Mike Barrow es dueño de la bodega Costaflores Organic Vineyard en Luján de Cuyo, en Mendoza, y en 2018 decidió comercializar la cosecha por medio de un criptoactivo bajo el nombre de MTB18
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Nada encaja mejor en la vida del productor norteamericano Mike Barrow, dueño de la bodega Costaflores Organic Vineyard en la provincia de Mendoza, que el lema del Congreso CREA 2022: “Ampliá el campo de tu mirada”. No es para menos, este emprendedor extranjero fue más allá de su actividad vitivinícola y armó un esquema para vender directamente a sus clientes todas las botellas de una partida poco tiempo después de la cosecha a través de de criptoactivos.
Hoy su bodega tiene 19 años. Todo comenzó cuando, en 2003, el también consultor informático decidió introducirse en la actividad adquiriendo una finca en Perdriel, Luján de Cuyo, para luego colocar plantas de Malbec, Cabernet Sauvignon y Petit Verdot para trabajar dentro de una producción orgánica. En 2007, llegó su primera cosecha y, a cuyo producto terminado decidió llamarlo Mike Tango Bravo o MTB. En detalle, ese vino poseía un 55% de Malbec, un 35% de Petit Verdot y un 10% de Cabernet Sauvignon.
Según comentó, cuando comenzó a aflorar la tecnología blockchain, entendió que era una excelente posibilidad para dar un giro digital a su emprendimiento. Y así fue que en 2018 comercializó su primera partida tokenizada por medio de la venta de un criptoactivo bajo el nombre de MTB18, con respaldo en botellas de vino de ese ciclo productivo. Para Barrow, sin dudas en poco tiempo la tecnología de blockchain irá adueñándose de otras actividades económicas.
Explicó que, de manera habitual, la gran parte de las bodegas esperan largo tiempo para ver reflejada su producción en rentabilidad. “La enorme ventaja de tokenizar los vinos es que se puede empezar a venderlos pocos días después de finalizar la fermentación. Es decir, las bodegas pueden emitir los tokens a la venta una vez que hayan terminado de calcular el volumen total de botellas por elaborar, analizar el vino y declarar las partidas al Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV)”, contó.
Recordó que en la campaña de 2018 la producción fue de 16.384 botellas, por lo que se emitieron 16.384 tokens valorizados, al precio mayorista del vino que, cuando está en su botella el poseedor del tokens puede cambiarlo -redimir en el lenguaje del blockchain- por botellas de vino, guardarlos o venderlos en la plataforma digital de la bodega. Explicó que los tokens tienen una duración de una década y que luego expiran.
Según dijo, mientras que el token de la campaña del 2018 tiene un valor actual de US$5,7, el del año pasado es de US$1,79. “No controlo el valor del peso o del dólar, lo que sí controlo el vino que intento hacerlo cada vez mejor”, indicó.
Otra cuestión no menor en el negocio que busca llevar adelante Barrow, es lo que llamó “OpenVino”, con el que quiere obtener la “transparencia extrema” de su bodega, dando a conocer en tiempo real datos contables, comerciales y analíticos, bitácoras de trabajo, registros tomados por sensores ambientales y transmisión de imágenes.
Otro eje está en la trazabilidad, donde trata de reclutar clientes y fidelizarlos: “Veía que salían las cajas de vino desde Mendoza a Buenos Aires, Barcelona o Nueva York y me preguntaba quién está detrás de cada copa y cómo medir la experiencia de cada persona con el vino”.
Por último, dijo que en la actualidad, la Argentina es uno de los países más importantes en el desarrollo de estas nuevas tecnologías, que tienen una potencialidad para intercambiar valor. “Hay que proteger esa gallina de los huevos de oro porque estamos en un momento único”, cerró.
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