La guerra comercial abrió un nuevo escenario para la agroindustria argentina; el peso de las retenciones sigue afectando a la actividad
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El cambio de escenario global que se abrió esta semana con el anuncio del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de incrementar los aranceles de importación equivalentes a los que aplican otros países a los productos norteamericanos tiene un impacto sobre la agroindustria argentina.
Aunque las medidas no van directamente sobre la oferta exportable argentina, que en más de un 60% se origina en el agro, la remezón del terremoto se siente en todos los rubros. La amenaza más cercana es sobre el mercado de granos. En el primer día tras conocerse las medidas, la reacción de Chicago fue bajista porque los operadores interpretan que China, uno de los principales destinos del aumento, tomará una represalia que afectará a las exportaciones estadounidenses. Esta película ya tuvo una primera parte durante la anterior gestión de Trump al frente de la Casa Blanca.
Los especialistas en comercio internacional advierten que otro posible efecto sea una recesión a nivel global por el entrecruzamiento de medidas y el incremento del proteccionismo. Si esto se confirma no es una buena noticia para la agroindustria argentina porque de lo que requiere es más apertura del comercio y no de restricciones. Un informe de la Fundación del Instituto de Negociaciones Agrícolas Internacionales (INAI), elaborado por Maximiliano Moreno y Juliana Inda, explica que “estas escaladas proteccionistas no suelen ser situaciones positivas, al menos en el corto plazo” y recuerda que “normalmente suelen generar inestabilidad, incertidumbre, caída de los ingresos, menor demanda de productos, mayor competencia en mercados disponibles y, por ende, afectación de los flujos de comercio y de los precios de los productos agroindustriales”.
Aún así, también se abren otras posibilidades para explorar. Por ejemplo, el aumento de aranceles a los países del Sudeste Asiático, como Vietnam o Indonesia, podrían provocar represalias a la oferta norteamericana que la Argentina podría aprovechar, particularmente con el maíz o el trigo, por ejemplo.
En el caso específico de la relación EE.UU.-Argentina, el trabajo del INAI recuerda que las exportaciones de productos agroindustriales tienen un promedio anual de US$2100 millones. “Si bien este valor es importante, se relativiza si tenemos en cuenta que somos el 24to abastecedor de esta clase de productos en el mercado de EEUU, dando cuenta de sólo el 0,8% del total importado”, añade.
Con un nuevo arancel de 10% los principales complejos alcanzados por la medida serían el frutícola, pesca, la miel, la carne bovina y la yerba mate, si se toman los cinco principales del agro. También están la forestación, el complejo oleaginoso, el maíz, el aceite de oliva y la forestación.
Aquí la Argentina también podría encontrar una oportunidad si avanzan las negociaciones directas entre el presidente de los Estados Unidos y su par de la Argentina, Javier Milei, quien ya anunció su intención de firmar un acuerdo de libre comercio con los EE.UU.
Al mismo tiempo, Washington ya expresó su propósito de abrir las exportaciones de ganado en pie, reproductores, hacia la Argentina, trabadas desde la aparición de un caso del mal de la vaca loca en 2023.
En todo caso, lo que las guerras comerciales dejan en claro es que lo mejor es tener una estrategia de inserción internacional de acuerdo al interés de la Argentina, con todos los instrumentos alineados, y no por el posicionamiento político de quien gobierne ocasionalmente. Un país que sostiene una política antiexportadora con la permanencia de impuestos a las exportaciones, como las retenciones, difícilmente sea visto como coherente cuando habla de libre comercio. Esto genera más incertidumbre que cualquier anuncio de Washington. Ese reclamo fue expresado anteayer por la Mesa de Enlace al secretario de Agricultura, Sergio Iraeta. En una reunión que mantuvieron con el funcionario, los ruralistas recordaron que, ante la inminencia de la siembra de trigo de la campaña 2025/26, es necesario que se defina si el nivel de los Derechos de Exportación (DEX) volverá al 12% el 1ro. de julio próximo o se mantendrá en el 9,5%.
No es una extravagancia pretender que las decisiones de política económica se sintonicen, alguna vez, con los ciclos biológicos de un país eminentemente agroindustrial. Por supuesto que lo mejor que podría hacer el Gobierno es llevar a cero los DEX, pero mientras tanto, podría tener un gesto mínimo con la actividad que, ahora, genera la mayor cantidad de dólares de la economía.
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