Javier Gazzera es productor agropecuario y contratista rural en el sur de Córdoba. Sus mellizos concurrían pupilos a un colegio en Realicó, La Pampa, y tuvo que optar por esa opción en la casa de un conocido porque no se habilitó el internado
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“No te va a quedar otra que traerte tu casilla del campo e instalarla en el patio de mi casa para que vivan los mellis”. Esa frase en broma, que le dijo un papá de Realicó (La Pampa) a otro de Del Campillo (Córdoba), cuando se acercaba el comienzo de clases, iba a tomar fuerza días después.
Javier Gazzera es productor agropecuario y contratista rural en el sur de Córdoba y, con una cercana escolaridad presencial, se encontró en la disyuntiva de qué hacer con la educación de sus hijos Valentín y Benjamín, que cursan y vivían pupilos en la Escuela Provincial de Educación Técnica Nº6 (EPET) en esa localidad pampeana, a 90 kilómetros de Del Campillo, y que por la pandemia no habilitó el internado.
Días antes del inicio de las clases, la falta de casas en alquiler en el pueblo lo empujó a entender que rápidamente había que encontrarle una solución al problema. Fue ahí que Gazzera enganchó a la camioneta la misma casilla que los chicos habían utilizado en el verano en la cosecha de trigo y tomó la ruta nacional 35 rumbo a Realicó.
En diálogo con LA NACION, el contratista contó que la decisión de dejar a dos chicos de 14 años en una casilla fue difícil y debatida en familia. “Con un año pasado sin concurrir al colegio, los chicos fueron los primeros entusiasmados en vivir ahí. Están acostumbrados a hacerlo. Desde que son niños me acompañan a los campos a trillar y cosechar. Se criaron arriba de las máquinas. Pasamos semanas enteras y nos gusta este trabajo”, dijo.
“Somos una empresa familiar y tenemos un campo mixto donde hacemos agricultura y ganadería. También somos contratistas en otros campos. Si bien son muy responsables, igual no fue fácil tomar la decisión. Cuando se acercaba la fecha y no había intención de abrir el internado, entendimos que no quedaba otra”, agregó.
Ni bien llegó a Realicó, instaló la casilla en el jardín de la casa de la familia del compañero de sus hijos. Le puso cámaras internas y externas y le sumó internet para que los chicos puedan estudiar y estén bien acomodados y seguros.
“Los mellis están como quieren, al lado del quincho y de la pileta del dueño de casa, tienen cocina y todo lo que necesitan. Nosotros vamos a buscarlos los viernes y los volvemos a llevar los lunes bien temprano, así el fin de semana estamos en familia”, indicó.
En el interior, el dilema que viven los padres que envían a sus hijos a las escuelas técnicas y agropecuarias que poseen internados es recurrente. En este sentido, contó que hay otras familias de esa institución que no encontraron una respuesta y viajan a diario más de 80 kilómetros para que sus hijos puedan asistir de manera presencial.
“Son muchos los padres que están en esta situación y cerca de 28 chicos los que buscan volver al internado que tiene 40 camas, pero aun no tenemos respuestas”, remarcó.
A raíz de su historia, la sociedad realiquense se movilizó y comenzaron a ofrecerle alojamiento para sus hijos. “Se generó una solidaridad enorme de toda la comunidad. La gente me empezó a llamar y eso sirvió para conseguirle ubicación a otros chicos que no tenían donde quedarse y necesitaban alojarse en algún lugar. Por lo menos 10 alumnos están viviendo en casa de profesores del colegio”, destacó.
“Ojalá que pronto se solucione esto y que se abran las residencias. La educación es lo más importante y debemos cuidarla”, finalizó.
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