Sin retenciones y con un fuerte respaldo estatal, el farmer puede estar 100% enfocado en lo clave del negocio agrícola: producir más
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EDFORD, Estados Unidos.- En el marco del último Farm Progres Show en este país, recorrimos parte del corn belt (cinturón maicero) entre los estados de Illinois y Iowa. La gira fue larga e intensa, desde Chicago hasta Indianola, donde el denominador común en el paisaje eran los lotes de maíz y soja exclusivamente, con algún lote de alfalfa esporádico salpicado entre ellos.
Además de no poseer retenciones al precio de sus granos, aquí también cuentan con características contrastantes a nuestra región, empezando por sus condiciones ambientales, donde no solo la temperatura y la radiación son disimiles a las nuestras sino su principal limitante: el agua. En el cinturón maicero se necesita esperar a que se derrita la nieve del invierno para poder empezar una siembra con el perfil garantizado. Se obtienen precipitaciones entre los 600 y 700 mm durante el ciclo del cultivo.
Su principal similitud con nuestra pampa húmeda es la asignación de cultivos por superficie, donde predomina el maíz y la soja en segundo término. No vimos en todo el recorrido otro cultivo de verano que no sea maíz y soja.
Entre los productores visitados estuvimos en una granja en el límite este de Iowa, perteneciente a la familia Baum, que nos comentaba que, por cuestiones de rentabilidad, esta campaña hicieron el 50% del área con soja y el 50% de maíz, pero si ellos tendrían que elegir hubiesen preferido hacer 100% maíz que es su cultivo preferido.
La granja de los Baum es séptima generación de productores agrícolas llegados desde Alemania en 1848 y siguen viviendo en el campo. Es aquí, quizás, la primera gran diferencia con los productores argentinos de la zona núcleo, por ejemplo, ya que el productor del corn belt sigue siendo un productor dedicado exclusivamente a trabajar su tierra y su interés es simplemente aumentar el rendimiento físico de la empresa. Ellos dedican todo su conocimiento y esfuerzo a mejorar la eficiencia productiva ya sea a través del uso de lo último en maquinarias agrícolas como en la utilización de insumos.
En tanto, el productor argentino ha tenido, a lo largo de los últimos 30 años, que transformarse en un conocedor de varias aristas más del negocio para poder sobrevivir, al punto que no creo que ningún productor norteamericano pueda sobrevivir mucho tiempo bajo las condiciones nuestras. Nuestros productores han sabido apropiarse de saberes destinados a enfrentar riesgos permanentes en lo que respecta a variables económicas y comerciales del negocio agropecuario.
El farmer ha sido respetado y ayudado por políticas estatales que siempre lo acompañaron y apoyaron en su país, generando un marco a lo largo de los años que le permitió dedicarse exclusivamente a hacer lo que saben: producir.
En cambio, la coyuntura de la Argentina ha llevado a que gran parte de nuestros productores hayan abandonado el campo como lugar de vivienda y, en numerosos casos, hayan terminado dando en alquiler (aproximadamente el 70% del área en la Argentina y menos del 40% en los Estados Unidos es arrendada). Este escenario generó cambios sustanciales en la manera de entender y hacer agricultura en la Argentina, donde la rentabilidad es la herramienta de decisión permanente a la hora de tomar decisiones.
En todos los establecimientos visitados en Estados Unidos ninguno de los productores elaboraba un simple margen bruto para saber cuál era su rendimiento de indiferencia, sin embargo, todos habían tomados crédito estos años para la compra de maquinaria, todos fertilizaban al máximo y también compraron la mejor genética disponible en sus semillas, sin mirar el precio.
Esta tendencia hacia la búsqueda de la máxima productividad siempre les ha permitido incorporar todas las innovaciones tecnológicas disponibles del mercado. En cuanto a la siembra, por ejemplo, vimos sembradoras que cuentan con dosificadores de fertilizante sólido accionados por un motor electrónico para control surco por surco y dosis variable que se complementan con un sensor óptico para cada uno de los surcos que monitorea la labor del motor electrónico.
Presenciamos sistemas de control total en pulverizadoras, pico a pico de la dosis, presión y tamaño de gota, independiente de las condiciones ambientales y operativas que cuentan con un sistema de recirculado del caldo para purgar el circuito sin expulsar el producto y lavar con agua limpia después de las aplicaciones eliminando los residuos.
