Luis Gómez Llambi desarrolló una suerte de casita para “volver al gallinero de los abuelos”; se presentó en la Rural
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Con 52 años, Luis Gómez Llambi sabe que en la vida las oportunidades hay que aprovecharlas cuando se presentan y, si hay que dar un volantazo para volver a empezar, siempre vale la pena. Hace unos días llegó de Carlos Casares, provincia de Buenos Aires, para mostrar su emprendimiento en la 136º Exposición Rural de Palermo: el gallinero móvil.
Cada vez que alguien se acerca para interiorizarse de ese pequeño galponcito de un metro por un metro que viste el stand en la muestra, con mucho entusiasmo cuenta su historia de vida. “Soy contador, pero hoy nada queda de eso. Hace tiempo que no tengo nada que ver con liquidar impuestos en un estudio y solo el campo es mi centro”, dice a LA NACION entre risas.
Con esa frase comienza a describir su historia cercana al campo y no tanto. “De chico, con el campo nunca tuve relación, solo cuando acompañaba a mi viejo, que trabajaba en una consignataria de hacienda, a los remates feria del pueblo o yendo de campo en campo juntando hacienda para armar las jaulas para vender. Y me encantaban las matemáticas y antes, si te gustaban las matemáticas, tenías que ser contador. Y así fue: estudié esa carrera”.
Ya recibido volvió a su pueblo natal y puso un estudio contable con un socio. Un día, años atrás, se presentó un cliente que tenía una fábrica de herrajes para mangas, bisagras para tranqueras, tranquerones de cricket y otras herramientas, para que le lleven los papeles.
“Demetrio es un rumano que llegó siendo muy pequeño con sus cinco hermanos en un barco muy grande pero en el viaje fallecieron sus papás. Así que fueron repartidos a quien los pudo llevar y él cayó en Casares con una familia, donde creció. Se hizo vendedor de una fábrica de bisagras y después armó su propia fábrica. Desde un primer momento, lo adoramos. Ya lo agarramos en el final de su vida económica y así que, cuando en 2006 puso en venta su fábrica, se la compramos. Para homenajear a este buen hombre pensamos que lo era mejor era ponerle Metalúrgica Don Demetrio”, describe.
En un principio, la vida de Gómez Llambi se dividía en trabajar como contador y la metalúrgica: “A la par, mantenía ambos trabajos. Pero en una de esas crisis de la vida, en 2014, hace 10 años, abandoné la profesión y arranqué solo con esto a fondo. Sentía que el campo era algo que tenía pendiente en mi historia”. Dos años después también incursionó en la ganadería, comprando sus primeras vacas y alquilando unas pocas hectáreas pero, “muy profesionalizado” a través de una producción regenerativa.
Un día se presentó en el local un cliente, Santiago De Bernardi, y le hizo un pedido muy particular: un comedero para gallinas: “Quería un comedero de gallinas y yo ni sabía nada de nada del tema. Luego me pidió unos nidos y después el carro. Y tal fue la repercusión en redes sociales que comencé a fabricarlos”
E inmediatamente fue un furor. “En la fábrica pasamos de hacer solo de bisagras y herrajes y de tanto en tanto algún gallinero a que hace un año estamos todo el día haciendo las dos cosas”, explica y agrega que solo hacían los grandes de hasta 600 gallinas: “Pero hace cuatro años, en época de pandemia, surgió la posiblidad de hacer uno pequeño para que una familia lo tenga en el patio de su casa”.
Hoy en la fábrica trabajan 10 operarios y personas con foco en el “producto estrella: el gallinero portátil familiar”.
“Es volver al gallinero de los abuelos, de cuando éramos chicos y en el patio trasero de la casa había gallinas ponedoras. La pandemia hizo que toda la gente tenga su pequeña huerta, y para complementar está este gallinero”, señala.
Según cuenta, el gallinero es como para cuatro gallinas, dependiendo de cuánto uno le dé para pastorear y las deje sueltas. Se puede colocar alrededor una cerca eléctrica o un cerco de red plástica. Es móvil, tiene ruedas y totalmente desarmable: “Con una llavecita se arma como un mueble que se compra en un supermercado”.
A la hora de promocionar su producto, dice que existen tres razones para tenerlo: “Ingreso diario: recolectás y vendés huevos todos los días, es decir habrá dinero constante en tu bolsillo; cuidar gallinas es muy fácil, requiere de poco trabajo y es accesible para todo y; por último las gallinas enriquecen la tierra, mejorándola gracias a su intervención natural”.
Personal y profesionalmente, para Gómez Llambi, es un momento excepcional en su vida. “Del contador solo quedó una herramienta hermosa para hacer ahora lo que me gusta. Pero no hay chance de que alguna vez vuelva a un estudio contable. Me enamoré del sector, de andar por el campo, al aire libre y no me quiero ir más de este lugar que es mi lugar en el mundo”, finaliza.
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