Tras el estancamiento, el país debe aprovechar las posibilidades de crecimiento con la generación de energías convencionales y bioenergías, minería, turismo, pesca, agrobioindustria, servicios del conocimiento, etcétera
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Pasado el primer examen de las elecciones primarias y divididos en tercios la oferta política para octubre, vale la pena detenernos a mirar de dónde venimos y hacia dónde vamos. Los números actuales y la situación posPASO reflejan un país que hace algo más de 50 años prácticamente no crece en su PBI per cápita, que no superó, como sí lo hicieron nuestros vecinos hace ya muchos años, el control de la inflación, no logra bajar el gasto de la política y genera déficit fiscal crónico en las cuentas públicas, no logra estabilidad en las reglas fiscales y mantiene y crea una maraña de impuestos y regulaciones para tratar de mantener un Estado ineficiente y prebendario con el cual conviven también algunas empresas amigas que generan importantes negocios, no genera inversión privada y empleo genuino, salvo el empleo público, etcétera.
El final de este proceso es la realidad social actual donde las clases medias disminuyen en su participación, aumenta la pobreza y la indigencia a valores intolerables y se ve claramente una alta conflictividad social. Si a esto sumamos los problemas de inseguridad, salud y educación se justifica el descontento, hartazgo y desconfianza general de los argentinos por estos días.
Sin dudas el camino elegido en los últimos 50 años fracasó y es necesario un cambio de modelo mirando una Argentina desde hoy a los próximos 50 años.
Hace pocos días, Roberto Bisang y Santiago Felice presentaron ¨Agrobioindustria, aportes para un País diferente¨, excelente documento que fuera entregado a todas las fuerzas políticas y que, con la adhesión de más de 60 instituciones del sector, marca la necesidad del cambio y lo que la agrobioindustria puede aportar al mismo.
El primer paso es definir un rumbo claro para la Argentina, abrirse al mundo y sumarnos nuevamente al comercio internacional de bienes y servicios. Hoy están abiertas las posibilidades de crecimiento en la generación de energías convencionales y bioenergías, minería, turismo, pesca, agrobioindustria, servicios del conocimiento, etcétera.l
En todos los frentes podemos crecer y participar activamente generando inversión y empleo genuino. Quizás de los sectores que más rápido pueden reaccionar por su capacidad instalada y tecnología están vinculados a la agrobioindustria y ellos son la producción granaria y sus elaboraciones (harinas, aceites, etcétera), todas las carnes, lácteos y muchas producciones regionales de gran potencial que han perdido presencia en los mercados en los últimos tiempos.
Desde la Fundación Producir Conservando hemos planteado desde hace tiempo la necesidad de definir un rumbo de país, realizar un plan estratégico claro para alcanzarlo, consensuar con la política y el empresariado las prioridades de los cambios a realizar y ponernos en marcha.
Volver a los 140 millones de toneladas de granos esta campaña y alcanzar 170 millones en 2030, aumentar producción y exportación de todas las carnes, crecer en la producción de leche para alcanzar rápidamente 12.500 millones de litros anuales y volver a generar, a pesar de la caída de los precios internacionales, en el corto plazo, 38/40.000 millones de dólares de ingresos por exportaciones del complejo agrobioindustrial es alcanzable.
Esto si se plantean ideas claras y reglas de juego fiscales, monetarias y de respeto institucional estables que vuelvan a generar confianza en aquellos que deciden anualmente inversiones de extraordinaria magnitud. Solo en la producción granaria se invierten entre 22.000 y 25.000 millones de dólares anuales. Es hora de ponernos en marcha.
El autor es coordinador de la Fundación Producir Conservando www.producirconservando.org.ar
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