Según el citricultor Ricardo Ranger, de Misiones, que perdió miles de kilos de limones por la falta de cosecheros, los beneficios del Estado dificultan que la gente acepte ser contratada
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La desesperación que refleja el productor citrícola de la localidad misionera de Eldorado, Ricardo Ranger, es enorme. No tiene consuelo al ver como pasan los días y no consigue personal para cosechar sus plantaciones de naranjas en Colonia Delicia. Teme que se repita la historia del invierno pasado cuando por falta de gente disponible perdió 1,2 millones de kilos de limones.
La cronología de este problema de la escasez de mano de obra data de varios años y Ranger tiene sobre sus espaldas la preocupación de perder mercados al no poder cumplir con los pedidos a sus compradores. “No dudarán en buscar otros proveedores de frutas, en caso de no poder responder”, dice.
En los pueblos del interior, las radios locales, además de informar, tienen una función social, donde muchos de los anuncios tienen que ver con pedidos y ofertas de trabajo. Días atrás, tal era el grado de angustia de Ranger que hizo un aviso solicitando cosecheros de la zona para su finca.
“Fue muy triste la sensación cuando al finalizar el día le escribí al periodista de la emisora para preguntarle si algún interesado había llamado para trabajar y me respondió que los únicos que lo habían hecho fue para preguntar cuándo eran las fechas del cobro de los planes. Es lamentable adonde hemos llegado. Nadie quiere trabajar. Es un problema gravísimo y todos dan vuelta la cara y miran para otro lado. Trabajar se ha vuelto una palabra prohibida”, cuenta a LA NACION.
Para Ranger, los últimos anuncios del ministro de Economía y candidato a presidente, Sergio Massa, a finales de septiembre sobre un subsidio de $94.000 para aquellos trabajadores informales terminó por sacar el poco personal con el que contaban estas economías regionales.
“Ahora más que nunca hay una gran deserción de mano de obra para la cosecha de los citrus. Yo tenía contratadas unas personas y cuando estas se enteraron de ese nuevo subsidio me mandaron el telegrama de renuncia y se fueron para cobrar ese beneficio. Repartir plata lleva a que cada vez haya menos gente que quiera trabajar. En algunos rubros hay que buscar con una lupa para encontrar gente que quiera trabajar”, se lamenta.
“Nos falta cosecheros, solo tengo cuatro y necesito al menos diez. Tengo más gente en la finca robando naranjas que consechando. La gente no quiere registrarse. Solo aceptan trabajo en negro, porque todos están cobrando un subsidio del Estado y no quieren que se le caiga el plan. Aunque existe esa compatibilidad [un decreto habilita que el beneficiario del plan no lo pierda si se va a realizar esta tarea temporal en una economía regional], de poco sirvió porque la gente igual siguió sin querer registrarse. Cuando le decís que lo vas a contratar de manera formal, enseguida se hacen a un lado. No somos solo nosotros, el problema está en todo el país, de sur a norte y de este a oeste. Lo que pasa que algunos prefieren callar y hacerlo de manera informal para no perder su cosecha”, añade.
En este contexto, dice que, “hasta que el Estado no deje de repartir plata, la Argentina no va a salir adelante”.
“Cada vez peor, el Estado entrega más plata para que la gente no trabaje, mientras que a los que producimos nos sacan más y más con los impuestos. Estamos sobreviviendo, yo no tengo plata ni para comprar una goma de tractor”, afirma.
En su búsqueda desesperada de mano de obra se suma, además, que en Misiones la citricultura compite con una desventaja real con la producción de yerba mate. “Corremos de atrás, porque los tareferos cuando terminan la cosecha continúan cobrando su haber y, si uno los contrata en ese periodo, automáticamente pierden ese beneficio, por lo que prefieren no emplearse”, explica.
Según el productor, si los políticos que se postulan como candidatos a presidente no solucionan el problema de los planes “no hay horizonte posible, no hay futuro para el país”.
“Algunos de los candidatos a presidente me bloquearon porque no quieren escuchar la realidad que está viviendo el interior productivo. Ninguno habla qué va a hacer con los planes en caso de ser electo. Estamos llegando a casi el 150% de inflación y, ¿cómo no vamos a llegar a ese índice si se fabrica plata a lo loco para la gente que no trabaja? Es una vergüenza”, afirma.
Con más de 43 años en la actividad, el también ingeniero agrónomo recuerda sus inicios en el sector, tras haberse recibido. “Mi padre comenzó a ser citricultor en 1962 y hoy vamos camino a morir. Es doloroso dónde hemos llegado. Tengo una gran impotencia porque vamos a dejar la actividad, ya no podemos plantar ni una naranja. En un versículo de la Biblia dice que ‘ganarás el pan con el sudor de tu frente’, y lo que está haciendo el Estado nacional es antibíblico”, finaliza.
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