El mundo que viene estará forjado por desafíos complejos, pero también nos brindará enormes oportunidades. Tenemos algunas certezas del futuro: nuestro planeta estará aún más superpoblado, más urbanizado y con más megaciudades. El mundo será cada vez más emergente y en especial cada vez más "asiático": el peso de estos países en población, consumo, comercio y producción global será aún más relevante. Avanzamos hacia un mundo cada vez más multipolar. El mundo será cada vez más de clase media, ya que aunque aún debemos solucionar el hambre y la marginación para millones de seres humanos, muchos países están logrando sacar grandes proporciones de su población de la pobreza. Esto implicará enormes aumentos en la demanda global y de energía. Seremos más, y comeremos más y mejor.
El desafío es enorme. Para abastecer este mundo de alimentos y energía necesitaremos más comercio internacional, más producción total y también mayor productividad y eficiencia en el uso de recursos. Deberemos además abastecer estas nuevas demandas en el marco del cambio climático y la mayor presión sobre los recursos naturales. Esto implica que los asuntos políticos que enfrentaremos serán muy complejos, multidimensionales e interconectados. Decisiones en el ámbito agrario afectarán directamente en los temas económicos y ambientales, y con ello impactarán en las políticas nacionales e internacionales. Problemas globales requerirán soluciones globales.
América latina en general y la Argentina en particular tienen recursos naturales, en especial tierra y agua, pero además tenemos soluciones para ofrecer al mundo. Tenemos productos alimenticios en cantidad, calidad y diversidad. Podemos tener bioenergías (si hacemos las cosas bien). Tenemos además tecnología e innovación: siembra directa, organismos genéticamente modificados y buenas prácticas agrícolas. Tenemos un modelo de negocios exitoso para exportar, basado en esquemas de contratos y alianzas estratégicas entre los nuevos actores productivos. En síntesis: tenemos alimentos, energía, innovación y conocimiento. Estas soluciones argentinas las podemos exportar al mundo, lo hemos hecho en nuestra región: buena parte del avance agroindustrial de Uruguay, Paraguay y parte de Brasil se debe a innovaciones y empresas argentinas.
Las políticas equivocadas de nuestro país hacen que hoy estemos desaprovechando esta oportunidad. Hay gran consenso respecto de las políticas públicas que deberíamos aplicar para corregir esta situación: apertura de exportaciones, baja de las retenciones, previsibilidad de las reglas de juego, y una macroeconomía de baja inflación, tipo de cambio competitivo y con acceso al crédito. Éstas son propuestas que por repetidas y ampliamente acordadas no dejan de ser el norte hacia el que deberíamos avanzar.
¿Cómo puede ser que no estemos exportando lo que el mundo necesita y nosotros hacemos mejor que nadie? Creemos que la respuesta la debemos buscar en las instituciones y en la política. Instituciones débiles, un Congreso con baja capacidad de control y gestión, partidos políticos (en su mayoría) poco coherentes y sin equipos profesionales de gobierno, actores económicos y políticos con poder desproporcionadamente fuerte frente a las instituciones de la república, y en especial, un gobierno nacional verticalista y sin límites explican por qué las buenas políticas no llegan a transformarse en respuestas concretas.
Podemos sacar enormes ventajas de la situación del mundo, generar desarrollo y terminar con la pobreza en todo el territorio de nuestro país si corregimos nuestros errores. Si los argentinos resolvemos nuestro propio desafío institucional y político, podemos ser parte de la solución para el desafío de alimentar al mundo.
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