Conocida como "bella sombra", la planta fue objeto del canto de los poetas
"Buenos Aires, patria hermosa / tiene la pampa grandiosa, / la pampa tiene el ombú". Luis L. Domínguez
La sensibilidad entusiasta de nuestro poeta considera al ombú sólo argentino. Para él, Buenos Aires era sinónimo de patria, como para muchos otros. Pero lo cierto es que el ombú extiende su asombrosa presencia de especie vegetal en toda la pampa rioplatense, más allá del anchuroso Plata. Si se me permite el disparate seudocientífico, es algo así como una hierba dinosaurio, que se ha conservado admirablemente viva a través de las eras geológicas. Nuestros guaraníes lo llamaban "umbú". En la expresiva poesía de su lengua, significa en una traducción libre "bella sombra". La ciencia botánica lo ha denominado planta dioica, de la familia de las fitoláceas, con raíces superficiales, con muy grueso tronco ensanchado, que alcanza de ocho a diez metros de altura y de copa muy ancha. Sus hojas son semipersistentes y alternas. Las flores se agrupan en largos racimos. Originario de América del Sur, carece de vasos leñosos propiamente dichos. El ombú, así como se ha perpetuado en la naturaleza, tiene una imagen más perdurable aun entre los poetas y los artistas.
En honor del ombú, no es posible olvidar a nuestro Guillermo Enrique Hudson, quien nos escribió en inglés el entrañable amor por su pampa natal, desde su incurable nostalgia londinense. Bajo la sombra protectora de uno de los veinticinco ombúes de su pago natal, sentado entre las fuertes raíces junto al anciano gaucho amigo, escuchó ávidamente los insólitos relatos de hechos reales transformados por la fantasía que fueron tradición en su tierra y que desde el nebuloso destierro voluntario formarían los magníficos cuentos de su obra: El ombú.
Rafael Obligado, en su inmortal leyenda de Santos Vega, hace que "aquel de la larga fama" muera cantando su amor a la sombra del ombú que protegía el rancho de su amada prenda.
En la otra orilla del ancho río, un poeta uruguayo del posmodernismo, sugestionado por la estampa del ombú, nos da la visión de sus versos. Así ve al ombú Fernán Silva Valdés; para él, el ombú tiene la magia de todas las vivencias del gaucho y considera que bajo su sombra se situaba "la mesa redonda de los payadores".Añade una metáfora acertada: "Padre de la poesía rioplatense / el redondel de tu sombra / fue la tabla redonda / de los payadores".
El ombú levanta también su imagen y tiende su amplia sombra sobre la inspiración de los dramaturgos.
Florencio Sánchez, uruguayo -pero también argentino-, el destacado autor que tipificó en pinceladas magistrales la vida y las costumbres de sus contemporáneos, erige al ombú como personaje simbólico de la que puede ser su obra maestra : La gringa.
El ombú concentra en sí los rasgos de los dos mundos en pugna: el del colono que llega desde allende los mares -en este caso, don Nicola- para trabajar y aprovechar la riqueza de la tierra generosa que le abrió los brazos, y el del criollo, el gaucho, que antepone a todo el aprecio por su libertad y, sabiéndose señor de su pampa, no se interesa por el provecho, tal como el ombú no brinda utilidad material a su alrededor -en este caso don Cantalicio- el amor de la hija del gringo y el hijo del gaucho.
También yo apoyo mi pie en una de sus salientes raíces, y acompañándome con la guitarra virtual de las palabras, intento cantar la modesta ofrenda de mi décima a nuestro ombú tradicional, que, como auténtico gaucho argentino, es amante de la libertad que Dios le otorgó al hacerlo Señor de la "Pampa grandiosa", se enfrenta con la nomenclatura binaria de la ciencia botánica y se ha negado siempre, hasta el día de hoy, a ser árbol.
Pinta al heráldico escudo/ de nuestra "Pampa grandiosa"/ ombú de la sombra hermosa / tu copa su verde nudo / te alzas noble, fiel y rudo / en raíces te derramas. / Cobijas a los que amas, / pájaros o payadores / y en un racimo de flores / cuelgas ternura en tus ramas.