El especialista señala que el crecimiento económico que provoca la agricultura se logra a costa del empobrecimiento del recurso, y que deberá reconstruirse el nivel de fertilidad
"El suelo está subsidiando a los productores y al país", advierte Roberto Casas, director del Instituto de Suelos del INTA Castelar. Si se tiene en cuenta la pérdida de la materia orgánica en suelos dedicados a la agricultura continua, el déficit de nutrientes -como consecuencia de una insuficiente reposición por fertilización-, la disminución de la acidez de los suelos, la erosión y el deterioro de la estructura edáfica, se comprenderá el sentido de esta afirmación.
Tal como explica Casas, en los últimos años, la tendencia al monocultivo de soja provocó una fuerte degradación de los suelos. Para medir el impacto del fenómeno valen algunas cifras. Según estudios recientes del organismo que dirige Casas, los suelos en sistemas agrícolas pasaron de un 3,2 a un 2,7 por ciento de contenido de materia orgánica, lo que significa una pérdida de alrededor de 0,5 por ciento; si se tomara como referencia el contenido original de materia orgánica, al inicio de la colonización agrícola, la merma rondaría entre el 25 y el 50 por ciento. La disminución de materia orgánica también está asociada a la erosión: con cada centímetro de suelo que se pierde, se va un 0,1% de materia orgánica.
Para frenar este proceso, apunta Casas, hay que tener en cuenta la rotación con maíz y el trigo, cultivos cuyos rastrojos se descomponen con mayor lentitud respecto de la soja, protegen al suelo de la erosión y tienen más posibilidad de humificarse . Un proyecto de investigación del INTA y de Aapresid, demuestra que en 8/10 años, con la rotación trigo, soja, maíz y la técnica de siembra directa se podría incorporar al suelo entre 6 y 7 toneladas de materia orgánica, lo que implicaría una ganancia de 0,5 a 1%, según la textura del suelo.
Vulnerabilidad creciente
La gravedad del deterioro del suelo se nota todavía más cuando analizamos la escasa tasa de reposición de nutrientes por fertilización, lo que a la larga supone una disminución de la fertilidad. El caso del fósforo es emblemático. Según datos de un estudio de Casas y de Gustavo Cruzate, sólo se aplica el 16% que requiere la soja, el 67% que absorbe el maíz, el 40% que necesita el girasol y sólo en el caso del trigo se aporta más de lo que tomaría el cultivo (125%).
En los últimos 25 años, la baja reposición de fósforo llevó a la reducción de una parte por millón por ha por año (un miligramo de fósforo por kilo de suelo) en el norte bonaerense y de dos partes por millón por ha por año, en el oeste bonaerense.
"Muy pocos lotes se fertilizan con criterio de balance", lamenta Casas y agrega que, en los países desarrollados, además de incorporar al suelo los nutrientes que demanda cada cultivo, prepondera el criterio de reconstrucción de la fertilidad inicial. Cabe observar que esta última estrategia será difícil de aplicar en la Argentina, dada la enorme superficie agrícola en alquiler. En este caso, el especialista sugiere que, al formular los contratos de arrendamiento, se debería tener en cuenta como condición el balance de nutrientes.
¿Cuánto tiempo puede llevar la recuperación de la fertilidad de los suelos? Según Casas, para lograr el aumento de una parte por millón, en fósforo, deben agregarse, durante varios años, 10 kilos de fósforo por ha, además de lo que consumen los cultivos.
"Así como tratamos de mejorar la estructura del suelo debemos elevar la fertilidad. Hoy en día, a lo sumo se tiene en cuenta el criterio de mantenimiento, en función de la producción objetivo por hectárea, pero si el stock de nutrientes está muy deprimido, con eso no alcanza", señala Casas.
Un costo pendiente
Ahora bien, ¿cuánto cuesta esta reposición de la fertilidad? Generalmente el productor no incluye en el cálculo del margen bruto lo que los granos exportan en fósforo, calcio y azufre. Casas ejemplifica: "Si partimos del hecho de que la producción de soja exporta 160.000 toneladas de fósforo, para aplicar el concepto de balance -puesto que sólo se aplica hoy un 16% de lo que exporta el cultivo-, habría que agregar 800.000 toneladas de superfosfato triple de calcio, lo que supondría una inversión de 230 millones de dólares, unos 20 dólares por hectárea."
Este déficit de fertilización actual -señala- muestra que "el suelo está subsidiando a los productores y al país, porque el Gobierno recauda de las ganancias del sector". En este sentido, el crecimiento económico de la agricultura ocurre "a costa del empobrecimiento del recurso suelo".
Las mayores extracciones de fósforo se registran hoy en el noroeste de Córdoba, el sur de Santiago del Estero, sur de Santa Fe y todo el norte bonaerense, con valores superiores a los 14 kilos por hectárea. "En la región chaqueña, área de gran expansión de la soja, los altos niveles de fósforo de los suelos están bajando abruptamente porque nadie fertiliza. Se está sacando plata del banco porque todavía la cuenta tiene mucho, pero en poco tiempo más vamos a llegar a una situación peor a la de la región pampeana", advierte Casas.
Según el especialista, el aumento de la producción agrícola nacional a 100 millones de toneladas, "será posible en la medida en que se apliquen tecnologías que aseguren el mantenimiento o mejoramiento de la calidad y la salud del suelo".
Sustentabilidad agrícola
- El Instituto de Suelos del INTA Castelar y la Agencia de Cooperación Internacional del Japón organizan un seminario sobre "Sustentabilidad de la Producción Agrícola" el próximo lunes y martes en el Paseo La Plaza (avenida Corrientes 1669). Expertos locales y extranjeros expondrán sobre aptitud de uso de las tierras y riesgo climático, eficiencia del uso de los recursos (agua, materia orgánica y nutrientes), manejo del agroecosistema y salud ambiental y productividad de los cultivos. Informes: 4313-8901. E-mail: mneves@jica.org.ar.
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