Al igual que en la pandemia, los economistas argentinos han vuelto a hablar de cuánto tiempo necesitará la economía para recuperar su nivel de actividad, y la sopa de letras fue la metáfora elegida para explicar la forma que tomará el gráfico de la recuperación.
Una parte de la profesión dice que tendrá forma de V, esto es una veloz y fuerte caída seguida por una rápida recuperación, otros piensan que será en U sumando la idea de que habrá que esperar un tiempo entre la caída y la recuperación. Están los que plantean que será un J acostada lo que implica que la recuperación será lenta, y los más escépticos hablan de la L planteando el escenario que la economía permanecerá estancada un tiempo largo.
En este abordaje de perspectiva temporal, las decisiones que toman los productores agropecuarios tienen una relevancia fundamental, puesto que son los que encienden el movimiento de 19% del PBI, el 19% del empleo privado y siete de cada diez dólares que se exportan.
Hoy el productor tiene sobre su mesa de trabajo la información para decidir la inversión de siembra de la cosecha fina, mayormente trigo o cebada, y se ha generalizado la percepción de que, en el actual contexto económico y precios relativos, son altos los riesgos económicos que se corren con la implantación de estos cultivos.
La palabra “trigo” puede parecer simple a primera vista, pero en su esencia lleva consigo mucho más de lo que aparenta. En primer lugar, por la importancia que tiene para la actividad económica de la región pampeana durante el cuarto trimestre del año. En segundo término, por el impacto que genera en el ingreso de divisas porque más de un tercio de las exportaciones totales del país entre los meses de diciembre, enero y febrero provienen del cereal; al mismo tiempo que permite disponer de trigo en las zonas donde se encuentran los molinos, evitando los altos costos de movimiento del grano.
El trigo es el tercer cultivo de mayor volumen de producción del país, actualmente representamos el 5% de las exportaciones globales del cereal y es el insumo principal con el que los argentinos consumimos anualmente 92 kilos de harina, incluidos en el pan, facturas, galletitas, fideos, y otros farináceos.
El año pasado se sembraron 5,5 millones de hectáreas, esto equivale a casi un millón de ha menos que el promedio de los últimos cuatro años previos al evento “Niña”, que duró tres campañas. Principalmente Córdoba y La Pampa vieron caer su área sembrada en un 20% y Buenos Aires en un 10%. En condiciones normales este millón de ha implica un 15% menos de producción, o el equivalente a U$700 millones.
Si bien al momento de este análisis, parecería que este año la disponibilidad de agua no sería un limitante al momento de la siembra, ya son públicos los informes climáticos que confirman que en el segundo semestre vuelve la “Niña”.
Los números para la siembra de trigo están en rojo y también el de los cultivos alternativos como el de la cebada. Los precios internacionales se han deteriorado, para la cosecha 2024/25 hoy cotiza en US$203 por tonelada, esto es un 22% más bajo que el valor promedio de los últimos 24 años.
Los precios de los insumos estratégicos han experimentado un notable aumento en términos de dólares, un fenómeno que encuentra su raíz en el ámbito local. Este incremento se atribuye al alza del impuesto PAIS y a la incertidumbre generada entre los importadores con respecto al stock de deuda comercial, lo que ha generado un ambiente de inseguridad en estos mercados. Esta situación ha repercutido directamente en los valores de los insumos y repuestos empleados en la producción agrícola, situándolos actualmente entre los más elevados de la región.
La aceleración del pase a precios como se observa en el caso de los fletes refleja que el aumento de los costos nominados en pesos está generando una rápida adecuación de los valores relativos a sus niveles anteriores a diciembre pasado. Estimamos que este proceso concluirá antes que arranque la nueva campaña agrícola.
Esto lleva a preguntarnos si en estas condiciones la campaña fina se llevará adelante con un paquete tecnológico que permita obtener trigos de calidad, y si al mismo tiempo será capaz de recuperar parte del millón de hectáreas perdidas, en forma de V, de U o de L.
Políticas públicas
En este contexto, la definición la tienen las políticas públicas y su capacidad para generar las expectativas en el momento oportuno. Actualmente entre brecha cambiaria y DEX al productor la quitan el 31% de su ingreso verdadero. Si bien existe la promesa de salida del cepo y volver a tener un único tipo de cambio, se observa que con estos nuevos precios los DEX contribuyen notablemente con la caída de ingresos siendo una de las causas del resultado negativo.
La palabra trigo no tiene ni la V, ni la U, ni la J, ni la L, pero las contiene, porque las decisiones que van a tomar los productores durante estos días en materia de inversión para la siembra del cereal terminarán condicionando parte de la velocidad de salida de la actividad económica del país durante el cuarto trimestre del año.
La adecuada comunicación sobre la eliminación de los DEX puede ser la clave para redefinir las expectativas de los productores, abriendo así la puerta a un panorama más próspero.
Finalmente, el éxito o fracaso de estas decisiones no sólo depende de las letras que componen la palabra “trigo”, sino también de la habilidad para adaptarse y comunicar eficazmente los cambios necesarios. En tiempos de incertidumbre, la claridad y la acción estratégica pueden llevarnos hacia un futuro más prometedor.
El autor es economista jefe del Instituto de Estudios Económicos y Negociaciones Internacionales de la Sociedad Rural Argentina (SRA)
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