En Pergamino, Buenos Aires, Bayer lleva adelante un enfoque integral de agricultura regenerativa para romper los techos de rendimiento
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PERGAMINO-. A nivel global, desde hace algunos años existe una transformación en la producción agrícola. Y, en este contexto, hacia un enfoque regenerativo, muchas empresas agropecuarias buscan incrementar las ganancias de la producción y los ingresos de los productores, al tiempo que se reestructura la salud de los suelos, se mejora el uso y manejo del agua, la biodiversidad y baja el impacto del cambio climático.
Hace más de una década, en este partido bonaerense una multinacional hace vanguardia en esa línea. Se trata de Bayer, que desde hace 10 años realiza ensayos para desafiar los limites (techos) productivos mediante la aplicación de tecnologías y diferentes manejos con un enfoque de agricultura regenerativa que ya muestra resultados positivos.
En diálogo con LA NACION, Pablo Talano, responsable de Ag System y Digital en Desarrollo de Mercado LATAM de Bayer Crop Science, contó que hace 12 años la compañía arrendó un campo de 90 hectáreas con el propósito de entrenar a sus equipos de ventas y asesores agrícolas. “Nos encontraron con que tenía un techo de rendimiento que no podíamos superar debido a las limitaciones de producción causadas por décadas de prácticas agrícolas poco regenerativas. A pesar de que aplicábamos toda la tecnología, había restricciones a las respuestas por el nivel de degradación que tenía el suelo”, dijo.
Esta situación, relató, los llevó a iniciar una serie de ensayos para romper con este límite. “Si el productor ajusta algunos insumos como la fertilización, densidad y riego, se aumenta la posibilidad de llevar la productividad a niveles aún mayores. Sin embargo, vemos que cuando intervenimos de manera más integral, es decir, considerando la cobertura del suelo durante más tiempo, el crecimiento continuo de plantas a lo largo del año y la promoción de la biodiversidad mediante la incorporación de nuevas especies y residuos de biomasa en el suelo, logramos una mayor eficiencia en el uso de todos estos recursos. A la vez que logramos que el productor obtenga mayor productividad”, dijo.
Para hacer el ensayo dividieron al campo en parcelas para aplicar diferentes niveles de intensificación en los sistemas agrícolas y luego comparar los resultados. En primer lugar, se evaluó un sistema básico de cultivo de soja, que se caracteriza por el cultivo exclusivo de soja sin la implementación de cultivos de cobertura, siguiendo un modelo tradicional de insumos basado en el promedio de la zona.
Luego, se analizó un sistema intensificado de cultivo de verano. En este caso, se incluyó un cultivo de verano adicional junto con las prácticas tradicionales de los productores de la región.
Por último, se compararon estos dos sistemas con un sistema de rotación de tercios con cultivos de servicio en invierno. Esta estrategia es una rotación para tres cultivos (con maíz-soja-trigo/soja) y la incorporación de cultivos de servicio durante los periodos invernales, además de la adopción de un paquete de alta tecnología de insumos y fertilizantes, con el objetivo de lograr la máxima eficiencia en la producción agrícola.
“En el promedio, en el país hay un 20% del área con cultivo de servicio, y el resto se divide: maíz y soja y, soja sobre soja y, cada tanto, maíz. Por eso lo que se está tratando de figurar acá es la realidad de casi el 80% del maíz”, remarcó Talano.
En línea con lo planteado por Talano, los beneficios de aplicar el tercer sistema, en línea con un enfoque de agricultura regenerativa, quedaron a la vista. Según lo presentado por la compañía con el promedio de los últimos 10 años, si se compara maíz y soja con el sistema intensificado de maíz-soja-trigo/soja y cultivos de servicio, se obtuvo un aumento de la productividad del 8% en soja, un 21% en maíz y un 29% en trigo.
Además, se logró una mayor estabilidad, ya que la variabilidad de la productividad se redujo en un 18% en trigo, un 53% en maíz y un 69% en soja. También la biomasa aumentó entre un 30 a 50%, lo que se tradujo en más carbono. Por otro lado, se registró un acumulado de más de dos toneladas de carbono en el suelo.
Una de las claves para ese resultado, explicaron, es la proporción del año en la que se desarrolla un cultivo. En el caso de hacer una rotación de maíz y soja (con un cultivo por año), significa que el suelo solo está ocupado el 33% del año y la biodiversidad abarca solo dos especies. En contraste, con una intensificación que incluye maíz-soja-trigo/soja junto con cultivos de servicio, se logra que durante un 70% del año haya un cultivo en crecimiento.
Según explicó Galo Benedit, líder de la Interfaz Comercial de Sistemas Agronómicos para Latinoamérica de Bayer, en el caso de los sistemas menos intensivos el suelo queda descubierto la mayor parte del año, lo que lo hace susceptible a la erosión y la pérdida de productividad.
“La lluvia golpea y rompe las estructuras del suelo, lo que genera un encostramiento en la superficie y compactación. Esto se presenta en forma de láminas y, después, el crecimiento radicular se vuelve muy difícil. Se limita la exploración de las raíces en el suelo, la absorción de nutrientes por parte de las plantas y, en última instancia, afecta el rendimiento de los cultivos que se desarrollan en estos suelos”, indicó Benedit.
En este contexto, todo cambia con un suelo cubierto el 70% el año. “Estos cultivos generan raíces que penetran y fortalecen la estructura del suelo. Hemos observado que, por ejemplo, con la misma cantidad de precipitaciones en estos sistemas, la productividad es considerablemente mayor. Este incremento no se debe únicamente al agua, sino también a la capacidad de las raíces de los cultivos para absorber nutrientes del suelo, lo que contribuye de manera significativa a este aumento en la productividad”, dijo Benedit.
“El primer objetivo que debemos tener en claro con el cultivo de servicio es que no afecte de ninguna forma el cultivo de renta que se implantará después. Las especies que vamos a incorporar dependen en gran medida del objetivo”, aclaró Galo.
“Buscamos diversidad porque hay diferentes calidades de residuos que alimentan diferentes microorganismos en el suelo. Lo que vimos es que eso permite ser más eficientes en la descomposición de todos estos residuos y en capturar efectivamente ese carbono en el suelo. Esto asociado a cultivos de maíz con distintas densidades trabajan generando estructura en el suelo de diferentes maneras, se genera una movilización de los nutrientes a lo largo del perfil, ayudando a recuperar y regenerar la salud del suelo”, comentó.
En la última campaña, por la sequía, se vio un impacto negativo con los cultivos de servicio, con lo cual a partir de la experiencia se comenzó a trabajar con hacer balances de agua para determinar el momento en que hay que hacer terminar el cultivo de servicio, sin importar el estado en el que esté ese cultivo, ya que la prioridad es no perder milímetros y evitar que luego corra riesgo el cultivo que aporta la renta.
Por otro lado, mantener el suelo ocupado gran parte del año les permitió reducir casi a la mitad la necesidad de uso de herbicidas. “Como hay gran parte del año un cultivo creciendo, ese cultivo compite con las malezas, sobre todos las resistentes. De manera que disminuyó la aparición de conyza [rama negra] y amaranthus. Prácticamente no tenemos malezas resistentes al glifosato”, dijo Talano y agregó: “Eso nos permitió reducir en casi el 50% el uso de herbicidas e insecticidas y que baje el EIQ [coeficiente de impacto ambiental] a la mitad, porque estamos usando la mitad de principios activos. Es decir, estamos haciendo una agricultura con menos agroquímicos”.
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