La situación del trigo en el sudeste cordobés no es la mejor, ya que como todo cultivo realizado en secano cuando no ocurren las precipitaciones necesarias para su implantación y desarrollo las noticias no son buenas.
Arrancamos con los perfiles edáficos bastante desprovistos de humedad, condición importantísima cuando uno implanta cultivos de invierno, ya que la necesidad de tener una muy buena recarga es indispensable cuando le va a tocar transitar la época más seca del año (invierno) sin reservas.
Generalmente, en el sudeste de Córdoba, los otoños son lluviosos proporcionándonos en el suelo el almacenaje de agua necesario para afrontar el invierno, situación que este año no se dio ya que dependiendo de las localidades las últimas lluvias fueron en abril y varían entre 12 milímetros totales (Monte Buey) hasta 90 mm, más cerca de Marcos Juárez.
Frente a ese escenario, a mediados de mayo muchos productores decidieron anticipar la fecha de arranque y empezar a evaluar la humedad de los lotes que iban a trigo. Fue así como numerosos lotes con destino trigo se pasaron sobre lotes con rastrojos de maíz que tenían más humedad y se decidió también incorporar el nitrógeno presiembra especulando con que no iban a aparecer las lluvias para incorporar la fertilización nitrogenada. Como el efecto de las heladas es más intenso donde existe mayor cobertura, se realizaron muchos cambios a materiales con mayor tolerancia a frío.
Peor trimestre
El inicio de la siembra fue muy distinto al de las últimas campañas donde nos habíamos acostumbrado a sembrar en el barro. La condición de sequía se mantuvo hasta ahora, donde a hoy en mediados de agosto venimos sin ningún milímetro en el ciclo y con muy baja cantidad de agua almacenada en los perfiles. Entre mayo y julio tuvimos el peor trimestre desde 2008.
Si bien el trigo tiene una gran tolerancia a heladas desde su implantación hasta macollaje, la combinación con falta de humedad incrementa el estrés, empezando a determinar cuáles van a ser sus macollos viables. El período de heladas agronómicas (temperaturas mínimas a intemperie, 5 cm del suelo) en la zona habitualmente puede comenzar en abril y cesar en el bimestre octubre (campaña pasada 2 de octubre). Esta campaña se demoró el ingreso de los primeros frentes fríos en abril y comenzaron en mayo.
Las heladas, si bien comenzaron un poco tarde por el otoño benévolo en cuanto a temperaturas que tuvimos, cuando decidieron empezar a aparecer lo hicieron de una manera muy intensa con valores por debajo de -8°C en algunas mañanas.
Pero puede ser peor. Después de no haber recibido precipitaciones previo a la siembra y tampoco durante sus primeros estadios y de venir sufriendo el embate de uno de los peores julio de la historia, apareció un veranito empezando agosto. Con temperaturas que rondan los 30°C durante el mediodía de ésta primera semana de agosto, el clima está empecinado en hacer sufrir a los trigos. Estos intensos calores sin nada de humedad no hacen más que someter el cultivo a un mayor estrés. La demanda atmosférica crece y compite más aún por el escaso recurso agua en los primeros centímetros de suelo con el cultivo.
Falta todavía, el principal aliado que tenemos son las expectativas de que estas condiciones mejoren de acá hasta definición de rendimiento. La posibilidad de recibir lluvias durante fines de agosto y principios de septiembre podría revertir mucho la situación de los trigos en la zona. Si bien los pronósticos no son optimistas en cuanto a precipitaciones, un poco de agua cambiaría bastante el potencial.
Otro dato positivo es que el trigo es sumamente "rústico" durante estos períodos que le tocó transitar, siendo muy eficiente en el uso del agua y, a su vez, pudiendo soportar hasta -11°C hasta final de macollaje.
Otra cuestión positiva es que al sembrarse bastante superficie sobre maíz, buscando perfiles con más agua almacenada, el rastrojo a su vez contribuyó eficazmente en reducir la evaporación del lote. Situación que contrasta muy visiblemente de los lotes sobre soja y sembrados más tarde.
La película está por la mitad y, si bien las condiciones no nos hacen pensar en una gran campaña, todavía existe la posibilidad de que se revierta la suerte en las etapas más demandantes del cultivo, encañazón y floración.
El autor es coordinador de la Plataforma de Innovación Territorial Este de Córdoba, coordinador de la Red Maíz INTA Marcos Juárez y jefe de la Agencia de Extensión INTA Corral de Bustos
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