En el sector denuncian un fuerte incremento de costos mientras sus precios quedaron relegados
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El apicultor Diego Bessone tiene en filas más de 300 tambores que albergan su producción completa de miel de la temporada 2022/2023, una reserva que, paradójicamente, no debería estar en ese lugar: ya los debería haber vendido. Sin embargo, decidió no hacerlo porque al intentar comercializar esos más 700.000 kilos el precio que le ofrecían estaba por debajo de los valores que recibió el año pasado.
“Estamos desesperados porque a los costos operativos los tenemos que seguir afrontando para mantener el negocio, pero con estos valores [de precios ofrecidos] llevamos mucho tiempo sin poder vender la miel; necesitamos tener ingresos para enfrentar los gastos”, comenta el productor, que tiene 3000 colmenas distribuidas en un radio de 100 kilómetros en Freyre, una localidad ubicada en el centro-este cordobés.
Según detalla, durante la temporada 2021/2022 recibían $680 por cada kilo de miel que vendían, llegando incluso a sobrepasar la marca de los $700 en ciertos momentos. Sin embargo, en el transcurso de este año las ofertas que le llegaron oscilaban los 400 pesos por kilo.
“Con una inflación del 115% anual y una oferta del 50% del valor de lo que vendimos el año anterior, no hay ninguna forma de hacer cerrar los números. Hay productores que lo pueden aguantar, pero la mayoría, que son los más pequeños, les es imposible”, dice.
El productor asegura que la situación es “alarmante” porque están a tres meses de salir a cosechar de nuevo y necesitan comprar tambores vacíos, alimentos para esta última parte del año, y otros insumos. “Estamos en la disyuntiva porque si el año que viene vuelve a valer $400 la miel, no llegamos”, sostiene.
Esta situación que sufre el productor Bessone la viven con preocupación en todo el sector apícola. En ese sentido, Rubén Montero, delegado del Consejo Nacional Apícola de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), alertó: “Muchos productores empezaron a regalar las colmenas o venderlas a un precio irrisorio con tal que no se les mueran en el campo. Otros las dejan sin alimentar y curar, por lo cual hay una gran mortandad de colmenas, y hay quienes directamente están dejando la actividad, que no son pocos”.
Según detalló, en Tandil, donde produce, el precio de la miel aumentó aproximadamente un 38%. Pero los insumos tuvieron incrementos mayores. Entre los costos de la alimentación, el azúcar subió aproximadamente 320% y esta semana les comunicaron que el jarabe de maíz, que había estado ajustándose con la inflación, se elevará un 20% debido al impacto del dólar maíz.
“Nunca se dio esta relación de que la miel esté más barata que el azúcar. Hoy a la mesa de los argentinos les conviene endulzar con miel y no con azúcar por la relación del precio”, apunta.
En tanto, el envase o el tambor, que tiene valor en chapa, el año pasado subió un 35% en dólares y este año lleva otro 14% de incremento. También se encarecieron el combustible y la mano de obra.
En consecuencia, remarca que el sector apícola esta trabajando “con rentabilidad negativa”. Una situación que, asegura, se sufre de forma generalizada en todo el país, pero más en Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos, y el norte de Buenos Aires, zonas afectadas por el fenómeno climático.
De acuerdo a los datos del Registro Nacional de Productores Apícolas, en el país hay poco más de 17.000 productores registrados con 3,8 millones de colmenas. Se pagan dos precios de miel según el color y la calidad: el claro, a 510 pesos el kilo a granel, y el oscuro, a $340.
A los bajos precios se suma una fuerte caída en la producción debido a los efectos de la sequía. Obtuvieron entre un 10% y un 20% de lo que sacarían en un año normal. “Los productores están tratando de sobrevivir económicamente para llegar a la próxima temporada y esperar un cambio en la economía”, se lamenta.
“Un gran porcentaje de los productores se involucra en la apicultura como su segunda actividad. Sin embargo, en este contexto, para aquellos de nosotros que nos dedicamos exclusivamente a esta labor, nos encontramos descapitalizados y recurriendo a créditos”, indica Montero, quien también conduce una empresa de miel. “El problema es que no somos considerados sujetos de crédito confiables en los bancos, ya que nuestras principales inversiones, que son las colmenas, no son aceptadas como garantía”, agrega.
Esta nota se publicó originalmente el 2 de agosto de 2023
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