Un manual de excusas al que suele apelar todo gobernante es echar culpas a factores ajenos cuando hay algo que no funciona bien: el clima, la economía mundial o el que estuvo antes en el poder. Esa conducta forma parte del abecé básico de quienes buscan que el foco de la atención no se fije sobre ellos por si tomaron alguna mala decisión o, directamente, ninguna.
Ya se pueden anticipar algunos de los argumentos que se escucharán el año próximo debido a la feroz sequía que afecta a la región pampeana por tercer ciclo consecutivo de efecto Niña. Con una cosecha de trigo que sería la mitad de que la del año pasado, ya hay una merma considerable de la producción. Esta semana se conoció un estudio de la Universidad Nacional de San Martín que solo por el grano fino se prevé una merma en los ingresos equivalente al 0,6% del PBI. El trabajo apunta que no solo habrá una caída en la liquidación de divisas por menores exportaciones, sino un impacto general en la cadena de producción, desde un menor número de fletes hasta la reducción de los servicios de cosecha. Eso, explica, inevitablemente afectará los ingresos de la población vinculada con el circuito del trigo.
Los atrasos en la siembra de maíz y soja, además, preanuncian una caída en la producción de ambos cultivos. Aunque todavía falta mucho para la definición de los rindes, los expertos coinciden en que la campaña no viene nada bien.
En otras palabras, es casi improbable que en 2023 el Gobierno cuente con el campo como tabla de salvación para los desaguisados de una economía afectada por el déficit fiscal y la elevada inflación.
A una inundación o una sequía es fácil echarle la culpa; en cambio, es más difícil explicar que habrá menos producción porque no hay insumos por las prohibiciones para importar.
La lista es larga. Fertilizantes, fitosanitarios, tripas para chacinados, maquinaria agrícola, materias primas para alimentos balanceados y semillas de alfalfa son, entre otros, los productos en los que hay dificultades para importar. Los mecanismos burocráticos se volvieron complejos y las empresas no encuentran respuestas claras de por qué un producto puede ser autorizado o no. Una empresa semillera de Pergamino, por ejemplo, se quejaba en estos días que la AFIP no le reconocía la capacidad financiera para adquirir materiales desde Estados Unidos, imprescindibles para iniciar la siembra de pasturas que después se convertirán en leche y carne. Aunque el balance anual de sus operaciones de comercio exterior es positivo, no puede importar.
A su vez, las empresas de alimentación animal que proveen balanceados tanto para la industria avícola, la porcina y los feedlot como para las mascotas argumentan que no les autorizan las SIRA (trámite para importar).
El contrasentido es claro: a quienes pueden generar las divisas que el país necesita para estabilizar la economía les impiden el acceso a los dólares para comprar insumos.
Esto lo hace el mismo gobierno que tiene un ministro de Economía, Sergio Massa, que repite una y otra vez que la Argentina tiene una oportunidad única con la exportación de proteínas. Es el paraíso que nunca llega.
Por el momento, el Gobierno se conforma con que el atajo del dólar soja lo ayude a salir de las urgencias del corto plazo. Sin embargo, los problemas se siguen extendiendo a otras cadenas. La industria láctea, por ejemplo, advirtió que el tipo de cambio especial para la oleaginosa desencadena subas en los precios de los alquileres y de los costos de alimentación de los tambos .
También la ganadería de carne comienza a enfrentar un escenario difícil. En el último informe de la Cámara de la Industria y el Comercio de Carnes de la República Argentina (Ciccra) se informó que en noviembre pasado “al comparar con noviembre de 2021, surge que el precio promedio del animal en pie negociado en el mercado de Cañuelas se incrementó apenas 35,9%, lo que se tradujo en una contracción de 26,7% con relación al nivel general de Índice de Precios Internos Mayoristas (IPIM) elaborado por el Indec (que en el mismo período subió 85,4%)”. Esto ocurre, en un contexto agravado por la sequía y una retracción de los precios de exportación que paga China, el principal mercado para los cortes argentinos, y la Unión Europea. En un mercado interno afectado por la inflación, que no convalida nuevas subas nominales, el escenario se volvió complejo. La posibilidad de poner excusas se reduce.