Las últimas estimaciones oficiales disponibles indican que el ciclo agrícola 2012/2013 cerrará con un volumen de granos cercano a las 99 millones de toneladas, agregando los siete cultivos líderes de Argentina, cuatro cereales (trigo, cebada, sorgo y maíz) y tres oleaginosas (soja, girasol y maní).
Las anheladas 100 millones de toneladas resultan un objetivo por ahora esquivo, todavía no alcanzado al menos con la canasta de cultivos antes referida.
El repaso de los logros productivos recientes revela que la producción de este ciclo terminará ubicándose probablemente en un nivel inferior o similar al de la campaña 2010/2011 (en aquel momento se lograron 99,4 millones de toneladas) y levemente superior al del ciclo 2007/2008 (94,4 millones).
La fuerte dinámica que mostrara la producción agrícola argentina desde la segunda mitad de la década de los noventa se ha diluido considerablemente; la producción ya no se expande a tasas elevadas de niveles cuasi orientales (6,3% anual) sino que ésta ha adoptado un ritmo más cansino y menos explosivo (2,3% anual en últimos 6 años).
La desaceleración del país que fuese otrora considerado el granero del mundo se observa también en perspectiva al desempeño del socio mayor del Mercosur, quien parece empeñado en posicionarse a la vanguardia productiva no sólo continental sino también mundial.
En las últimas tres campañas (se toman trienios para evitar las fluctuaciones climáticas típicas que afectan a la producción agrícola) Brasil ha producido en promedio los siguientes volúmenes: a) 6,0 millones de toneladas de cereales de invierno (trigo y cebada, básicamente); b) 79,0 millones de toneladas de cereales de verano (maíz y arroz, fundamentalmente); c) 78,5 millones de toneladas de oleaginosas (soja en un alto porcentaje).
Si se compara con las tres primeras campañas de la primera década del siglo, se encuentra que la producción de cereales de Brasil ha crecido un 65% (varios puntos más los cereales de invierno) y la producción de oleaginosas un 68%.
La Argentina, por su parte, muestra un desempeño más modesto, particularmente en los cereales, donde el retraso respecto del país vecino luce más preocupante. En efecto, nuestro país muestra tasas de crecimiento del 35% en cereales y del 47% en oleaginosas. Nótese que la distinción entre cereales de invierno y verano arroja información muy útil: la producción de cereales de invierno ha crecido sólo un 11% en diez años (un 87% en Brasil).
Seguramente que existen varios factores que permiten explicar el mejor desempeño productivo del vecino país.
Uno de ellos estriba en diferencias tecnológicas y de gestión entre ambos sistemas productivos, que se están achicando o que se han eliminado. La Argentina se encontraba adelantada de Brasil en estos frentes, lo que se materializaba en importantes y significativas diferencias de rindes (fundamentalmente en el caso del maíz). Actualmente estas brechas, tecnológicas y de funcionamiento, seguramente son menores que diez años atrás.
Otro de los factores reside en el efecto que han tenido las intervenciones públicas, en particular en el mercado del trigo, presentes sólo en la Argentina. El hecho que los cereales de invierno sean los cultivos relativamente más rezagados en la comparación no es un dato casual; el elevado castigo sobre el precio interno y la incertidumbre de comercialización que generan las intervenciones que sufre el mercado del trigo desde hace varias campañas han deteriorado los incentivos para asignar tierras y recursos a la producción del cereal, la que se ha terminado reduciendo.
Si bien sería incorrecto sostener que bajo un mercado funcionando en libertad la brecha de desempeño con Brasil no se habría producido, dado que ésta depende también de cuestiones tecnológicas, de dotación de factores productivos y del entorno económico general bajo el que operan las empresas, sí puede asegurarse que en un escenario con menor intervención sobre el mercado, el país estaría generando mucho más trigo del que actualmente produce.
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