En la región de Laguna Naineck, los agricultores señalan que la actividad está en jaque, que le pagan $40 por kilo de fruta y que no tienen ayuda del Estado nacional y provincial luego de la sequía y las heladas
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“En jaque. Estamos en una crisis terminal y, de manera solitaria, tratamos de resistir para no morir. Desesperados, ya no sabemos cómo seguir adelante”. Estas fuertes palabras pertenecen al dirigente ruralista Pánfilo Ayala que describe la situación angustiante que atraviesan los pequeños productores de bananas del pueblo de Laguna Naineck, ubicado en el departamento Pilcomayo, al noroeste de Formosa.
Según explicó, la cadena de problemas e inconvenientes que vienen soportando los bananeros parece no tener fin y que hoy más que nunca “están al límite”. “El año pasado, la sequía, las heladas tardías y las altas temperaturas destruyeron la producción bananera en más de un 50%. Y aunque hace más de 250 días se declaró la emergencia agrícola en la zona, la ayuda del Gobierno nunca llegó”, dijo a LA NACION el presidente de la Federación Agraria Argentina (FAA) filial Laguna Naineck.
Frente a este difícil panorama, hoy, desde las 8 hasta el mediodía, los chacareros están reunidos a la vera de la ruta nacional 86, en el acceso al pueblo, para visibilizar la profundidad de la crisis que atraviesan. “Hoy pagan $40 el kilo en chacra al productor (el que consigue que le compren), porque está el agravante de que no hay demanda. Son cientos de toneladas de banana que se están madurando en el suelo por falta de comercialización de la fruta nacional por la situación macroeconómica del país que lleva a que haya bolsillos flacos y poco consumo. Y lo peor de todo es que a nadie le importa”, añadió.
Pero la cuestión no acaba, los altos costos productivos que tiene cada agricultor hace que sea imposible seguir. “Cada cajón de madera sale $700 que, sumado a los accesorios del envoltorio, cuestan más que la propia fruta que está adentro. Además, los insumos (fertilizantes y fungicidas) están dolarizados. Mientras tanto, el gobierno provincial hace propaganda diciendo que está fortaleciendo la producción bananera y solo entregó a cada chacarero 100 kilos de fertilizante por hectárea con un máximo de hasta tres hectáreas. Pero lo mínimo que se necesita por hectárea es 600 kilos. Con estas migajas no se fortalece nada. Es la peor crisis económica que viven las familias productoras“, enfatizó.
En este contexto, contó que ya son más de 1000 hectáreas de plantaciones de banana las que se perdieron en lo que va del año, donde “muchos productores desesperanzados y dolidos han abandonado sus chacras y dejaron que a sus lotes se lo lleve la maleza”. “En un momento esta zona era la capital nacional de la banana, había 12.000 hectáreas. Hoy eso es un recuerdo y hay menos de 800, repartidos entre alrededor de 500 productores”, detalló.
En tanto, Rubén Almada describió el escenario que se vive en Colonia Ceibo 13, jurisdicción de Laguna Naineck. “Nuestra situación es desesperante. Las bananas están madurando en la chacra por no poder vender. Causa mucho dolor ver cómo se pudren los cachos en el suelo, porque ahí está nuestro sacrificio. Necesitamos ayuda verdadera del Estado nacional y provincial antes que desaparezcamos”, se lamentó.
Con un gran desconsuelo, Calixto Fretes ya se considera exproductor bananero. “Llegué a tener 28 hectáreas de banana en producción. Hoy, con 55 años tuve que volver al trabajo de mi juventud, de mi adolescencia para poder sobrevivir: embalar bananas”, relató.
“Después de años de sequía, de incendios en dos oportunidades, heladas, tormentas y el abandono total del gobierno provincial hacia los productores bananeros, ya no tengo ninguna planta de banana. Fue muy triste cuando mis dos hijos grandes tuvieron que abandonar la provincia por no encontrar oportunidades acá. Nací en el campo y crecí entre bananales. Ser productor es mi pasión pero hoy no me queda nada de eso”, reflexionó.
Por último, Ayala señaló que a las actividades productivas le urgen un cambio de políticas: “Necesitamos urgente un cambio de gobierno que tenga un modelo económico productivo y una mirada hacia el interior profundo. No nos queremos ir de la producción, no queremos ir de nuestros pagos porque estamos arraigados a esta tierra. No queremos que nuestros hijos se sigan yendo del pueblo”.
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