Guadalupe Montiel se mudó en 2021 a Louisiana, antes estuvo investigando el mejoramiento genético del arroz en el país de África, donde permanentemente buscan agrónomos para trabajar allá
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“Es para mediocres hacer un doctorado”, fue la frase que le escuchó decir a un empresario Guadalupe Montiel (36), una ingeniera agrónoma, especialista en el mejoramiento genético del arroz, que buscaba el apoyo de una reconocida firma para poder seguir investigando este cereal en el exterior. En 2021 se mudó a Louisiana, Estados Unidos, con su familia, a donde fue becada por una universidad para estudiar el desarrollo del cultivo.
“Me fui de la Argentina porque no me dejaron hacer un doctorado. En Estados Unidos lo tenés servido y encima te pagan un sueldo por hacerlo. Cada vez me doy cuenta de que fue la mejor decisión que tomé en mi vida”, expresa desde la cabina de una camioneta en donde se refugió para hablar con LA NACION, en medio de un campo de la zona. Tres veces por semana hace 170 kilómetros desde su casa hasta los campos experimentales del Colegio de Agricultura de la Universidad de Louisiana, que le brindó la beca.
“En la Argentina hay muy buenos programas de arroz, pero que tienen otros objetivos totalmente diferentes a los de acá de Estados Unidos. Nosotros lo exportamos, obviamente, el rendimiento es lo más importante, pero la calidad es muy fuerte así como en Brasil y Uruguay. Se han hecho muchos avances tecnológicos, y siempre se están actualizando, a nivel mundial están muy bien”, explica. A nivel nacional este cultivo se siembra mayormente en Corrientes. En la campaña 2021/22 se cosecharon 1.215.000 toneladas de arroz y se exportaron 226.861 toneladas, según datos oficiales.
En Estados Unidos, dice Montiel, se invierte mucho dinero en investigación y mejoramiento genético en este cultivo, ya que las instituciones públicas se encargan de hacer los avances a través de un directorio de agricultores arroceros que apuestan en los programas. Según la US Rice, la federación del arroz de ese país, más de 5500 agricultores producen 9000 millones de kilos de arroz al año. Por ejemplo, explica que en Louisiana, considerado por esa entidad como el tercer Estado más grande en producción de arroz, hay un grupo de productores que se enfocan en “las prioridades” de este cultivo para estar a la vanguardia y atender las demandas de los mercados mundiales.
“Tienen muy buenos rendimientos, la calidad es muy distinta y ahora han empezado a trabajar mejor calidad, por eso han logrado muy buenas cosas, porque saben que tienen que competir en los mercados internacionales. Ellos saben que tienen que competir con Sudamérica en la calidad del arroz, pero también en volumen”, asegura.
Montiel viene de una familia ligada al sector agropecuario y asegura que la Argentina “no tiene nada que envidiarle” en investigación a países del primer mundo. “Tengo profesores acá en la universidad que van a la Argentina a ver los avances en patatas. Las mismas empresas grandes que están acá están allá, pero como todos sabemos tenemos la parte coyuntural, los impuestos y demás, pero en tecnología el costo es diferente. El productor se puede comprar el mejor tractor o la mejor cosechadora. En la Argentina no tenemos nada que envidiarle al resto del mundo, se hacen las cosas muy bien, pero como en cualquier lado dependemos del clima, pero los productores tienen mucha estabilidad. Es decir, siembran dependiendo del precio de mercado de la soja, algodón o el arroz; es un plus que ya sepan a cuánto lo van a vender”, dice.
En la Argentina, explica, los campos son mucho más grandes que en Estados Unidos, pero los productores allá tienen mejores posibilidades de crecimiento y proyección. “Eso no quita que en la Argentina haya excelentes productores. Hay muchas cosas, tecnologías, incluso en el arroz, que primero la han probado en la Argentina, por ejemplo, mediciones de caudal de agua o mapeo. Acá hay muchas ayudas para los productores como los sistemas de créditos; si querés comprarte una cosechadora tenés ayuda del Gobierno y tasas muy bajas de interés que son pagables”, añade.
Entre 2020 y 2021 estuvo en Sierra Leona, en el África occidental, a donde llegó como farm manager de un proyecto de investigación en arroz. Allá comenzó a madurar “el sueño americano” al que sumó a su esposo y sus dos hijos. “Nosotros nos adaptamos, acá hay muchas oportunidades para capacitarse, no solamente acá en Lousiana, sino en muchos lugares. Hay gente de Brasil, Filipinas e India que vienen tres o cuatro años a aprovechar esas oportunidades y después vuelven a sus países con más conocimiento; así India está creciendo muchísimo. A mí me encantaría que haya más chicos de la Argentina capacitándose, porque terminan su carrera de agronomía, pero está bueno que después sigan y aprovechen las herramientas”, menciona.
La experta asegura que antes de hacer el doctorado estaba viendo “una porción chica de todo lo que hace” en la producción. “Me abrió la cabeza venir: aprendí de las mejores personas del mundo y lo tenés servido todo. Cuando pedí en la Argentina venir, dije que no iba a usar tiempo de mi trabajo, que iba a usar mis vacaciones para hacer los cursos que tenía que hacer, todo fuera de mi trabajo, me dijeron que no. Es una lástima que no incentiven más a los chicos que trabajan de agrónomos recién recibidos y no los capacitan. Si como argentinos queremos pensar en la educación no pueden decir eso. Lloré, porque el doctorado lo quiero hacer para mejorar mi trabajo no por el título, sino para hacer mejor lo que hago”, narra.
La decisión de investigar el mejoramiento genético en el arroz lo hace por la función social que cumple el cereal en países de bajos recursos. “En el medio del Covid-19 me fui a vivir a África antes de venir acá, para venir acá tenía que hacer el examen de inglés, pero en el medio me fui a hacer eso, sabiendo que en esos países tiene mucho impacto y me encantó”, cuenta. La experta traza un paralelismo entre lo que se siembra en la Argentina y en Louisiana; hay una distancia de menos de 200.000 hectáreas según US Rice.
Montiel reflexiona en que “pasó de vivir en uno de los países más pobres del mundo a uno de los más ricos”, pero entiende que en todos lados encuentra las mismas preocupaciones. “Todavía extraño Sierra Leona, porque tiene algo muy especial, desde la cultura, de sentirte útil todo el tiempo. En Estados Unidos la comida sobra, se tira, porque abunda. Allá si comías un pollo no te animás a tirar los huesos afuera, porque vienen los nenes y recogen tus huesos y se los comen. La gente va y te revuelve tu propia basura o se te acercan a la puerta para verte comer”, relata.
“No logro saber por qué hay tanta diferencia, porque ellos tienen muchos recursos naturales del mundo, es una selva verde, llueve siempre y pasa un río muy caudaloso, pero todo es difícil. Por más que tengas los recursos, podés tardar meses en encontrar un repuesto y enseñarle a la gente a utilizarlo”, resume antes de finalizar y continuar tomando datos de las plantas que veía a través del parabrisas mientras hablaba.
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