Santiago Salerno tiene una empresa que se dedica a esta actividad; la historia de un comienzo atrapante
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“Soy un jinete de toda la vida”. Así se presenta, con el pecho inflado, Santiago Salerno. Es que de niño lleva en la sangre el amor por los caballos y por la competencia ecuestre. Hoy, ya adulto, sin dejar su esencia, se ha convertido en un exitoso emprendedor que fabrica y exporta a más de 16 países monturas made in Argentina.
Con un padre militar, de muy chico empezó a ir a la Escuela Militar de equitación, llegando incluso a ser a los 21 años instructor nacional. Hasta el año pasado formó parte en el equipo nacional de prueba completa, pero en todo ese tiempo pasó mucha agua bajo el puente.
Un día, mientras estaba montando, un tallerista de Loma Hermosa se le acercó para ofrecerle una montura confeccionada por él mismo para ver si la quería comprar y la adquirió. En ese momento, el tiempo de Salerno se dividía entre estudiar veterinaria y entrenarse para competir, deporte que era muy costoso.
“Montaba 10 caballos por día para pagarme la facultad, pero siempre andaba muy ajustado económicamente. La montura no la necesitaba; la compré igual para revenderla y hacerme de unos mangos. Me la sacaron de las manos y es más, me pidieron si no tenía otras para vender, pero no tenía ni el teléfono del proveedor como para encargarle otras”, cuenta a LA NACION.
Hasta que una tarde el hombre regresó al predio con dos monturas más y el joven se las compró. En ese momento, al ver la necesidad que había por el producto en su círculo, Salerno le entregó todos sus ahorros y le pidió que le fabrique cuatro monturas. Vino su primera decepción: el fabricante tomó el dinero y nunca más apareció.
Ante la adversidad, no iba a quedarse de brazos cruzados y volvió a apostar. “Conseguí otro talabartero que se quería ir de la fábrica. Y así, hace trece años, casi sin nada pero con muchas ganas, empecé a fabricar mis primeras monturas en un garaje que estaba en el fondo de la casa de un tío abuelo en Bella Vista. No tenía un peso y me hacía falta una máquina de coser. Fue ahí que mi madre sacó un crédito en un banco que me permitió comprar esa primera máquina que valía $25.000. Lo gracioso fue que cuando salí del banco con toda esa plata, se me cayeron los billetes en la vereda que volaron por todos lados”, recuerda.
Y arrancó. Para ir a comprar insumos, le pedía el auto a su madre que siempre lo “apoyaba en sus proyectos como este”, que de a poco comenzaba a tomar vuelo. “Me metí en un sitio de comercio internacional para vender. Hasta que un día se contactó conmigo un importador alemán y surgió la posibilidad de empezar a fabricarle algo muy chico. Pero me pidió que vaya a Alemania a mostrar mi mercadería. No tenía plata ni para el pasaje, pero me dijeron que me lo pagaban”, dice.
Así partió, con 100 euros en el bolsillo y dos monturas al hombro, a conocer a su posible primer cliente internacional. “Cinco años después, este cliente pasó a ser el mayor vendedor de Alemania, mercado más grande del mundo, comercializando hasta 300 monturas por mes”, detalla.
Con 38 años y 38 viajes a Alemania en su haber, en la actualidad posee una planta en Villa Martelli, con 30 empleados y con su marca HBC (Horse Brand Company) exporta a Europa, Chile, México, Ecuador y Brasil, entre otros mercados. En promedio, cada montura se comercializa en el exterior a unos 3000 euros.
En cuanto a su carrera profesional, siguió montando por bastante tiempo. Estuvo en el equipo argentino de prueba completa, una disciplina de tres etapas: el primer día es una prueba de destreza y adiestramiento, donde jinete y caballo deben ejecutar una serie de ejercicios determinados; el segundo día es la prueba de fondo, de resistencia y velocidad, y el tercer día es el salto en pista.
Con una venta anual aproximada de 5000 monturas, ahora está en la búsqueda de conseguir la certificación como empresa amigable con el medio ambiente. “Estamos con un proyecto para tener una fábrica sustentable. Los cueros que usamos tienen un curtido vegetal, no usamos cromo que es lo que más contamina el medio ambiente y los ríos. Vamos camino a tener esa certificación, ya estamos muy cerca, lo mismo que la ISO 2001″, destaca y agrega que este año están sumando otras líneas de productos y accesorios que también piensa exportar.
Pese a que el año pasado, después de un intento frustrado por tratar de participar de los Juegos Panamericanos de Chile porque por temas de negocios, no pudo estar en una prueba, está feliz cuando mira hacia atrás y ve dónde llegó.
“Mi vida se divide entre mi familia, los caballos y la capacitación permanente. Para conseguir ambas cosas, siempre hubo mucho esfuerzo y dedicación. Si uno mira de afuera, dice guau pero para mí fue durísimo. Empecé de muy abajo, con muchas deudas encima y donde hacía absolutamente todo. Me encargaba de comprar los insumos, de pagar a los proveedores, de cortar los cueros, coser y armar las monturas y luego de tratar de vender la mercadería. Sumado a que en el camino hubo mucha decepción, hasta que se dio vuelta a la tortilla y las cosas comenzaron a darse”, finaliza.
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