Aunque ahora los cines están cerrados, hay películas que parecen repetirse. Una de ellas es la del enfrentamiento entre el campo y el Gobierno. Y lo curioso es que la banda sonora del film es similar a la de 2008: los precios récord de la soja.
En este caso, los ruralistas se anticipan a lo que sucedió antes del conflicto por la 125. En 2005, durante la presidencia de Néstor Kirchner, la intervención sobre el agro comenzó sutilmente con la carne. Después se propagó al resto de los productos con mecanismos cada vez más sofisticados.
En el ruralismo creen que el Gobierno se encamina a fijar más restricciones. Quedó lejos aquella promesa que les hizo Alberto Fernández a los dirigentes de la Mesa de Enlace, tras ganar las PASO de 2019, de que no iba a adoptar medidas sin consultarlos.
Aunque nunca es aconsejable enfrentarse con el sector que genera más del 60% de divisas por exportaciones, si hay un momento en el que es menos propicio hacerlo, es el actual. Según estimó la Bolsa de Comercio de Rosario, el complejo soja (que exporta harina, aceite, biodiésel y poroto) tendrá un ingreso de divisas récord de poco más de US$20.000 millones, un 26% más que el año pasado, pese a que la cosecha sería 11% más baja. A su vez, por todas las exportaciones de granos y productos derivados, el ingreso de divisas alcanzaría los US$35.900 millones, con US$8500 millones para el Estado, según un informe de la BCR. Los especialistas del mercado de cambios, como Gustavo Quintana, también destacaron que los exportadores de cereales y oleaginosas ingresaron ayer US$ 262,2 millones, la cifra más alta desde enero pasado.
Pese a que el mercado de granos es volátil, no hay un escenario bajista en el corto plazo. China es una aspiradora de soja y maíz. Ni Brasil ni Estados Unidos, sus principales proveedores, alcanzan para satisfacer esa demanda. Los fondos de inversión y especulación que operan en Chicago tienen en un lugar de privilegio de sus carteras a las commodites agrícolas.
En ese contexto, si el Gobierno suma otras medidas de intervención como la suba de retenciones o el cierre de exportaciones, los productores recibirán una señal de desaliento que se reflejará cuando vuelvan a sembrar o tengan que decidir si mantienen sus stocks de vacas.
Más allá de los números macro, a nivel micro, las realidades de los productores son diferentes. No es la misma situación de quien está en una zona que padeció sequía en el verano que quien tuvo buenas lluvias. Para todos, además, la soja de más de 500 dólares en Chicago es una ilusión, porque deben descontarle el 33% de retenciones y el diferencial cambiario entre el dólar oficial y el resto de las cotizaciones.
Esto también explica la cautela que los especialistas del mercado de granos observan en la conducta de los productores. “Se está vendiendo más maíz, girasol y trigo que soja”, explica el analista Fidel Poehls. Según sus cálculos, las ventas de la oleaginosa de los productores a la industria y a los exportadores son un 6% menores que en 2020.
En tanto, el analista Pablo Adreani señala que las declaraciones de embarques con soja se concentran en el período abril-julio, en coincidencia con la cosecha. “A partir de agosto, dos meses antes de las elecciones, es el desierto”, advierte. Esa es otra película. Y tiene un final abierto.
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