El megaoperativo policial que desnudó la corrupción y la falla en los controles sanitarios provocó el cierre inmediato de grandes mercados y movió el tablero internacional
Cuando todas las preocupaciones de la cadena de la carne local pasaban por achicar la tajada de los evasores, aumentar los novillos que pueden abastecer el valioso mercado europeo, lograr que China compre carne con hueso y menudencias, y prender velas para que Trump no pulverice el regreso de la carne fresca argentina a su territorio, un inesperado golpe de timón vino a reordenar la jerarquía de todos los temas. La industria cárnica de Brasil, el mayor proveedor mundial de carne y pollos, sufre desde hace una semana su propio Lava Jato, que se dio en llamar operación Carne Fraca (débil, sin consistencia).
Son tan grandes la cantidad y el tipo de acusaciones, de plantas involucradas y el tamaño de algunas, que lo que abunda es consternación y confusión. Carne podrida, envases reetiquetados, conservantes y colorantes prohibidos, sobornos y presencia de bacterias fueron los ítems más resonantes que ventiló la Policía Federal brasileña y que los medios amplificaron a escala global. Hasta el miércoles, habían sido suspendidas 21 plantas. China, Hong Kong, Japón, la UE, Suiza, Egipto, Sudáfrica, México, Chile, Jamaica y Trinidad y Tobago le cerraron fronteras a la carne brasileña, mientras que Estados Unidos, Corea del Sur y Arabia Saudita aumentaron los controles.
El resultado: las ventas de carne de Brasil cayeron de un promedio de US$ 63 millones, en marzo de 2016, a US$ 74.000, el martes, según el Ministerio de Desarrollo y Comercio Exterior. El pollo es el 5° rubro de exportación del gigantesco país y la carne bovina, el 9°. Entre ambos le ingresaron cerca de US$ 13.000 millones en divisas el año pasado. Realmente, este escándalo es un soco do estômago para Brasil (acá diríamos un cross a la mandíbula), como definió Blairo Maggi, el ministro de Agricultura del país, que ya venía cargando una crisis política y económica importante.
En un gesto desesperado y bufonesco, el presidente brasileño, Michel Temer, se fotografió comiendo carne en una parrillada que organizó para embajadores. Los medios dijeron que la carne venía de la Argentina. Gol en contra. Hay quienes hablan de maniobras de la Policía Federal, de internas políticas, de problemas con el Bndes, principal financista de esta industria. Las empresas no saben qué decir. No hay un plan de contingencia.
Algunas de las acusaciones recaen en dos de las mayores empresas brasileñas, JBS y BRF, que también pasaron a ser de las mayores en la Argentina. Pero más allá de las posibles consecuencias particulares, habrá un impacto directo en toda la carne de exportación argentina, que justo está intentando levantar cabeza luego del ahogo que sufrió durante el kirchnerismo y aún no logra representar el 10% de la faena.
Para los expertos todavía hay mucha incertidumbre. "Puede haber un beneficio de cortísimo plazo, pero los problemas alimentarios nunca benefician a la industria", opina Miguel Gorelik, director de Valor Carne. Los frigoríficos dicen que ya tienen más consultas desde los dos países que más carne argentina compran: China y Chile, que se llevaron el 36% y el 17% del total en 2016. Pero hay cautela. "China consume 6 millones de toneladas de carne, y le compra a Brasil 150.000, cerca de 2%", relativiza Gorelik. Por el lado del vecino Chile, el que estaría sacando provecho de la ausencia brasileña hasta ahora es Paraguay, por sus menores costos.
Respecto de los pollos, Roberto Domenech, titular de la cámara CEPA, coincide en que estas noticias complican el mercado en todo el mundo. En la coyuntura, las empresas tienen más consultas, señal de que varios buscan proveedores alternativos. Más que sustituir el gigantesco volumen brasileño, aspira a que haya una recuperación de precios. "Una suba del mercado ayudaría. Estamos con costos más altos que los precios internacionales; algunas empresas no abandonan la exportación para no perder clientes, pero otros no la pueden sostener." Para el dirigente, México aparece como oportunidad.
Sombras en las negociaciones
Para Marcelo Elizondo, ex titular de la Fundación Exportar y director de la consultora DNI, "se está viendo una sobrerreacción de los mercados y autoridades sanitarias, habitual en estos casos, que genera un mercado para los próximos meses". Para él, es pronto para medir el impacto de esta noticia, "y en todo caso no me parece que sea monocolor: los dos países están muy cerca, las mayores empresas brasileñas operan acá... Hay claroscuros, y genera un ruido en la región. Posiblemente algunas empresas sepan aprovechar ciertas oportunidades y otras no".
En la misma línea, desde Uruguay, Rafael Tardáguila, director de World Beef Report, recuerda que en los últimos años las empresas globales fueron eliminando las identificaciones nacionales para pasar a la denominación de carne sudamericana, argumento que ahora se vuelve en contra. En el corto plazo, también prevé que en la coyuntura tanto Uruguay como la Argentina pueden aprovechar el hueco de más de 15.000 toneladas mensuales que dejará Brasil en China.
Las mayores dudas aparecen por dos lados. La primera, ¿qué va a hacer Brasil con toda la carne que no podrá colocar en los países habituales? Seguramente irá a terceros mercados a precio de saldo, y allí todos quedarán fuera de carrera. La principal preocupación en este sentido es Rusia, el 7° destino de la carne argentina, que supo ser el primero y ahora parecía querer repuntar.
La segunda refiere a las negociaciones internacionales. Aunque Elizondo, Gorelik y Tardáguila coinciden en que técnicamente no hay relación, dos lobbies poderosos ya están tratando de sacar provecho de esta situación y elevando planteos: el lobby agrícola de Francia, afectando las negociaciones UE-Mercosur, y el de Estados Unidos, que hace más de 15 años demora sin argumentos técnicos la reapertura de su mercado a la carne fresca argentina.
Viendo el vaso medio lleno, Elizondo dice que es una gran oportunidad para hacer las cosas bien y, lentamente, ir recuperando los clientes perdidos en la década pasada.
El mercado interno, sin novedades
Mientras esperan cómo van evolucionando los mercados internacionales, acá nadie quiere hacer olas. Los argentinos comen más de 105 kilos de carne al año (más de 55 kilos de vacuna, 45 de pollo y 15 de cerdo), y todos en el sector recuerdan que este tipo de crisis, como con el mal de la vaca loca o el virus aviar, deterioran el consumo y alimentan a distintos grupos de interés anticarne, como veganos, ecologistas y hasta competidores.
A diferencia de aquellas crisis, aquí no se conoce que haya habido personas afectadas, sino que se denunciaron procedimientos y hechos ilegales en Brasil. Pero en las redes sociales circulan textos, sin firma, que llaman a dejar de consumir "preventivamente" las marcas de las empresas brasileñas que operan en la Argentina, cuya producción es mayoritariamente local. En un intento de llevar tranquilidad a los consumidores, el Senasa anunció que reforzaría los controles de los productos que vinieran de Brasil.