Un proyecto del INTA y de la Asociación Civil Fertilizar mide la respuesta de la alfalfa y otras especies a la incorporación de nutrientes; mostraron los resultados en campos del sudeste bonaerense
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CORONEL VIDAL.- El cerco electrificado delimita con claridad las superficies testigo. Unas al pie de la sierra, a mitad de camino entre Balcarce y Mar del Plata. Con espejos de agua cercanos y vertientes naturales. La otra, campo adentro de Coronel Vidal, ya en el partido de Mar Chiquita. Son parches de brillosos verdes, aun cuando por allí hace muy poco que el paso del ganado se llevó lo mejor de esas pasturas y las dejó del alto de los dedos de una mano. Son parte de las parcelas que se dispusieron como módulos para aplicar estrategias de fertilización que, a la hora de los resultados que se midieron, confirman doble y hasta triple de volumen de recurso forrajero de calidad por sobre el crecimiento natural. Una ventaja que, insisten los profesionales que llevan adelante esta experiencia, no se debe medir tanto en la altura de lo sembrado sino en la apariencia del ganado.
“No se trata de ver pasto sino kilos en animal”, explica la ingeniera agrónoma María Alejandra Martino, parte del equipo que desde la Asociación Civil Fertilizar y con participación del INTA busca demostrar cómo la aplicación de fertilizantes deriva en un más óptimo rendimiento en las pasturas producidas para alimentar a la hacienda.
Cuatro establecimientos están alcanzados por este proyecto, en distintos puntos de la provincia. Ojo de Agua, en el límite entre General Pueyrredón y Balcarce; Pinar Chico, en Mar Chiquita; Estancia San Miguel, en General Guido, y La Chacra, en Laprida. Cuatro escenarios geográficos con condiciones distintas, algunos con exclusividad en la actividad ganadera y otros con combinación de producción de cultivos. Este cronista pudo recorrer los dos primeros junto con parte del equipo de expertos que lleva adelante este proyecto en el que se mostraron parcelas ricas en pasturas, en sus distintas variedades.
José Gugliemelli, encargado de Ojo de Agua, contó que tienen 2000 hectáreas, un 40% destinadas a ganadería extensiva, con base pastoril y suplementaciones estratégicas. “El alimento se produce todo en el establecimiento”, explica sobre el maíz que también producen allí. Su hacienda está compuesta por novillos Hereford, de 520 kilos, todo para exportación con cortes de carne que llegan a Europa con la marca de la estancia. La producción, aclaró, es de unos 650 a 850 kg/ha, según se mida con o sin suplementos.
Por esos potreros se ve festuca, alfalfa y trébol blanco “con pastoreo rotativo y sistema de agua de doble fuente, molinos y pantallas solares para bombeo y un manantial que se bombea a la sierra y se distribuye por gravedad”, detalló.
Pasturómetro
“Los productores saben cuántos animales tienen y cuánto come cada animal, pero muy pocos en el mundo saben cuánto pasto tienen”, advierte Marino, y aclaró que el objetivo que persigue Fertilizar es que se pueda producir y medir esas pasturas. En esta experiencia, antes de cada apertura del área al ganado, ella pasa con el pasturómetro para mensurar la producción.
“Queremos mostrar que se pueda producir en la potencialidad del ambiente”, dijo y destacó las muy buenas condiciones de la región pampeana para pastos. Insiste en que es un tema poco atendido y se está produciendo entre 30 a 50% del rendimiento que los campos podrían tener en forrajes con una atención más específica y fertilizantes de por medio. “Con merma de lluvias el sector sin agregado de nutrientes produjo 50% menos que el tratamiento fertilizado”, remarcó. En la región pampeana, precisó, el pasto crece a 50 a 60 g./ha por hectárea y por día. “Se desaprovecha ese crecimiento y hay preocupación cuando falta en invierno”, resalta Marino. Atender áreas de pastura, reconocen, no es fácil. Los establecimientos suelen estar escasos de personal, atienden costos y priorizan sus cultivos de rendimiento. De hecho tienen confirmado que el 77% de la superficie ganadera está cubierta por pastizal natural, sin manejo.
Esteban Ciarlo, coordinador técnico de Fertilizar, destacó este programa Suma P que busca llegar con fósforo a una superficie en la que escasea. “Las pasturas en la Argentina tienen como principal especie la alfalfa, una leguminosa que para fijar nitrógeno necesita mucho fósforo”, apuntó y dijo que se apunta a mejorar rendimientos a partir de estas estrategias de fertilización.
La recorrida llega luego hasta Pinar Chico, uno de los tres establecimientos que en la zona tiene El Pinar Agropecuaria S.A. También dispusieron lotes para la experiencia con fertilización sobre pasturas. Se inició en abril de 2022 con festuca y agropiro para una producción, en este caso, exclusivamente ganadera. “Si se produce girasol o maíz, se vende para comprar forrajes”, aclaró Federico Allende, gerente general de esta firma que dispone de unos 1500 vientres y tiene un 30% de exportación de ganado desde 500 kilos.
La proximidad al mar, los espejos de agua afectados por ese contexto geográfico hacen del suelo un escenario bien distinto de aquel serrado y de vertientes minerales. “Es otro ambiente bien distinto”, aclara Marino ya sobre una superficie con menor variedad de especies por ejemplo, sin alfalfa.
“A ojo”, dice Feco, encargado del lugar, cómo calcula el momento de habilitar el lote a pastoreo. Antes, como parte de esta experiencia, pasa el pasturómetro que dará resultados para incorporar a este proyecto que ratifica la buena respuesta frente al uso de fertilizantes.
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