Del resultado de las elecciones legislativas que se celebrarán mañana, el campo espera que cese la inestabilidad de la macroeconomía y que se brinden señales de previsibilidad. Pese a la incertidumbre, si el tiempo acompaña y el fenómeno Niña no se expresa en toda su magnitud, el campo se está preparando para entregar una cosecha de poco más de 141 millones de toneladas, según estimó la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR).
Pese a que el nivel de precios de la soja y el maíz sea menor que la campaña pasada, el valor de la cosecha sería de poco más de US$36.000 millones, aunque con un ingreso 18,9% más bajo para la producción en virtud de suba del precio de insumos como los fertilizantes y fitosanitarios, según la BCR.
Ese volumen de producción se alcanza a pesar de que la presión impositiva roza lo absurdo por los Derechos de Exportación (DEX) que, sumada a la distorsión cambiaria, les impide a los productores cobrar el precio lleno por los granos.
“El campo, en la previa de las elecciones generales intermedias, se encuentra con enormes interrogantes sobre el desarrollo futuro de la actividad”, advirtió Carbap la semana pasada en un comunicado.
Los ruralistas bonaerenses y pampeanos se refirieron a la permanencia del cepo a las exportaciones de carne que debería concluir el 31 de diciembre próximo, y a los “acuerdos tácitos” en el mercado de granos respecto del trigo, por el cual no hay nuevas anotaciones para exportar el cereal, y a posibles cupos con el maíz.
A eso se suman los rumores de que el oficialismo se radicalizará en sus decisiones sea cual fuere el resultado de las urnas. En ese escenario, las políticas de controles de precios y aumento de la presión impositiva volverían al primer lugar de la agenda.
Esa misma incertidumbre es abonada por las propias contradicciones de la coalición oficialista. Recién esta semana el Gobierno envió al Congreso el proyecto de ley de fomento agroindustrial basado en la propuesta del Consejo Agroindustrial Argentino que había anunciado en septiembre pasado.
Mientras tanto, la realidad de las debilidades estructurales sigue presente. Según el productor Carlos González, de Emilio Bunge, partido de General Villegas, “la ruta nacional 33 que une las ciudades de Rosario con Bahía Blanca (800 Km), recorriendo en su trayecto la región de mayor producción de granos del país, se encuentra en estado deplorable en el trayecto de 220 km que va desde Rufino, en el sur de Santa Fe, hasta la ciudad bonaerense de Trenque Lauquen”.
González calcula que en la región se producen unos ocho millones de toneladas que al fisco le generan ingresos por US$3000 millones. “Con lo recaudado por el erario nacional, que no es coparticipable, se podrían construir 20 autopistas de cuatro manos nuevas entre Rufino y Trenque Lauquen”, dice.
El productor cuenta que “a pesar de que las fuerzas vivas autoconvocadas y las autoridades de los cuatro municipios comprometidos -Rufino, Villegas, Rivadavia y Trenque Lauquen han hecho reclamos, hasta ahora lo único que han logrado son algunas reparaciones no duraderas, mientras que la región reclama con justicia y equidad una autopista”.
Este tipo de pedidos, que hace tiempo deberían haberse atendido, no aparecen en el radar del debate electoral. Quizás sea porque el mayor número de votos se encuentre en la Capital Federal y en el Gran Buenos Aires y el peso político de los distritos de las regiones productivas sea menor. Pero lo que se olvida es que buena parte de los problemas que se generan por la concentración de la población en las grandes urbes tienen su raíz en la falta de desarrollo del interior. Sin caminos, lugares para estudiar o trabajar, los jóvenes prefieren emigrar a las grandes ciudades, en el mejor de los casos, cuando no, al exterior. Cuando el campo reclama por la baja de la presión impositiva y la mejora de la infraestructura también lo hace por estos motivos.
El contraejemplo de esta realidad está en el clúster de maquinaria agrícola del sur de Santa Fe y de Córdoba que requieren mano de obra cada vez más calificada o el polo científico tecnológico de Rosario que impulsa empresas basadas en la bioeconomía (ver página 8). Y no son los únicos, por supuesto. En todo caso habría que ver cuántos clúster más podrían desarrollarse si hubiera condiciones mínimas de previsibilidad y reglas estables como las que tienen otros países de la región
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