tiene 40 ejemplares.
En este sentido, en Nuestros Caballos el sábado 2 de marzo a las 14, darán una charla contando su historia. “Con una alzada de 1,4 en los Estados Unidos se usan para equinoterapia, para niños. Por eso queremos que estos caballos argentinos tengan el mismo destino. Son pacientes y amables, especialmente con los niños, las personas miedosas y aquellas con capacidades diferentes. No solo son dóciles por naturaleza, mansos e inteligentes sino que además son hipoalergénicos”, finaliza.
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