El productor y consignatario Gervasio Sáenz Valiente halló el animal echado en un bebedero para las vacas
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“Patrón, venga para donde está la bebida nueva que puso para las vacas que hay un bicharraco grande y no es un carpincho porque tiene una cola muy larga. No me quiero bajar del caballo, no va a ser cosa de que me corra”.
Las palabras pertenecen a Arturo Galarza, el encargado correntino del campo que alquila el productor y consignatario Gervasio Sáenz Valiente, sobre la ruta 11, cerca de la localidad bonaerense de Punta Indio. Mientras recorría los potreros de la costa, el encargado se encontró con un pichón de elefante marino que lo miraba fijo.
Conocedor de la zona, pues su familia tiene campo muy cerca, para Sáenz Valiente es un hecho insólito lo que sucedió el viernes pasado. “Cuando fui hasta el lugar y lo vi cerca de la bebida, no podía creer. Hemos visto ballenas y delfines muertos, que llegaban por efecto de la marea. Pero la aguada está a unos 2000 metros de la costa, la única forma que pudo haber llegado hasta allí es por el canal aliviador”, dijo a LA NACION.
Enseguida, el productor llamó a los guardaparques de la provincia para que le digan qué hacer con el animal. En un principio, los zootecnistas le dijeron que “no lo toquen, no le griten, no lo asusten, ni lo alimenten y que solo agarren dos maderas y que las golpeen entre sí, con golpes secos, para que de a poco encare en dirección al río”.
Con la ayuda de sus dos hijos, Agustín y Nicolás, que hacían golpes por detrás, el animal comenzó a moverse poco a poco. Pero de un momento a otro el elefante marino no quiso seguir avanzando: “Simulaba estar cansado. Se revolcaba en el barro que había en un charco, para sacarse la enorme cantidad de mosquitos que había y se plantó”.
Fue así que el productor llamó nuevamente a los guardaparques para que lo vengan a buscar y lo devuelvan a su hábitat natural. Sin embargo, cuando llegaron el animal había desaparecido.
Al otro día y con buen tino, Sáenz Valiente dudó que el animal se haya ido y volvió a recorrer la costa. Luego de varias horas de andar sin encontrarlo, volvió a dirigirse hacia las bebidas. Cuando se iba acercando, le pareció extraño que una de las aguadas estaba repleta de vacas tomando agua y en la otra solo había una vaca, que de costado trataba de arrimarse.
“Cuando me aproximé, vi cómo la vaca que intentaba tomar agua reculaba una y otra vez. Vaya sorpresa, lo encontré metido y estirado de punta a punta en la batea de cemento repleta de agua, sin intención de salir, aun con los golpes secos de las dos maderas”, relató.
“Lo quise agarrar de la cola y ahí no más se arrolló, se levantó y sacó pecho, enojado, como diciendo vos no me vas a molestar. Se giró y recién después se dignó a salir”, añadió.
Otra vez, decidió llamar a los guardaparques para que se lo llevaran. “Ya habían pasado varios días y parecía que se había aquerenciado en el lugar. Era su territorio y no estaba dispuesto a dejarlo. Y al margen que debía volver a su hábitat, yo necesitaba de mi aguada que hacía 15 días había logrado terminarla para un invierno que se viene muy seco en la zona. Para las vacas que tengo, con una sola bebida no me alcanza”, detalló.
Finalmente, los guardaparques bonaerenses atraparon el animal y lo devolvieron en las playas de San Clemente del Tuyú. “Según me dijeron, era un pichón de ocho meses que aun se amamanta, que puede mantenerse varios días sin alimentarse, por las reservas de grasa que tiene su cuerpo y que se habría perdido de la manada”, concluyó el consignatario.
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