Durante años, Patrick Simmons ayudó a las cabañas argentinas en la preparación para estar en la muestra
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Hace más de 40 años, el estadounidense Patrick Simmons quedó maravillado al ver por primera vez la emoción que provoca en los argentinos el momento en el que, en la pista de la Exposición Rural de Palermo, el jurado apoya su palma sobre un toro para coronarlo como gran campeón. “Es un entusiasmo que no se ve en ninguna parte del mundo. Quedé enamorado”, cuenta.
Ese año lo habían traído al país los dueños de una cabaña para la que trabajaba en Brasil. Allí les enseñaba a los cabañeros a preparar los animales para las muestras. Su fascinación hizo que al año siguiente regresara, pero ya no solo como espectador, sino para buscar lazos para poder empezar a trabajar también con los expositores argentinos.
A los tres años ya viajaba por los campos argentinos transmitiendo sus conocimientos y la experiencia adquirida en Estados Unidos. En rigor, según explican en el sector, allí estaban más adelantados que la Argentina en la preparación del animal para las exposiciones, principalmente sobre el pelo. Una actividad que Simmons realizó hasta hace cuatro años con numerosos y reconocidos establecimientos.
“Es un número que no sé”, es lo que responde cuando se le pregunta por la cantidad de animales que ayudó a preparar a lo largo de su vida. Es que fueron tantos que perdió la cuenta.
Todos los años, en abril se embarcaba en un avión hacia la Argentina. Se subía a un colectivo e iba de una cabaña en otra. Pasaba aproximadamente cinco días en cada establecimiento. Dependía de la cantidad de animales que iban a exponer y la cantidad de pelo que tenían: él enseñaba a cortar el pelo. “Es muy importante porque un error en el corte es irreversible, tarda mucho en crecer”, dice.
De regreso
Ahora, en la 134º Exposición Rural de Palermo, que se realiza hasta el 31 del actual, no puede hacer más de dos pasos sin que alguien lo intercepte para saludarlo. Desde aquella primera vez viene religiosamente todos los años. “Tenía muchas ganas de volver, después de dos años que no he podido viajar. Extrañé estar acá”, confiesa.
Para él, fue “una suerte” haber podido trabajar con cabañas que fueron varias veces galardonadas, tales como Tres Marías. Actualmente está retirado; dejó la actividad hace poco más de cuatro años. “Ya no me necesitan, los cabañeros argentinos son muy capaces dentro de los galpones”, cuenta.
Simmons se formó como administrador de empresas. Tiene una empresa de venta de genética con la que exporta e importa desde Estados Unidos. Posee una pequeña chacra al límite de Asheville, un pueblo de Carolina del Norte.
Su primer amor fue Angus, raza que su abuela criaba junto a su tío. Fue ella la que le transmitió el amor por la actividad y quien le dejó para él una de sus enseñanzas más valiosas: “Para los animales hay una comida que es la más importante de todas: el agua limpia”.
A pesar de que ya no trabaja más, no hay año que no se pierda la exposición. “Extraño cuando no estoy acá, me siento como en casa”, comenta.
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