Si bien se lo relaciona con Sarmiento, su llegada al país se habría dado con los inmigrantes europeos
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Muchas veces se puede ver revolotear en casas, jardines y plazas a este pajarito tan vulgar: el gorrión, que ha invadido tanto Buenos Aires como todo el territorio nacional. Los europeos no quieren hacerse cargo de que sea originario de sus tierras y dejan caer la hipótesis sobre su origen en Asia. Alguien dijo, con criterio conciliador y no científico, que nació de las entrañas de las nubes y que hoy se lo puede encontrar en todas partes. Pero no hay duda de que tuvo la particularidad de ser exportado de Europa a toda América.
Hay varias teorías de su llegada a EE.UU. Algunos dicen que en 1850 centenares de gorriones fueron liberados en Filadelfia para combatir las orugas que destruían huertas y jardines. Según Artur Bent, en "1852 varias parejas de gorriones fueron dejadas en libertad y desde ahí se expandieron por este nuevo mundo conquistado por Colón tres siglos antes". Aquí las noticias son diferentes. Versiones no comprobables dicen que el gorrión vino con la conquista o en tiempos de las colonias. Pero el sacerdote historiador Pedro Lozano (1697-1752) no lo menciona, lo mismo que el marino naturalista Félix de Azara (1752-1821), ni el naturista francés Alcide d’Orbigny en sus viajes por América del Sur.
Muchos dicen que los trajo Sarmiento, pero se conoce una historia anterior, y es la siguiente: el conocido cervecero Emilio Bieckert trajo gorriones de su pueblo natal, Barr, en el Alto Rhin, Alemania. No los pudo llevar a su quinta situada en Juncal y Esmeralda. Frustó sus intentos la excesiva rigurosidad del funcionario de la Aduana que le pidió el pago de sus aforos y los gastos de cuarentena. Esto estaría avalado por el relato de Germania Laurentina Masquere de Artigue, quien había venido en el barco con Bieckert y recordaba que éste los había soltado en el Puerto de Buenos Aires. Desde ahí recorrieron el cielo porteño y más tarde en numerosas bandadas, el resto del país. A los pocos meses, el presidente Sarmiento, movido por su amor a los pájaros, hizo una suelta de gorriones en Plaza de Mayo y de ahí nació la leyenda.
Los gorriones, una vez instalados aquí, desalojaron al chingolo. Será por eso que el tango dice: "Ya no cantas chingolo, donde habrás ido a parar". Tuvieron que ceder su territorio el mistol, el tordo del pajonal y algunas palomas, todo a beneficio del pícaro ladrón. También el jilguero, que avecinaba en patios con higueras y parrales, fue desplazado. Guillermo Hudson en su libro Aves del Plata menciona al "hermoso jilguero que fue invadido por el gorrión, que ahora es plaga".
Dado su dinamismo reproductivo, sólo necesitó unos años para convertirse en plaga. Se calcula que esto ocurrió a partir de 1908. El Ministerio de Agricultura analizó los muchos reclamos de los agricultores de diferentes zonas afectadas por la plaga de los gorriones que perjudicaban las cosechas. Por sus características fue muchas veces combatido y algunas defendido de su sentencia de muerte. Los que lo defendían alegaban que los gorriones cumplían su función positiva: comían a las langostas; a la mariposa Collias lesbias, la plaga de los alfalferos, y a la isoca Laphigma frugiperda.
Por otra parte, Clemente Onelli decía que era uno de los pájaros más perjudiciales para la fruticultura: "Destruye las cerezas, dejando el carozo desnudo; pica los duraznos, peras y uvas; ataca las verduras tiernas, como la lechuga, y las arvejas; se come el trigo y demás cereales recién sembrados y roba el grano de las aves de corral. El gorrión merma las cosechas y el Ministerio de Industria y Obras Públicas procederá a destruirlo por todos los medios". En 1931 se emitió un decreto para la iniciación de la campaña de exterminio del gorrión y se les proveyó a los agricultores la fórmula química para combatirlo. Cinco años después se instituyó la Semana del Gorrión, durante la cual se intensificaría la destrucción. Ante esto, la Sociedad Protectora de Animales Sarmiento trató de evitar la matanza.
¿Que hicieron los gorriones? Ante las primeras bajas se replegaron a zonas menos combativas y, más tarde, regresaron lentamente, comenzando una nueva invasión.
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