Desde Atahualpa Yupanqui hasta Florencio Molina Campos elogiaron la sabiduría de aquellos vendedores que recorrían los pueblos con sus pociones para curar males
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El yuyero frecuentaba las ciudades con sus canastas o alforjas llenas de hojas, semillas, raíces, cortezas y frutos; la entrega tenía su indicación correspondiente al origen y propiedades, dado el profundo conocimiento de cada especie; y como bien decía Atahualpa Yupanqui en la revista Folklore de enero de 1965: “El anciano se llamaba don Pancho Ormeño ¿Cuál era su misterio? Pues, que este riojano, sin haber salido jamás de su Rioja, conocía todos los yuyos y hierbas del mundo, las propiedades curativas, los buenos y malos efectos. Nada ignoraba el hombre en materia de hierbas y era sorprendente su colosal erudición. Gente de ciencia, del país y extranjeras, gentes especializadas, salían asombradas de este saber sin vueltas de Don Ormeño”.
El propio Yupanqui cantaba “Vendedor de Yuyos”: Nunca más se oyeron los pregones tuyos:/ Yuyitos del campo, pa’l bien y pa’l mal./ Poleo, carqueja, flor de romerillo, yuyos milagreros, yerbas pa’ olvidar./ Llenabas las siestas con tu voz de grillo,/ cuando aparecías por el arenal.
En un interesantísimo artículo del doctor León Tenenbaum llamado “El arte de curar”, publicado en 1997 por la Academia Nacional de Medicina, al referirse al yuyero expresa: “Cada puñadito que entregaba iba acompañado de precisas indicaciones y recomendaciones. Daba lo que nunca se encontrará en bolsitas numeradas: su voz, su fe contagiosa, su humilde sinceridad. Eran como el té, el cafecito o el mate cotidiano que reconfortan, estimulan o, simplemente, caen bien. Las más comunes de las hierbas para el hogar eran las estomacales, digestivas o diuréticas. Las había para la tos, para los cólicos o los vómitos. También había para calmar los nervios. La infaltable cuota mágica iba en las insistentes recomendaciones finales: que si debía beberse la infusión de día o de noche, si con luna nueva, llena o creciente.”
La mayoría de las propiedades de las hierbas medicinales americanas fueron aplicadas por experiencia y sabiduría indígena previo a la colonización española, y quizás su divulgación o publicación más antigua se trate de “Historia medicinal que trata de las cosas que se traen de nuestras Indias Occidentales” escrita por Nicolás Monardes, en 1574, en Sevilla. En 1710 el padre Pedro Montenegro luego de un profundo estudio e intercambio con la cultura guaraní, escribió el llamado “Materia médica misionera”, brindando consejos para su recolección y aplicación, y a partir de 1837 aparece el Recetario medicinal del célebre doctor Mandouti, muy consultado por aquella época.
Entre las hierbas utilizadas por los yuyeros con su nombre común, tipo de aplicación y tratamiento, pueden mencionarse:
- Abrojo: como laxante y antiespasmódico, también como antiinflamatorio y cicatrizante.
- Albahaca: la hoja machacada era utilizada en la herida de animales embichados.
- Barba del choclo: diurético
- Burrito: sus hojas, en infusión o decocción como digestivo.
- Carqueja: sus tallos en infusión se utilizan como hepático.
- Cedrón: digestivo aromático, antiespasmódico.
- Cola de caballo: tiene muchas propiedades, principalmente como diurético.
- Cola de zorro: sus hojas en infusión para los riñones.
- Culandrillo: sus hojas en infusión como digestivo
- Marcela: se utiliza en infusión para cólicos e indigestiones
- Manzanilla: como antiséptico y contra espasmos, también para la conjuntivitis
- Palán-palán: las hojas picadas como cicatrizante
- Pata de vaca: utilizada, en infusión, como diurético
- Romero: sus hojas en infusión como digestivo
- Salvia: para la tos y el catarro.
- Yerba Meona: utilizada, en infusión, como diurético
Florencio Molina Campos ilustró en 1955, en el almanaque de Minneapolis-Moline Coompany, “El yuyero de las sierras” allí manifestaba: “Con un conocimiento empírico, el yuyero sabe el beneficio y aplicación de infinidad de remedios, extraídos de esos vegetales. Dada su eficacia el yuyero es muy solicitado y es bienvenido su arribo, cuando regresa de las sierras en su burrito con su aromática carga”
El recordado Hilario Cuadros en “El Jarillero” cantaba: Tengo el carro lleno de jarilla chilca, pichana y romero / Todo yo le ofrezco, mil yuyos del cerro,/ Por una mirada, señora, de sus ojos negros../ Señora yo le cuento a los valles, le cuento a los cerros/ juntito a los ríos... Cuanto yo la quiero!/ Pero sabe una cosa señora... No le cuento todo lo que siento.
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