Se espera que para 2024 el mundo virtual represente un negocio de US$800.000 millones
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La pregunta no es si sucederá, si no cómo y cuándo. Al anunciar el nuevo nombre de su compañía -Meta- y su propósito, Mark Zuckerberg puso sobre la mesa el “metaverso”. Un tema que introdujo Neal Stephenson en 1992 con su novela de ciencia ficción, Snow Crash.
El metaverso se concibe como un espacio donde las personas interactúan social y económicamente entre sí, como avatares. Sin las restricciones físicas del mundo real. El mismo es una realidad virtual donde podríamos jugar al fútbol con Messi, al tenis con Venus Williams o al ajedrez con Magnus Carlsen. El mismo día en que fuimos al recital de Lady Gaga o de The Rolling Stones. Pero no todo será ocio aquí.
La propuesta de Meta y, en colaboración con todas la compañías que se sumen a este proyecto, que dicen será tan grande y descentralizado como lo es internet, es la creación de un mundo virtual en el cual las personas puedan hacer también cosas que hoy hacen en el mundo real. Como por ejemplo, trabajar e interactuar con compañeros, clientes o socios desde sus casas u oficinas pero con mucho más realismo que el que existe hoy al hacerlo a través de una llamada por Zoom.
Los números son gigantes. Se espera que en 2024 sea un negocio de US$800.000 millones. Y que en 2030 haya 1000 millones de usuarios. Para impulsar esto, y liderarlo, Meta invertirá US$10.000 millones el año próximo.
El metaverso y el mundo agro
Más temprano que tarde, quienes estamos en el agro seremos parte de esta nueva realidad. Una realidad en la que todos tendremos la posibilidad de ser productores, asesores, contratistas, vendedores de insumos o lo que queramos. Dónde compraremos (o venderemos) campos, insumos, camionetas o cosechadoras, entre otras cosas. Habrá dos tipos de compras: aquellas que sean para “jugar” en nuestro mundo digital y aquellas que sean para nuestro mundo real.
Imaginemos entrar a esa agronomía en la que siempre compramos, pero a la sucursal que tiene en este espacio virtual. Allí podremos adquirir dos tipos de insumos: algunos para nuestras siembras en el mundo digital y otros para nuestras siembras en el mundo físico.
Los primeros estarán respaldados por un NFT (Non Fungible Token), que es básicamente un certificado de autenticidad de algo que existe en el mundo digital. Y los últimos serán “reales”, vendrán en cajas o en bidones como siempre y nos los entregarán en el campo.
Pero claro, ambos tipos de compra serán posibles si tenemos con qué pagarlas. Y es aquí donde aparecerán monedas digitales como Bitcoin, Ethereum y otras (imagino también las stablecoins SOYA y CORA de Agrotoken que están respaldas por mercadería física, siguen la paridad de precio de la soja y el maíz y fueron creadas por argentinos).
Además de comprar o vender, también podremos asistir a reuniones de trabajo, charlas y eventos que se hagan en lugares como la Rural, la Bolsa de Comercio de Rosario o alguna exposición. Presenciaremos máquinas que no fueron transportadas cientos de kilómetros u oradores que se encuentran en otros continentes. Algo parecido a lo que sucede hoy, pero de manera muy real.
En cuanto al manejo de los cultivos, tendremos la posibilidad de recorrerlos desde la oficina. A través de imágenes satelitales o de videos tomados con drones y con el uso de inteligencia artificial (AI) podremos, por ejemplo, reconocer malezas y saber cómo controlarlas, generando el menor impacto ambiental posible.
En línea con esto, Satellogic, otra empresa fundada por argentinos, anunció que en 2025 pondrá 300 satélites en órbita que permitirán tener 60 imágenes diarias de cualquier punto del mundo con una resolución de 30 centímetros.
La detección y reconocimiento de malezas a partir de vuelos con drones ya es posible desde hace algunos años mediante la israelí Taranis. Y así medir el impacto ambiental al controlarlas ya es posible gracias a AgroPro.
También podremos hacer cursos intensivos que no dependan de la duración de los ciclos biológicos de los cultivos o de caros simuladores para aprender a usar maquinarias, por ejemplo. Entre otros tantos. Lo sé, parece ciencia ficción. Pero es algo que ya está sucediendo.
En Fornite, un juego que la mayoría conoce al menos de nombre, algo como esto ya ocurre desde 2017. Quienes juegan compran accesorios (ropa, armas y otros objetos) para personalizar y dar estilo a sus avatares. Incluso pueden asistir a eventos que realizan “personas reales” como Travis Scott, el rapero norteamericano que reunió a 27,7 millones de espectadores únicos durante un concierto que dio este año en esa plataforma.
Está claro que quedan muchas cosas por resolver como la privacidad, la confidencialidad de los datos y el riesgo de que nos aislemos cada vez más, entre otras. Pero sin dudas, como toda tecnología, si la usamos bien tendrá muchos beneficios. Y en el mundo agro estoy seguro de que algún día, en vez de subirnos a la camioneta, nos pondremos las gafas de realidad virtual (VR) para “ir al campo” a ver cómo están los cultivos.
El autor es ingeniero agrónomo y CEO & fundador en AgroPro
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