La Argentina es líder mundial en producción de maíz, cuyas contribuciones a la economía nacional son relevantes, por los ingresos provenientes de la exportación y por la disponibilidad y calidad como materia prima para la industria de molienda, la transformación en proteínas animales y la sustitución de combustibles no renovables.
Son reconocidos los beneficios de la inclusión del maíz y el sorgo en las secuencias agrícolas, ya que aportan cobertura de rastrojos al suelo, mejoran los balances de carbono y la productividad de otros cultivos de la sucesión. El caso del maíz es de los más exitosos de la agricultura argentina. Ello se ha sustentado en el mejoramiento genético complementado por biotecnología y en su efectiva combinación con otras tecnologías de insumo y de proceso, como la siembra directa y las prácticas de manejo asociadas, adoptadas por los productores agrícolas.
En los últimos 30 años, el rendimiento medio nacional del maíz ha crecido a razón de 2,9% anual, pero en la última década se registró una desaceleración. Ello ocurre al tiempo que algunas de las tecnologías que han apuntalado aquellos avances están próximas a sus niveles máximos de adopción potencial. Es imperioso revisar lo realizado y descubrir el mejor sendero para recobrar el crecimiento de la productividad. Esto es un llamado de atención respecto de la necesidad de recuperar la aplicación de algunos principios agronómicos básicos, probablemente relegados por las condiciones del mercado en el pasado reciente, especialmente por la baja en la rentabilidad y por una sobrevalorización de ciertas tecnologías de insumos. Afortunadamente, existen tecnologías de insumos y de procesos en distintos grados de desarrollo que permiten esperar una recuperación de la tasa de crecimiento en el corto plazo, pero será preciso que el escenario productivo resulte atractivo para la aplicación de esas nuevas tecnologías. El desafío que implica la amplia diversidad territorial de nuestra área agrícola requiere adaptar y generar prácticas de cultivo que mejoren la eficiencia productiva y reduzcan los costos ambientales. El creciente interés por el consumo de alimentos más saludables abre espacio para el desarrollo de maíces con mayor aptitud nutracéutica mediante mejoramiento genético. La semilla es hoy mucho más que un vector de innovaciones genéticas, lo es también de otros desarrollos biológicos y moléculas que favorecen y protegen el crecimiento del cultivo desde su implantación. La caracterización en marcha de organismos rizosféricos busca ampliar las alternativas efectivas de fertilización biológica.
La agricultura de precisión tiende a optimizar la relación entre sitio de cultivo e insumo a aplicar, sean semillas o agroquímicos. Con un mejor conocimiento y ajuste de prácticas de manejo del cultivo de maíz tardío (siembras de diciembre en zona pampeana), especialmente de algunos cultivos de cobertura previos en función del ambiente de siembra y dosis y estrategia de fertilización nitrogenada, se reduce la brecha productiva.
La producción con niveles de residuos de fitosanitarios y micotoxinas por debajo de los umbrales admisibles es una condición necesaria para reducir la exposición de la población a estos compuestos, evitar pérdidas en la producción pecuaria, obtener productos y coproductos industriales inocuos y lograr su colocación en los mercados. Se ha avanzado en tecnologías innovadoras para mejorar la inocuidad del grano, comenzando con la información sobre los cultivares con mayor resistencia a patógenos que generan micotoxinas, sistemas de alarma, estudios de disipación de agroquímicos en granos almacenados, sustitución de moléculas por otras que combinan eficiencia de control y menor residualidad, y perfeccionamiento y mayor concientización sobre la adopción de buenas prácticas.
El autor es coordinador del Programa Cereales y Oleaginosas INTA Pergamino
Guillermo Eyhérabide
LA NACION