La sequía corrió el velo. “La renta de la soja”, fluida y continua, se venía opacando año a año lentamente a medida que la temperatura fiscal aumentaba.
Mientras se calentaba el agua de a poco, nadie advertía (ni ella misma), que la rana se estaba quemando. Pero hete aquí que … ¡La rana un día saltó! Y quienes estaban a la espera de servirse en el puerto para repartir tajada, se dieron cuenta que la cosecha de soja pasó a ser menos de la mitad de lo esperado. Terror. El calentamiento gradual fue excesivo y la técnica de hervir a la rana fracasó.
El nuevo escenario sorprende tanto a políticos, economistas e industria: finalmente de tanto tirar de la soga, la soja no aparece. Por los motivos que sea, pensaron que, a pesar de los 7 errores cometidos de manera sistemática (que más adelante enumeraré, y que solo fueron enmendados solo en parte y por un breve periodo), proyectaban alegremente que para el 2020 íbamos a producir 70 millones de toneladas de la oleaginosa.
Hasta la infraestructura de molienda se preparó para tal logro, tomando como una variable fija y lineal el aumento de la producción, independientemente de las políticas aplicadas. Los gobiernos populistas y muchos economistas afirmaban con seguridad a la hora de calcular la tajada, que: “Siempre se siembra soja en la Argentina”.
Hoy frente a estos resultados, sorprende, y en especial a productores, ver las caras desorientadas de quienes tratan de asimilar dónde estamos hoy. Se pone el grito en el cielo por las consecuencias. No por las causas.
Según datos del USDA, la Argentina era responsable del 22% de la producción de soja del continente americano en 2013 (49 millones de toneladas). Hoy con semejante sequía, apenas el 8% (21 millones de toneladas) y la campaña próxima, si Dios quiere, alcanzaremos un modesto 13,7% de participación (48 millones de toneladas), consolidando así un feroz retroceso.
En el mismo periodo Brasil pasó de ser un tercio de la producción y hoy se encamina a toda máquina a ser el aportante del 45%-50% de la soja americana. Más atrás EE.UU. mantuvo su participación, y hubo leves subas porcentuales en el Uruguay, Paraguay y Bolivia. Todo esto en un contexto de incrementos en números absolutos de la producción americana. Salvo la Argentina, que fue la única excepción que retrocedió.
Estos países productores, que incluyen al nuestro, tuvieron problemas compartidos como los fueron: volatilidad de los mercados, malezas resistentes, pandemia, adaptación e infraestructura, limitaciones ambientales, costos insumos, etcétera.
Pero la Argentina tiene siete problemas endémicos y únicos. Paso a enumerar las siete diferencias, que hacen que el cuadro de resultados de soja de los países de América sea tan distinto al nuestro:
- Único país con derechos de exportación (retenciones).
- Único país con alta inflación recurrente y macroeconomía desopilante.
- Único país con “diferencial” prebendario a la industria aceitera.
- Único país con “fideicomisos” que funcionan como impuesto a la exportación adicional.
- Único país que no resuelve el tema de la propiedad intelectual en semillas autógamas.
- Único país con desdoblamiento cambiario de hecho e importaciones restringidas.
- Único país con insensatos y repetitivos “dólares soja”, apañados mismo por parte de “la cadena”, destruyendo la formación de precios.
El diagnóstico es sencillo, con solo despejar un par de variables la resultante está a la vista. Esta vez la sorpresa de la sequía llegó con tonos estridentes, casi wagnerianos, poniendo más en evidencia que el agro argentino no puede continuar por la misma senda. No escuchar esos acordes es imposible, y no hay sordera por más aguda que sea, que al menos permita sentir las vibraciones en el suelo.
Con un mínimo de sentido de la orientación, se puede volver a ser protagonistas y retomar la senda del crecimiento. Las siete diferencias las tenemos enfrente de la nariz. Son siete jinetes con autonomía propia, pero que viven entremezclados de manera promiscua, y a veces cómplice. Y ahí yace el problema más difícil de resolver. Ya que, al desatar el primer nudo, el efecto cascada puede hacer caer prácticamente a casi los siete jinetes juntos.
La oportunidad para desarmar estas siete trampas, el momento, sin dudas es ahora. La rana ya saltó, todos la vieron, y difícilmente vuelva a caer en el mismo engaño.
El autor es productor agropecuario
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