En el marco del Congreso de Maíz Tardío organizado por Brevant Semillas, tres especialistas hicieron ante LA NACION recomendaciones en torno de la fecha de siembra, la densidad y la fertilización, entre otros puntos
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En esta campaña de granos gruesos, el maíz tardío tomará un fuerte protagonismo porque será una de las opciones más elegidas por los productores en medio del tercer año consecutivo del fenómeno La Niña. Se trata de un cultivo que tiene como bondad que, para definir su rendimiento, acopla mejor sus períodos más críticos a la oferta de agua. Recientemente, la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) proyectó que, en la zona agrícola núcleo, su superficie crecería al menos seis veces versus la campaña pasada.
En este contexto, este jueves se realizó la 7ma edición del Congreso de Maíz Tardío organizado por Brevant Semillas en el predio de la Asociación de Fútbol Argentino (AFA) en Ezeiza. Durante el evento, tres especialistas dialogaron con LA NACION y brindaron recomendaciones.
“Los productores que esperan una lluvia para aún decidir si van a sembrar temprano que no se apresuren porque el banco de agua, que es el suelo en profundidad, no está muy cargado y los pronósticos de los meteorólogos no dan buenas noticias hasta por lo menos enero”, alertó María Elena Otegui, investigadora del Conicet y que trabaja en ecofisiología del cultivo orientado al manejo y el mejoramiento. Por esa razón, recomendó “atrasar la siembra para acumular agua y no salir a sembrar con una primera lluvia con la que se apunte a bajas densidades”.
Según la especialista, para la zona central (de la ruta 5 hacia arriba) todo el mes de diciembre es adecuado para iniciar la campaña de maíz tardío. “Sería recomendable que cuanto más se atrasen piensen en una madurez relativa un poco más corta que la que normalmente usan”, indicó. No obstante, reconoció que “no siempre es posible porque el productor ya tiene la semilla, así que va a ser una situación de compromiso”.
Otegui dio como ejemplo que, si a principios de diciembre está bien todavía usar una madurez relativa 120, si se va a fin de ese mes pensar en 115.
Por otro lado, recomendó que, “si la situación se pone aún a más crítica para esta práctica, es probable que haya que poner menos densidad, porque el presupuesto de agua va a ser acotado”.
En línea con lo planteado por Otegui, Martín Díaz Zorita, que es docente de la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional de La Pampa y socio de DZD Agro, aclaró para la zona semiárida o subhúmeda: “En esta región, todos los suelos que son profundos y arenosos sufren esa restricción hídrica, y en la medida que se den condiciones de humedad suficiente para lograr la siembra a partir de la última semana de noviembre, hay que sembrar y no postergarse más allá de la segunda semana de diciembre. La pérdida de rendimiento después del 15 de diciembre es muy grande, principalmente por el riesgo de heladas [avanzado el ciclo del cultivo]”, indicó en el congreso organizado por Brevant Semillas.
Por otro lado, Díaz Zorita remarcó que “en maíces tardíos la fertilización es tan importante como los maíces tempranos” y aconsejó hacer análisis previos. “Sabemos que hay suelos que van a mineralizar, pero si no tenemos forma de medir el potencial de esa mineralización es arriesgar demasiado en tomar supuestos. Por eso es recomendable manejarnos con los mismos criterios que usamos para los maíces de siembra temprana y hacer diagnóstico de suelo”.
Si bien coincidió con Otegui que, en comparación a lo que se pueda planear, es probable que se disminuya un poco la densidad, atendiendo a la condición hídrica de riesgo, alertó que esta debe ser solo “un poco menor”.
“Podemos trabajar con necesidades menores que en siembras tempranas, pero moderadamente atendiendo a cada ambiente y sabiendo que el espacio que el cultivo no cubre lo va a cubrir la maleza y para los ambientes de riesgo es la especie adaptada”, indicó.
Además, dijo que para los ambientes más marginales y críticos hay que tener “cuidado”.
Según Miguel Taboada, profesor titular en suelos en la Facultad de Agronomía de la UBA y director en la consultora Carbon Group Agroclimatic Solutions SRL, un tema del que no se habla y que es muy importante es el de hacer un muestreo amplio de los suelos: “Se debe hacer a una profundidad adecuada, que asegure una robustez estadística. En lugar de sacar solo la muestra para fertilidad de 0,20 centímetros, ir más abajo y determinar carbono, además de nitrógeno, y tomarse el trabajo de geoposicionar las muestras”
Frente a la preocupación por el cambio climático, subrayó respecto de los fertilizantes nitrogenados que hay que aplicar con “una tecnología adecuada y poner el nitrógeno en la dosis correcta, en el momento adecuado y en el lugar adecuado y usando una fuente correcta”.
Contó que hizo un análisis de las fuentes. Comparó la urea tradicional con dos de eficiencia mejorada, las ureas recubiertas con polímero (liberan nitrógeno más pausadamente) e inhibidores de ureasa (cortan la producción de nitrato en un momento y también lo demoran). El resultado fue una mejor performance de las ureas recubiertas.
Otra práctica a tener en cuenta, indicó, es manejar las rotaciones con maíz tardío. “Mostramos que en lugar de poner trigo y maíz, que los dos reciben nitrógeno, una opción más plausible es la de poner un cultivo fijador como puede ser la vicia, que aporte nitrógeno que va al ciclo siguiente. Eso de alguna forma permite regular la cantidad de fertilizante que se coloca en el maíz posteriormente. Aparte tiene una excelente performance en cuanto al secuestro de carbono”, indicó.
El experto recomendó: “Es importante una buena tecnología de fertilización, hacer análisis, hacer muestreo y rotaciones combinadas con cultivos de servicio y eso combinarlo también con un diagnóstico de nitrógeno obviamente durante el ciclo”.
En tanto, Díaz Zorita alertó que no se debe olvidar del fósforo que es el combustible para que las plantas funcionen. Y para lograr producir más con menos señaló: “La ubicación del fertilizante es importante, dosificar para lo cual no hay que tenerle miedo a las recomendaciones porque lo que estamos buscando es establecer el crecimiento inicial del cultivo. Eso hace al mayor desarrollo de raíces, mayor cantidad de raíces que exploran el suelo y mayor profundidad de exploración que nos da una ventaja en cuanto al aprovechamiento de los recursos que están en el suelo y, sobre todo, la generación de la cobertura”.
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