En Maquinchao, Río Negro, el matrimonio Rodríguez-Sede tiene equinos Bashkir Curly casi extintos en el mundo
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“Hace varios años que queríamos venir, pero no teníamos la oportunidad por motivos económicos. Ahora hicimos un esfuerzo, rompimos el chanchito y acá estamos”. Para el matrimonio Rodríguez-Sede, único criador en Sudamérica de la raza equina casi desconocida y en peligro de extinción Bashkir Curly [los llamados caballos con rulos], estar por primera vez en la Exposición Rural de Palermo “es un sueño hecho realidad”.
Nada importó las cerca de 20 horas para hacer los 1500 kilómetros desde Maquinchao, en el centro sur de la provincia de Río Negro, hasta la ciudad de Buenos Aires. “Estar en la muestra como expositores de estos caballos que no son populares y para que la gente los conozca para nosotros es maravilloso. La idea nuestra es que puedan ver las bondades de estos animales, su mansedumbre, y seguir manteniendo y protegiendo esta raza. Habiendo tan pocos ejemplares, nos gustaría que se sumen criadores”, dijo Andrea Sede a LA NACION, mientras acariciaba uno de sus caballos en un box del Pabellón equino.
Los dos equinos, Jarilla y Zampa [el nombre de dos plantas autóctonas de la Patagonia], forman parte de un rodeo de unos 40 caballos que están en Maquinchao. Al no haber jurado de esta raza particular, será la misma Sociedad Rural Argentina (SRA) quien le brinde un jurado especialista en caballos.
Rodríguez contó que los Bashkir Curly tienen una alzada aproximada de 1,4 y que en los Estados Unidos los usan para equinoterapia. Entre sus virtudes, dijo, “son pacientes y amables, especialmente con los niños, las personas miedosas y aquellas con capacidades diferentes; además son dóciles por naturaleza, mansos e inteligentes e hipoalergénicos”.
Todo comenzó casi por casualidad, cuando Gerardo Rodríguez, luego de estar en diferentes haras como veterinario y en el área equina del Ejército durante muchos años, en 2008 decidió volverse a su pueblo natal, Maquinchao para trabajar en el Senasa como profesional.
Su labor era recorrer algunas zonas de la provincia y realizar diferentes relevamientos a productores. En uno de esos viajes, en un pequeño establecimiento ganadero en la meseta de Somuncurá vio a la distancia un caballo que parecía “sudado” y, cuando preguntó qué le sucedía, el dueño le respondió: “Mis caballos tienen rulos todo el invierno que luego en el verano se les va”.
Amante de los caballos y entusiasmado por esa particular característica, Rodríguez no dudó en querer armarse de una tropilla. Poco a poco, empezó a comprar a diferentes productores de la zona algunos caballos para llevarlos a su pequeña chacra de Maquinchao. Pasaron los años y, en la medida que la manada crecía, aumentaba su curiosidad de saber por qué solo en esa zona había este tipo de caballos cimarrones.
En 2016, junto a su mujer decidió contactarse con dos organizaciones internacionales de equinos para averiguar si existía en el mundo alguna raza de caballos con esa particularidad. “Nos dijeron que sí, que se llamaba Bashkir Curly y que había ejemplares en Estados Unidos, en Rusia y también algo en España. Pero que en Sudamérica no tenían datos de la existencia de alguno. Cuando nos contactamos con esta gente para decirles que nosotros habíamos encontrado estos caballos que estaban sueltos no nos creían. Nos pidieron fotos, muestra de pelo, de sangre y ahí empezó toda la investigación”, contó Sede en una oportunidad.
Al año siguiente, mandaron las muestras pero no llegaron bien a destino por lo que, en 2019 el biólogo Mitch Wilkinson, de la Universidad de A&M, en Texas, llegó a Maquinchao para ver en persona los caballos y tomar las muestras de pelo y de sangre.
De esos estudios descubrieron algo “rarísimo”: la mutación que genera los rulos en los caballos en la Argentina no es la misma de la de Rusia ni la de Estados Unidos. “Es única en el mundo, o sea que solo son únicos en Sudamérica sino en el mundo. La mutación del gen es distinta. Lo sorprendente es que los pobladores no sabían que tenían esa raza en sus campos, solo veían que año a año cada vez había menos. No los usaban y solo estaban ahí”, describió.
Hay tres teorías que tratan de entender cómo llegaron estos caballos al país. “Una es una expedición realizada por el obispo Trejo, la otra es cuando llegó don Pedro de Mendoza en el año 1536 y la última que los templarios, al traer el Santo Grial a la meseta de Somuncurá, lo hicieron montando estos caballos. No sabemos cuál de ellas, la que más se acerca es la de Pedro de Mendoza, porque en las muestras también sale que tienen sangre española. Pero pasó el tiempo y quedaron perdidos en la meseta patagónica hace más de 500 años. Es una raza muy antigua que queremos conservarla”, detalló la criadora.
Con recursos escasos por la zona donde los crían, sumado a los económicos, no es una tarea fácil conservarlos, sobre todo en un lugar hostil como es la Patagonia. Allí, con mucho esfuerzo, llevan adelante además la actividad ovina.
Con solo dos días de muestra y un gran interés y curiosidad de la gente que los visita, son sensaciones encontradas las que tiene el matrimonio. “Por un lado, se me rompe el corazón pensar en venderlos pero entendemos que es económicamente necesario para poder sumar infraestructura y que el proyecto pueda avanzar”, finalizó Sede.
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