Walter Malfatto, Juan Monín e Iván Castellaro integran el grupo de productores autoconcovados que planeó la marcha del sábado pasado en Plaza de Mayo; sus historias de campo
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El día en el partido bonaerense de Bragado amaneció con niebla, chispeando, por lo tanto las tareas de cosecha están suspendidas hasta que el tiempo mejore y lo permita. Mientras tanto, el productor Walter Malfatto, en su campo “La pobrecita”, aprovecha para acomodar algunos papeles, una tarea poco atractiva para quienes aman trabajar en el campo. Junto a su mujer, Sandra, además de producir en campo propio llevan adelante una empresa de servicios de aeroaplicación, de cosecha y de siembra.
Malfatto junto a Juan Monín e Iván Castellaro fueron los gestores del grupo de más de 200 productores del país, al que llamaron Independencia, que el 9 de julio pasado en San Nicolás organizó una movilización con más de 65.000 personas a la vera de la ruta 9 y que el sábado pasado llevaron adelante el tractorazo a Plaza de Mayo. Para los organizadores, allí hubo más de 100.000 personas.
“Ambas fueron emocionantes, San Nicolás porque era la primera, fue imponente y no nos esperamos tamaña convocatoria y, la de Plaza de Mayo porque, subido al tractor llegar y ver esa cantidad de gente que con sus banderas argentinas nos recibía fue impresionante. Se me puso la piel de gallina. No lo podía creer”, cuenta a LA NACION.
Criado en el campo familiar, ubicado en el paraje Raucho Viejo, recuerda su infancia con sus padres. Solo pudo terminar la primaria en una escuela rural que quedaba a una legua y a la que concurría en bicicleta, aun en los crudos inviernos.
“Recuerdo que llegábamos a la escuela con las manos congeladas y rápidamente bombeábamos el grifo que había en el patio porque el agua que salía estaba caliente. Heladas eran las de antes”, relata el también presidente de la Federación Agraria Argentina (FAA) filial Bragado.
A los 13 años, al no continuar sus estudios, se empleó como tractorista hasta que a los 19, su padre le prestó un viejo tractor del campo para que empiece a hacer sus primeras armas en el rubro y así comenzó a crecer. Hoy, hace 28 años que es piloto privado de avión y aeroaplicador con un curso que realizó en Zárate.
Además de Sandra, que es la encargada de armar las dosis de los agroquímicos y cargar en el tanque del avión, lo acompaña Esteban, uno de sus hijos, que es abogado pero que cuando hay contratos de pulverización por delante se sube a una pulverizadora autopropulsada para la tarea. Ariel, su otro hijo estudia arquitectura y ya le avisó que en poco tiempo se va a vivir a Australia: “Ya está terminando los papeles, esto me duele en el alma”.
Según describe, la intención y la movida que se armó con los autoconvocados fue defender a los productores de las medidas que vino tomando el Gobierno. Desde las subas de retenciones, intervenciones en los mercados hasta la brecha cambiaria que pega de lleno en la actividad. No hubo otro fin que ese.
“Yo no busco cargos políticos, yo vivo del campo y no necesito un sueldo de nadie”, indicó el productor.
A casi 1500 kilómetros de allí, en Sachayoj, provincia de Santiago del Estero, Juan Monín, productor, presidente de la Sociedad Rural local y bombero voluntario, reflexiona lo vivido el sábado pasado en Plaza de Mayo.
Aunque algo cansado porque fueron más de cuatro días entre ida y vuelta, está feliz por lo que ocurrió, porque cada instante lo llevaba a la vida de su familia inmigrante. Tanto materna como paterna, su ascendencia está impregnada de campo. Su abuelo materno era proveniente de los alemanes del Volga, que se instaló en la colonia bonaerense Hinojo y allí comenzó a ser contratista rural.
Su bisabuelo era vascofrancés y vivió en un campo entre Zárate y San Antonio de Areco, donde fabricaba ladrillos y sembraba alfalfa para luego armar atados para enviarlos en tren a Buenos Aires para los tambos de la zona.
Próximo a cumplir 50 años, su infancia estuvo plagada de mudanzas porque su padre, Héctor, se dedicaba a administrar estancias de una firma. Así fue por distintos campos de la Argentina hasta llegar al Chaco.
“La primaria la hice en Gato Colorado [localidad de Santa Fe], en el límite del Chaco. Al tiempo, papá pudo comprar algo de campo cerca de Charata y luego en Sachayoj, allí fundó la rural, de la que fue presidente y de la que hoy yo soy también titular”, detalla.
Cuando terminó la secundaria, muy empapado de la vida de campo, decidió estudiar técnico agrónomo especializado en ganadería en una escuela de agricultura de Bell Ville, en Córdoba.
En la actualidad, en su campo hace ganadería, siembra soja, maíz y sorgo y para poder “cerrar un número positivo” comenzó a hacer en ocho hectáreas zapallo cabutia, calabacines y calabaza rayada. Además, en algún momento hizo también algo de servicios de cosecha. “El anteaño pasado la producción de zapallos me permitió pagar el estudio de todo el año de mis dos hijos”, cuenta.
Para Monín, la movida de los autoconvocados fue más que importante. “Lo que hice fue pensando en mis hijos porque el cambio que logremos no lo vamos a ver nosotros pero ellos que vienen detrás sí. No tenemos que bajar los brazos. Esto es por un profundo amor a mi Patria, porque estar en el campo es servir al país”, asegura.
En Cañada de Gómez, vive la tercera pata de esta historia: Castellaro, que con 46 años además de productor tiene camiones de transporte cerealero y un comercio de informática ya que es licenciado en sistemas. Es cuarta generación de productores y su trabajo se reparte entre campos en Entre Ríos, Montes de Oca y Cañada de Gómez. Si bien su familia está ligada a la Federación Agraria, él prefiere definirse como “autoconvocado”.
Desde chico vio a su padre Adrián participando para mejorar las condiciones del sector agropecuario. En 2008, desde que se desató el conflicto por la 125, Castellaro durante meses se instaló en el piquete de las rutas 9 y 178, en Armstrong. “Lo que vivimos en el 2008 fue parecido a lo que me contaba mi padre de su lucha agraria”, detalla.
Si bien no pudo estar presente en Plaza de Mayo el sábado pasado, porque pronto se convertirá en padre, estuvo en la organización previa y, a la distancia vivió con un gran orgullo lo que acontecía esa tarde.
“Lo único que buscamos es visibilizar lo que está viviendo el sector agropecuario, peleando contra un Estado que te saca el 70% de tu producción. Nos duele que hagan un relato mentiroso de que la juntamos en pala”, dice.
Con una gran satisfacción por lo que considera un deber cumplido, Malfatto reflexiona: “Ahora le dejamos la mesa servida a la Comisión de Enlace para que actúe porque ellos son los representantes genuinos de los productores, les pedimos que no desperdicien esta oportunidad”.
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