Como en el cuento de Kafka, con los derechos de exportación el campo reclama ser escuchado
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No es un laberinto. Tiene una entrada franca y accesible. Pero frente al umbral está el guardián de aspecto recio, quien con cara de pocos amigos explica al chacarero que él es solo un simple primer centinela, y detrás de él hay otros más y otros más, y son todos muy poderosos.
Franz Kafka, en su cuento “Ante la ley”, nos describe la situación desesperada que se encuentra un campesino intentando ser escuchado por representantes de la ley. Pasan años y años, y termina sus días sin poder ni siquiera plantear su problema ante quienes deberían escucharlo.
En la Argentina sucede algo similar a la hora de intentar explicar lo pernicioso de los derechos de exportación (retenciones). El chacarero sabe bien que, si pudiese entrar y acceder a la ley, su reclamo tendría que ser atendido de inmediato. El solo quiere saber por qué es el único productor agropecuario del planeta que tiene un régimen especial impositivo conocido como las “retenciones”. Por lo tanto, pacientemente espera ser escuchado y que le permitan ingresar. La respuesta del centinela de Kafka al reclamo es clara: “Sí es posible lo que pide, pero por ahora no”.
El status quo continua por años. Pasa el tiempo. Se hacen algunos reclamos, pero el centinela permanece impertérrito y contesta con monosílabos. El chacarero continua frente a su petición, a veces tibio, a veces un poco mas insistente. Pero nada cambia.
La condena parece perpetua, pero en realidad no hay condena. El meollo es que todos los gobernantes o aspirantes a gobernantes saben que es injusto y contraproducente, pero el temor a cambiar y la necesidad del día siguiente siempre es perentoria, o por lo menos eso es lo que les dicen quienes custodian el umbral ¿Y quien se anima a desafiar al centinela?
La pregunta que hacen los guardianes de turno al chacarero es recurrente: “¿Cuanto más se produciría sin DEX (retenciones) y sin todas las trabas a producir y exportar?” Y el chacareo solo puede decir que va a ser mucho más. Pero no sabe cuánto. Imposible hacer un cálculo sin aventurarse estimando las numerosas variables que intervienen en el proceso productivo. Y ahí se termina el dialogo. El centinela ante la incertidumbre prefiere dejar todo como está, cerrando el paso.
Quizás, se podría ofrecer algún galimatías, una promesa que jamás se vaya a cumplir, o que bien no tiene manera de aplicarse en la práctica. Algún “bono” con una indulgencia futura. No es tangible el resultado, pero al menos es una promesa, imposible, pero una amable promesa. Peor es nada. Una ilusión no se le niega a nadie.
Así pasan los años. Los centinelas son los economistas, que tienen un muy corto periodo de permanencia hasta el próximo cambio de guardia que se sabe, en muchos casos pueden ser muy traumáticos.
Estos economistas prefieren el staus quo, mientras imploran que el chacarero produzca más, al menos al igual que los vecinos, a quienes, si se les franquea el paso del umbral con facilidad, y muestran orgullosos los abundantes frutos de sus producciones cada vez mayores.
Por última vez el hombre de campo pregunta: “¿Se podrá tomar mi reclamo? ¿Puedo ingresar? Se que podemos ayudar mucho a solucionar infinidad de problemas, se que, si nos quitan esta carga, rápidamente se revierten una enormidad de inconvenientes que aquejan a muchos compatriotas. La respuesta del economista a cargo es lacónica: “Es posible, pero por ahora no”. La puerta permanece cerrada.
El autor es productor agropecuario
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