Diferencias
Otra diferencia sustancial en el sistema de producción norteamericano es la ausencia del técnico- asesor y monitoreador de cultivos. Son, en la mayoría de los casos, los mismos productores los que siembran, pulverizan, cosechan y, además, recorren sus cultivos, asesorados técnicamente por los proveedores de insumos y herramientas tecnológicas.
Este es un punto clave en la eficiencia del negocio del productor argentino, ya que, en cambio, el técnico asesor ha sido el encargado de planificar, asesorar y recorrer los cultivos, principalmente debido a las grandes extensiones sembradas, distancias entre lotes y, además, porque en gran parte de la Argentina el productor no vive en el campo. La posibilidad de tener un técnico independiente y objetivo, sin vinculaciones comerciales, ha sido sin duda gran parte del éxito de numerosas empresas agropecuarias argentinas.
Debido a la ausencia de técnicos a campo, ellos deben simplificar y achicar al máximo el error a través de herramientas tecnológicas que los ayuden en la búsqueda de la eficiencia en el manejo del cultivo. Una herramienta en desarrollo que conocimos es Smart Scout para monitorear cultivos, donde con una cámara del teléfono se puede medir la calidad de siembra en vivo que, además, brinda un reporte rápido y sencillo con las métricas importantes de la siembra.
Otra tarea como la del diagnóstico de nutrientes y recomendación de fertilización ya tiene cambios sustanciales, con la utilización de laboratorios de suelos totalmente automatizados, de pequeño tamaño, que se autocalibran y ejecutan muchas muestras automáticamente que casi eliminan todas las intervenciones humanas que ocurren durante el proceso de laboratorio tradicional, dando a los usuarios la confianza para producir un análisis de suelo de precisión en minutos y georreferenciada.
Gran parte de los productores visitados venden el maíz casi por completo a plantas de etanol y la soja a exportación. Todos contaban con capacidad instalada de almacenamiento en el campo y el trasporte lo hacían con camiones propios hasta las barcazas o estaciones de trenes de carga. Otro tema destacado, a diferencia de la Argentina, es el seguro, que los cubre en un 85% del rinde promedio de los últimos cinco años por precio definido por el Gobierno.
En esta zona del país, durante la siembra y cosecha trabajan desde las 7 hasta las 22 y en estos periodos contratan mano de obra temporaria para ayudarles y los domingos no se trabaja sea cual fuese el momento del año.
En este marco, una similitud con la Argentina parece ser la producción porcina, ya que visitamos dos establecimientos agrícolas que anteriormente eran también productores porcinos que tuvieron que abandonar la actividad debido a la baja rentabilidad que obtenían produciendo cerdos. Los dos nos dijeron que es imposible mantenerse en el rubro si no se está integrado en la cadena.
Los robos en los establecimientos son casi inexistentes. Al respecto, un productor nos contaba que en cuatro generaciones solo habían tenido un robo de herramientas en uno de sus galpones y que todos los productores poseen armas de fuego.
En síntesis, las asimetrías entre los productores del norte y del sur de nuestro continente son varias, pero, principalmente, están dadas por políticas hacia el sector que fueron transformando la idiosincrasia de cada uno de ellos. El productor agropecuario norteamericano tiene una alta representación en las decisiones del Estado para con ellos, donde es bien visto por la sociedad y es símbolo de cada una de las regiones donde habita, permitiéndole transitar su vida productiva con el acompañamiento del Estado que lo apoya y ayuda en cada una de las dificultades que ofrece la actividad.
Estas características han provocado que el productor se enfoque más en las actividades meramente productivas y le permita ir incorporando todas las herramientas del conocimiento para mejorar su productividad. En cambio, el productor argentino ha tenido que saber sortear todos los vaivenes del país y los que han sobrevivido han mutado a una especie de productor/empresario muy versátil, en el cual su herramienta de decisión siempre está signada por la rentabilidad de lo que desea emprender dentro de un escenario de riesgo implícito que, además de ambiental, es de mercados internacionales y un Estado que no siempre lo ha sabido acompañar, dificultándole en numerosos casos la incorporación de tecnología a sus sistemas.
El autor es asesor de productores
Se publicó originalmente el 7 de septiembre pasado
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