Aristides Torello no pudo evitarlo: a las 12 de la noche salió de su casa y fue al campo a controlar el cereal. Ocurre que esa mañana, un conocido que pasaba por un camino rural lindero a su terreno le había avisado que tenía silobolsas rotos. ¿El daño? Cuatro rotos, dos de maíz (450 toneladas) y dos de soja (350 toneladas). Torello es de San Basilio, Córdoba, y sufre como otros productores los ataques que ya llevaron a 87 la cantidad de silobolsas vandalizados en lo que va del año.
"Ayer no tuve tiempo de llamar a la policía porque anduve como loco tratando de armar la logística para cargar esto. Anoche me fui a dar una vuelta, a mirar", cuenta. Las fotos acompañan su relato: un silobolsa tajeado y arrugado, rebosando de cereal, se recorta contra el cielo negro, iluminado por el flash.
Hace 20 días, Torello se había encontrado con otro silobolsa de soja roto. "No lo denuncié ni lo hice viral en ningún lado. Ahora lo hice porque ya me superó la situación", agrega el productor. Alerta que le preocupa la posibilidad de que vuelva a suceder.
Torello ve estos ataques como un atentado al sector que puede salvar al país. "Tenemos muy poca infraestructura para sacar la cosecha. No tenemos ferrocarril, hay que salir con camiones. Pero no hay camiones para sacar toda la producción de golpe y las rutas están destruidas, entre Córdoba y Rosario hay cráteres", enumera Torello. Sumado a la baja histórica del Río Paraná, que impide que entren los buques a cargar, el silobolsa parece ser la única respuesta logística.
"Esto no es bueno para nadie, más en la situación tan delicada que estamos atravesando donde el campo puede ser uno de los grandes motores para paliar la crisis", señala Torello.
A Lucas Venanzi le rompieron también silobolsas. Hace unos dos o tres años habían entrado a su campo en Elisa, provincia de Santa Fe, y le habían roto tres silobolsas. Aunque hizo la denuncia, el hecho nunca se esclareció. Hoy agrega siete más a su haber, esta vez en Constanza, a 40 kilómetros de la ciudad santafesina de San Cristóbal. Las bolsas afectadas contenían 600 toneladas de soja.
"Quien lo hizo no fue ningún improvisado porque no dejó rastro y el daño está muy bien hecho. Si yo lo tuviera que hacer seguramente no me sale tan bien", indica Venanzi. "Hay una suerte dentro de la desgracia: estos son días en los que podemos contar con los caminos. Si no, se podría haber perdido todo", agrega el productor, en referencia al clima.
Venanzi cree que la gente que hace estas cosas piensa que el productor usa el silobolsa para especular. Torello no niega esto. "Es un negocio", dice. Pero Venanzi explica que muchas veces se ven obligados a usarlos como herramienta de almacenamiento por cuestiones que están fuera de su control. "Tenemos caminos rurales que normalmente no están demasiado atendidos y cuando hay temporal no podemos ingresar a retirar el cereal", señala.
"Sabemos que estamos expuestos", dice Venanzi, e insiste con lo azaroso del quehacer rural: "En esta actividad siempre hay un factor de suerte, ahora contamos con otra suerte más, que es tener en el momento de recolección de la cosecha toda la disponibilidad como para no tener que recurrir a silobolsas", completa.
Tanto Torello como Venanzi hicieron las denuncias correspondientes por estos últimos ataques. "Fue muy bueno el accionar de la policía", destaca Torello. "Lo que pasa es que la zona rural que controlan supera ampliamente los recursos que tienen", añade. Los productores se sienten librados a su suerte.
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