El posadeño Hugo Chapacú es un desconocido para el público argentino, pero en los 80 jugó la Davis para Paraguay, cuando gobernaba Alfredo Stroessner, y dio el batacazo ante EE.UU.; distribuye hierbas de los campos misioneros
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POSADAS, Misiones.- Hugo Chapacú camina por las calles de esta ciudad capital sin que nadie lo reconozca, porque para la gente donde nació y vivió hasta su adolescencia es eso, un total y absoluto desconocido. Este hombre, de 61 años, hoy se dedica a distribuir en cadenas comerciales hierbas como la manzanilla, boldo, menta y otras que se consumen mucho acompañando el mate. Sobre todo en el norte, donde la infusión nacional se acompaña siempre con algo que le dé un toque de sabor, como burrito, carqueja y otros elementos que crecen en los campos de Misiones y otras zonas del país.
Esa tendencia la captó la industria yerbatera en los últimos años y hoy todas las marcas líderes lanzaron al mercado su versión mezclada con hierbas. Junto a su socio en la firma “Del Cerro”, Chapacú busca nuevos canales de distribución para una costumbre que se extiende rápidamente en todo el país.
“La manzanilla es una hierba digestiva y antiinflamatoria y es una de las favoritas para acompañar el mate”, explica Chapacú, con entusiasmo. Está de regreso en su Posadas natal hace un año, cuidando a su madre ya mayor, tras 40 años viviendo en el exterior, especialmente en Francia.
Lo que nadie sospecharía escuchando a este hombre, cuyo padre trabajó en el Correo Argentino toda su vida, es que Chapacú tuvo una etapa de deportista en la élite mundial y se codeó con muchos grandes como jugador de tenis profesional. Incluso más, tuvo una noche de gloria total, de esas que pocos deportistas, aún aquellos profesionales de la alta competencia, logran experimentar. Y le dio a un país, Paraguay, uno de sus mejores momentos de brillo deportivo.
Fue un domingo 15 de marzo de 1987, hace 37 años, en Asunción ante el estadio del coqueto Yatch & Golf Club que rebalsaba de gente, incluido el dictador Alfredo Stroessner mirando atentamente. Se jugaban los octavos de final de la Copa Davis y Paraguay atravesaba unos años en la élite del tenis gracias a la aparición de su “Vilas paraguayo”, Victor Pecci. Entre 1983 y 1989 los guaraníes jugaron el Grupo Mundial o la primera “A” de torneo por la Ensaladera más codiciada del mundo.
“Víctor me vio jugando en el Buenos Aires Lawn Tenis, se dio cuenta que le podía ayudar en la Davis ya que necesitaba un segundo singlista y me propuso ir a Paraguay. La verdad que me interesó y fui”, cuenta Chapacú. Así comenzó una aventura increíble.
Cuando llegó a Paraguay lo pusieron en uno de los mejores hoteles y Pecci le dijo “conseguite un traje que mañana lo vamos a ver a Stroessner”. Al otro día el presidente paraguayo lo recibió, pidió una Biblia, y le preguntó a Chapacú: “¿me jurás que querés representar a nuestro país?”
“Entonces ya está, ahora sos paraguayo”, le dijo Stroessner. Inmediatamente lo llevaron al Registro Civil. “Había como 300 personas, los sacaron a todos, vino un empleado, me tomó las huellas dactilares y cuándo le pregunté cuántos días iban a tardar en hacerme los documentos, me respondió ‘en dos horas te llevamos todo al hotel’”. Chapacú tenía la confianza de Pecci, pero todavía lo miraban con recelo y en ese país se preguntaban si iba a estar a la altura para acompañar a su ídolo.
A finales del verano de 1987 llegó los Estados Unidos para disputar los octavos de final de la Davis. La expectativa era altísima. En el primer partido, Chapacú arrancó con todo contra Aaron Kirckstein: ganó los dos primeros sets, pero luego se “pinchó” y perdió en cinco sets (5-7, 6-3, 6-1, 4-6 y 6-4). Pero Pecci sacó las castañas del fuego, hizo su punto ante Jimmy Arias (el singlista 1 de EE.UU.) y quedaron 1 a 1 para jugar el dobles. Allí Pecci y Francis González cayeron contra la dupla Ken Flash-Robert Seguso, 1° en el ranking mundial. En ese marco, toda la presión cayó en Chapacú.
El posadeño arrancó otra vez muy bien, ganó los dos primeros sets (6-4 y 6-1), pero se volvió a caer y empezó a errar: cayó en los dos sets siguientes (5-7 y 3-6). Siguió perdiendo y errando sin remedio en el quinto set para quedar 1 a 5 abajo. Lo que pasó a partir de ahí es digno de una película.
“Estaba cansadísimo, por el esfuerzo físico y los nervios”, rememora Chapacú: “Veía cómo la gente se iba yendo del estadio, algunos insultándome. Claro, parecía que lo iba a ganar fácil y terminé el borde del precipicio, si perdía lo dejaba a Víctor sin chance”.
“No sé si puedo explicarlo, lo que sé es que me puse 2-5, después 3-5 y ví cómo había gente que se estaba yendo, que daba media vuelta y empezaba a sentarse otra vez. Después fue 4-5, y luego 5-5, de repente volvíamos a estar iguales”, cuenta el extenista.
Ante el asombro creciente de la multitud, y del propio dictador Storessner que lo miraba con atención desde las gradas, Chapacú seguía acertando un tiro tras otro. Arias tampoco quería entregarse y como dos boxeadores exhaustos, tras cinco horas de juego y tensión, el norteamericano lo puso 3 veces match point. Chapacú salvó las tres, hasta que al final logró quebrar y vencer la resistencia del rival, y terminó ganando el último y definitivo set por 9 a 7 tras 5 horas y 3 minutos de juego.
Más tarde, Pecci iba a confirmar con su punto para derrotar 3 a 2 a Estados Unidos y darle a Paraguay uno de los momentos más altos de la historia no solo del tenis, sino del deporte de su país. Estaban venciendo a una potencia en una de las disciplinas más importantes del mundo, la cual dominaban mejor que nadie en las últimas décadas.
“Me llevaron en andas, invadió la gente la cancha, era una locura”, señala. “Pero estaba tan acalambrado y destruido que me llevaron al vestuario y me quedé tirado en una camilla con las luces apagadas, estaba al borde del desmayo”, rememora.
Hasta que alguien golpeó con fuerza las puertas del vestuario, con insistencia. “El general quiere saludar a Hugo”, le dijo un militar, con cara de pocos amigos al coach de Chapacú: “Mi coach (Oscar Pandre) quiso rechazarlos, pero no hubo caso. Me pusieron una remera y me colgaron de los hombros de dos soldados, y me llevaron ante Stroessner, al que se veía emocionado”.
“Mirá Chapacú, estuviste muy bien, te quiero felicitar por lo que hiciste hoy”, le dijo Stroessner, y a continuación hizo algo que dejó atónitos a los que presenciaron la escena. “Es algo que dicen que no acostumbraba a hacer”, recuerda Chapacú. El dictador paraguayo, sin más, se fundió en un abrazo con el argentino.
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